Página 4 - noviembre2014

Versión de HTML Básico

mosaico
central
[ 4 ]
De la gratitud al servicio,
una actitud ignaciana
Por Mtro. Roberto Alonso Muñoz, director del Centro de Formación y Acompañamiento para el Desarrollo Integral
U
na revisión de la historia personal y del momento actual
puede conducir a escenarios de generosidad si estamos
dispuestos a emprender ese viaje en clave de reconoci-
miento y conciencia plena. Desde este mirador, pasado
y presente pueden ser examinados para hacer un alto en el ca-
mino y comenzar a contemplar activamente el mundo, orientando
nuestra vida al servicio de otros.
Dicho itinerario es el que propone Ignacio de Loyola en sus Ejer-
cicios Espirituales cuando invita al ejercitante a pedir conocimiento
interno de tanto bien recibido como ruta para alcanzar el amor.
Concretamente, al iniciar la cuarta semana de Ejercicios, Ig-
nacio propone “atraer a la memoria los beneficios recibidos de
creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho
afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí (nosotros), y
cuánto me (nos) ha dado de lo que tiene, y, como consecuen-
cia, cómo el mismo Señor desea dárseme (dársenos) en cuanto
puede, según su ordenación divina; y después reflexionar en mi
(nuestro) interior, considerando lo que yo (nosotros) con mucha
razón y justicia debo (debemos) de mi (nuestra) parte ofrecer y dar
a su divina majestad…”
Se trata, como se puede apreciar, de un recorrido circular, que
va del reconocimiento de la acción de Dios en todo lo recibido: la
vida, la libertad y los dones, al ofrecimiento mismo de todo ello
para mayor gloria de Dios. Ignacio abreva este movimiento en una
de sus oraciones más conocidas, sintetizando que todo lo recibi-
do es donación divina y que, por tanto, Dios puede disponer de
lo otorgado según su voluntad. Pero Ignacio no se queda allí. En
su petición para alcanzar amor introduce un criterio claro y fecun-
do para orientar la conciencia de tanto bien recibido mediante un
modo de proceder preciso. Conocer internamente tanta bondad
no es sólo para quedar agradecido y conmovido de forma íntima,
sino para poder “en todo amar y servir”.
La frase es muy conocida, ha sido llevada, traída y forma parte del
léxico básico en toda obra de la Compañía de Jesús, quizá más en los
colegios y las universidades jesuitas. Lo cierto es que pocas veces se
dimensiona con la petición que le antecede. Suelto, el enunciado “en
todo amar y servir” puede visualizarse e incluso asumirse como una
forma de estar en el mundo, fraterna y comprometidamente, pero sin
reconocimiento profundo de la acción de Dios en nuestra vida, ese
Dios que, siguiendo a Ignacio en sus Ejercicios Espirituales, “habita
en las creaturas” y “trabaja y labora en todas la cosas creadas sobre
la faz de la tierra”. Integrado a la petición que le antecede -la de cono-
cimiento interno de tanto bien recibido-, el enunciado “en todo amar
y servir” carga un significado más hondo y forma parte de un trayecto
de la gratitud al servicio, esto es, de un estado de agradecimiento a
un estado de acción, lo que supone el uso de la preposición “para”:
reconocer lo que hemos recibido “para” amar y servir en todo lo
que hagamos.
El año pasado, en el octavo Congreso de la Unión Mundial de
Antiguos Alumnos de la Compañía de Jesús celebrado en Mede-
llín, Colombia, y dedicado al tema de la responsabilidad social,
el Padre General Adolfo Nicolás, S.J., subrayó la importancia de
situar a la persona que ha sido formada en la tradición jesuita en
la órbita del agradecimiento, más que en la órbita de la responsa-
bilidad o del deber, con miras a suscitar sentimientos de gratitud
y generosidad, provocando, así, respuestas de servicio animadas
por estos sentimientos.
Una persona con valores es capaz de corresponder también los
actos de bondad que ha vivido, sin embargo, sólo quien ha experi-
mentado el conocimiento interno de tanto bien recibido puede sentir
el anhelo de orientar su vida hacia el amor y el servicio a los demás.
Salir de nosotros mismos e ir al encuentro con otros es una
actitud universal plausible en tanto el desplazamiento sea autén-
tico y convencido. Desde la fe, el encuentro adquiere contenido
especial. Resulta una proximidad que parte de la experiencia de
quienes reconocen que todo lo recibido en vida es un regalo, un
don a compartirse con otros, algo que no nos pertenece y corres-
ponde devolverlo. Sólo que el viaje de retorno supone, entre los
animados por la fe, hacer fructíferos los dones.
Ante escenarios de violencia, injusticia y dolor, la actitud de la
gratitud al servicio puede ayudarnos a poner los bienes que hemos
recibido, nuestros dones entre ellos, a disposición de todo aquello
que genere paz, justicia y amor. En el conversatorio #JóvenesyDe-
rechosHumanos que se llevó a cabo en la Universidad el pasado 2
de octubre, dos intervenciones apuntaron en este sentido. “¿Qué
podemos hacer?”, preguntaron al final del conversatorio. Valeria Ha-
mel, estudiante del ITAM, respondió: “veamos nuestros talentos y
eso hagamos”. Por su parte, Aldabi Olvera, del colectivo másde131,
señaló: “la memoria es saber qué ha hecho que nuestro corazón lata
con fuerza en el pasado para que continúe latiendo hoy”.