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33 Aquí en México, un estudio del Instituto Mexicano de la Tecnología del Agua (imta), apoyado por la Embajada Británica, sobre el impacto del cambio climático en la calidad del agua en el país, está contribuyendo a reunir la información necesaria para fomentar el debate en la agenda nacional y facilitar la toma de decisiones. En el ámbito industrial, el Programa de Simbiosis Industrial Nacional para México (nisp), desarrollado según un modelo británico mediante el Diálogo de Desarrollo Sustentable establecido entre México y el Reino Unido, aplica los principios de la ecología industrial, al involucrar el seguimiento del flujo de recursos, incluyendo materiales y energía, entre las compañías de cada sector industrial y comercial. El programa alienta a las compañías a ver fuera de sus fronteras físicas y sectoriales, con el fin de obtener un uso eficiente adicional de recursos, así como un mercado sustentable de oportunidades. Ambos proyectos son producto de la cooperación entre el Reino Unido y México y sirven para comprobar que las acciones en contra del cambio climático son posibles y eficaces. Las evidencias acumuladas de estudios como el informe de la unam y el éxito práctico de proyectos como el nisp han ayudado a convencer a la gente de que el cambio climático representa una oportunidad, y no sólo un riesgo. El año pasado, la Comisión de Estudios del Sector Privado para el Desarrollo Sustentable (Cespedes) elaboró una visión empresarial que explicaba de qué manera pueden prosperar las empresas en una era de menos emisiones de carbono. Las compañías previsoras pueden colaborar en el aprovechamiento de los nuevos mercados que serán impulsados por las cambiantes exigencias de los consumidores, la definición de la producción petrolera en México y la regulación nacional e internacional que se avizora en el horizonte. Naturalmente, igual que con todas las cosas, quienes duden o quienes no logren adaptarse serán quienes sufran las consecuencias. Esta base práctica de evidencias que construimos juntos ha sido de utilidad para planear acciones en muchos niveles. El Programa Especial para Cambio Climático (pecc) ya es bien conocido. Pero menos conocidos son los planes de acción que se están desarrollando en diversos estados del país de gran importancia económica para México, como Nuevo León, Veracruz y Chiapas, donde ya se han concluido o están por concluir sus planes de acción en el contexto estatal para impulsar la innovación y las políticas en materia de cambio climático. Otro proyecto realizado con la participación de la Embajada Británica, el Instituto Nacional de Ecología (ine) y el Tec de Monterrey es un curso en línea para asistir a los otros estados con las habilidades y herramientas necesarias para desarrollar planes de cambio climático en todo el país. Un ejemplo más es el proyecto pionero “Fortalecimiento de Capacidades para la Detección del Cambio Climático en México” que la Universidad Iberoamericana en Puebla está llevando a cabo en colaboración con el ine y con apoyo financiero de la Embajada Británica, para que México cuente con datos precisos y confiables sobre el cambio climático, y sea capaz de utilizarlos para diseñar las políticas de cambio climático más adecuadas. Toda esta actividad ayudará a generar una economía más limpia, próspera y sustentable en México y el Reino Unido en el futuro. Pero lo anterior, a final de cuentas, no servirá de nada a menos que estas decisiones vengan acompañadas de acciones exitosas en el ámbito internacional. Todos compartimos la desilusión de que no se haya logrado más en la Cumbre de Copenhague. Podía y debía haber alcanzado más. Pero tal desilusión no debe cubrir los avances que se lograron: el Acuerdo de Copenhague fue aceptado por un amplio número de países, y cada vez más se suscriben a él; deben de incrementarse los compromisos de mitigación que se sometan al Anexo hacia finales de enero, pero ya nos dejan a una distancia alcanzable de la ruta que podría mantener el aumento de la temperatura global en menos de 2°C, el límite que la ciencia marca como crucial. No es momento de sentir lástima por nosotros mismos. El final de 2009 quizá haya sido desalentador, pero 2010 debe ser un año de acción. El tratado legalmente vinculante que se quedó en una ilusión en 2009 debe ser nuestra meta este año. Y debemos hacer promesas reales para proporcionar “financiamiento de arranque rápido” para cambio climático como un preludio para un “fondo verde” que representará el motor del progreso en cuanto a la adaptación y la mitigación en los años por venir. Un ingrediente clave es la generación de la confianza necesaria para asegurar que el flujo de financiamiento se dé mediante mecanismos medibles y reportes de emisiones verificables. Ambos aspectos son posibles y deben de ser el centro de acciones urgentes. La unión entre el Reino Unido, México y muchos otros de nuestros amigos y socios en todo el mundo será más necesaria que nunca. A menudo –de forma errónea– se describe el cambio climático como un tema de desencuentro entre países desarrollados y en desarrollo, Norte-Sur, industrializados-agrícolas. La realidad es que el cambio climático no conoce fronteras. Sin importar lo ricos que puedan ser tales o cuales países, los costos potenciales de la adaptación simplemente son incosteables. La acción urgente y colectiva es la única acción creíble en términos económicos. Ahora México se coloca en el corazón del debate global sobre cambio climático. Como organizador de la cop16 y en la presidencia de muchos de los grupos que guiarán las negociaciones internacionales, México enfrenta grandes desafíos este 2010. Pero no los enfrentará solo. Las apuestas son altas. Los riesgos son reales. Pero el objetivo es claro, justo y, con esfuerzo y unión continuos, alcanzable.

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