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15 El proceso de cambio climático tiene un impacto global y exige la reorganización de actividades productivas y de consumo del total de la sociedad. La eficacia de estas actividades aumenta significativamente cuando concurren intereses de diversos sectores en una estrategia de política transversal. Ahora bien, dado que los recientes informes científicos sobre el avance de los efectos del cambio climático son considerablemente más graves y rápidos de lo que se había estimado anteriormente, resulta impostergable redoblar esfuerzos en esta tarea compartida. Es necesario seguir trabajando en la coordinación entre la comunidad de científicos y la de tomadores de decisiones, así como asegurar los trabajos de tipo intersectorial al interior de los gobiernos. Para afrontar con eficacia el cambio climático, se requiere priorizar este tema al más alto nivel de las políticas públicas en todos los órdenes de gobierno, con el apoyo y la participación activa de la sociedad civil. El actual siglo xxi nos coloca ante retos inéditos, tanto en el orden de la convivencia humana como en el orden de tecnologías de una creciente complejidad, pero sin una adecuada disipación calórica. Lo que redunda en aumento de las condiciones que están generando cambios en el clima, con consecuencias potencialmente devastadoras. Enseguida apuntaré algunas ideas, intentado dar salida a esta aparente contradicción epistemológica. La crisis ambiental que vivimos actualmente puede ser entendida, en su origen y desarrollo, de muy diversas maneras. Una de ellas consiste en la incapacidad de reconocer y dar alternativas a una manipulación de los procesos productivos y de distribución de los bienes que empobrece sistemáticamente a un sector creciente de la humanidad, al tiempo que favorece una acelerada destrucción de los ecosistemas del planeta entero. Planteo aquí que la incapacidad para reconocer esta paradoja tiene su origen en un estilo particular de conocer y relacionarse en y con el mundo. Lo cual implica una crítica radical de los sistemas educativos formales en los cuales persiste una separación de los contenidos temáticos, posiblemente buena para el aprendizaje memorístico pero que se ha revelado incapaz de plantear el problema de fondo, y con ello apuntar a soluciones efectivas y eficientes para una mejor y mayor convivencia humana. Es un sistema útil para formar científicos altamente especializados para el desarrollo de tecnologías cada vez más sofisticadas, pero tradicionalmente desatentos a los efectos secundarios de las mismas, entre los cuales se volvió ya crucial el problema de la desmedida disipación calórica. Y es ésta una carencia fundamental, al parecer nacida de la radical separación entre el sujeto que conoce y el funcionamiento del mundo en el que está inserto. Esta actitud de dominio ingenuo del ambiente ha conducido a la humanidad a un estado que podríamos llamar de desarrollo desbocado y de alto calentamiento planetario. La gigantesca crisis actual que sufre el planeta lleva en sí todos los riesgos de un desastre, quizás, irreversible, pero también la posibilidad de una metamorfosis. Es decir, cuanto más nos acercamos a una catástrofe planetaria, más posible es la metamorfosis. La esperanza podría surgir precisamente de la desesperanza. Percibimos destrucción todos los días, pero ¿por qué no vemos los procesos creadores?, ¿por qué no examinamos diferentes maneras de conocer el mundo? Propuestas alternativas, es decir, otras maneras de conocer el mundo, que aún hoy son marginales, consistirían en partir de la capacidad de formular preguntas que integren elementos de diversos campos del conocimiento científico y ético, aparentemente inconexos, para así resolver efectiva y eficientemente problemas de tan alta complejidad como el que nos ocupa. Esta propuesta permitiría la formulación de estas preguntas en el campo del diálogo de saberes, es decir, permitiría incluir a ciudadanos y científicos involucrados en diversos campos del conocimiento. Un diálogo que fuera capaz de superar y traspasar los campos propios de cada dominio y disciplina específicos, y que incluyera diferentes conocimientos populares de todo el mundo, como una forma de propiciar la emergencia de procesos de autoorganización y autogestión donde el sujeto individual y los sujetos con quienes dialoga están envueltos de manera espontánea. Así, el mundo es conocido en la medida en que es construido individual y socialmente. Algo que el sujeto aislado no puede llegar a alcanzar. Se trata de poner a los sujetos en relación dinámica y al individuo en diálogo consigo mismo, con sus semejantes y con los ecosistemas, como único método para llevar a cabo una reformulación de la mente humana y la necesaria reforma política del siglo xxi. Así planteada, una apuesta de futuro permitiría que la autoorganización y la autogestión pudieran aspirar a transformar el mundo en provecho de todos. La visión del individuo hiperespecialista que construye y manipula al mundo en solitario saltaría en pedazos. Pero para alcanzar esa meta –el arribo a procesos de autorganización y autogestión construidos socialmente, donde el sujeto plural, no el individuo ni el grupo cerrado, es actor-autor de su propia historia– es indispensable reformar drásticamente nuestros conceptos educativos de base. Se trata, pues, de un acto político sin precedentes en cuyo advenimiento está en juego el futuro de la especie. Percibimos destrucción todos los días, pero ¿por qué no vemos los procesos creadores?

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