13 A partir de las crisis del petróleo de los años setenta, México se ha beneficiado de los altos precios de los hidrocarburos, pero debido a su dependencia de este sector, también ha sufrido crisis por la volatilidad en los precios del petróleo, lo cual ha tenido repercusiones negativas en la calidad de vida de sus habitantes (Corona, 2009). En 2011, el presupuesto de gasto público descansó en una aportación de casi 33% de los ingresos de Petróleos Mexicanos (pemex) transferidos a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (shcp) (inegi, 2010). La dependencia nacional en las energías fósiles es contundente, y lamentablemente los resultados demuestran que la contribución de las energías renovables ha disminuido, mientras que ha aumentado la dependencia en combustibles fósiles, especialmente de gas natural importado. En 2000, las energías renovables aportaron 13% de la oferta bruta de energéticos, con la siguiente composición: geotermia 1%, hidroenergía 5.8% y biomasa 5.9% (sener, 2000:30). En 2010, el consumo nacional total de energéticos fue de 8,151.9 PJ,1 de los cuales casi el 92% correspondió a combustibles de origen fósil: petrolíferos 44.8%, gas natural y condensados 41.7% y carbón y coque 5%; las fuentes renovables de energía suministraron solamente 6.9% del consumo total de energéticos, en la siguiente proporción: geotermia, solar y eólica 1.7%, hidroenergía 1.4% y biomasa 3.8% (sener, 2010: 25). 1 Peta Joule=1015 Joule: unidad de energía aceptada por el Sistema Nacional de Medidas. En diez años el consumo total de energía aumentó cerca de 41%, de 5,765.72 PJ a 8,151.9 PJ, siendo notable el aumento del consumo de gas natural y condensados, de 29% a 41%, mientras que disminuyó la contribución de las energías renovables de 13% a 6.9%. En el decenio destaca el aumento de la proporción de la contribución de gas natural, la disminución de petrolíferos para el consumo nacional y la disminución de la contribución de la hidroelectricidad y de otras fuentes de energía renovable. El aumento total de 41% en el consumo total de energía resulta paradójico, ya que en ese periodo la población aumentó sólo 15.2% (inegi, 2000 y 2010), mientras que el Producto Interno Bruto (pib) del país aumentó, en esa década, 19.0% (inegi, 2011). Con la política energética actual tenemos menor eficiencia en el consumo, representada por la intensidad energética; es decir, hay mayor consumo energético per cápita por unidad de pib. En el mismo periodo las importaciones de energéticos aumentaron, promoviendo dependencia en proveedores internacionales de hidrocarburos. Si bien, durante las últimas décadas el Estado mexicano ha administrado los excedentes del petróleo en el gasto público, no ha escapado de las presiones políticas, ni de los intereses económicos, ni de la desviaciones y corrupción, pero lo más grave es que no ha favorecido de forma efectiva un proyecto de nación de mejoramiento del nivel de vida de la población y de sustentabilidad. Tampoco se ha preocupado por desarrollar una industria energética diversificada con integración vertical, con asimilación y desarrollo de tecnología y con articulación sectorial efectiva, con participación privada, pero con dirección y control desde el Estado, como lo han hecho países como Noruega (Fusco, 2006), y no ha respondido a criterios2 recomendados por agencias internacionales de energía para el manejo y preservación de sus recursos con 2 Sin embargo, esos criterios al menos ya se mencionan como ejes rectores en el documento de la sener (2012), Estrategia Nacional de Energía 2012-2026, México: 9.
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