41 Introducción El aumento en la demanda de combustibles fósiles y la declinación de las reservas de origen fósil se conjugan para que el petróleo y otros combustibles hayan alcanzado precios históricamente altos desde 2008. Las sociedades del mundo se enfrentan a la disyuntiva de mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático, sin dejar de satisfacer sus necesidades de alimentación, transporte, confort y producción de bienes y servicios. Un cambio de paradigma energético es urgente, en el que se haga uso racional de la energía, enfatizando la disminución en el consumo de combustibles con una transición al uso de alternativas tecnológicas de energía renovable que sean social, ambiental y económicamente sustentables. En las últimas décadas, la investigación científica y tecnológica ha desarrollado varias alternativas de energía renovable, que en algunos casos son esperanzadoras y en otros no tanto, especialmente cuando se trata de encontrar las relativas a los combustibles del sector transporte. Entre las alternativas que han despertado mayor interés, por su potencial de producción y bajos impactos al ambiente, destacan las microalgas como fuente de biomasa para producir biocombustibles de tercera generación: biodiesel, bioetanol y biohidrógeno. Las microalgas son organismos fotosintéticos microscópicos que habitan en medios acuosos; tienen capacidad de reproducirse celularmente más rápido que las plantas, almacenando energía solar en sus enlaces bioquímicos, realizando captura de CO2 de la atmósfera y remoción de nutrientes del agua o del medio de cultivo. Muchos estudios han mostrado que la biomasa de las microalgas se compone, principalmente, de carbohidratos, lípidos y proteínas, pero que también contienen compuestos bioquímicos de alto valor, como carotenos, ácidos grasos omega 3, ficobiliproteínas y otros metabolitos de interés para la humanidad (Abalde et al., 1995; Arredondo et al., 2007). Las microalgas no sólo nos ofrecen la posibilidad de producir biocombustibles, sino una gama de productos de alto valor agregado, lo cual en un futuro logrará hacer redituable este proceso (Cohen, 1986). Dentro de estos productos resaltan los suplementos alimenticios y los de uso medicinal, como agentes antimicrobianos, antifúngicos, antivirales, antitumorales, antiinflamatorios, antiácidos, hipocolesterolémicos, anticoagulantes, hemaglutinantes (Muñoz et al.,1992; Chu et al., 2004), antioxidantes y cosméticos (Dutra et al., 2007; Lim et al., 2002). El trabajo por hacerlo realidad En el país son pocos los trabajos que han buscado la aplicación del recurso algal a nivel de producción comercial; la mayoría de los estudios se han centrado en taxonomía y ecología de microalgas y cianobacterias. Sin embargo, es importante enfocar la atención en la búsqueda de aplicaciones de este recurso, ya que México cuenta con una alta diversidad microalgal y una excelente ubicación geográfica que beneficiaría los cultivos a gran escala. Los cultivos de microalgas pueden ser una alternativa ideal de producción de combustibles, ya que no compiten con la producción de alimentos sino que pueden incrementarla al producir biocombustibles, no requieren suelo fértil ni competir por agua de uso humano o agrícola porque pueden utilizar aguas grises residuales municipales o salinas para el cultivo, logrando así un doble beneficio ambiental, un efluente libre de contaminantes orgánicos y una biomasa susceptible de ser transformada en biocombustible. La mayoría de los biocombustibles que encontramos en el mercado internacional provienen de plantas oleaginosas como maíz, girasol, soya, coco, palma, jatropha o canola; de grasas animales y aceites de fritura (Vieira-Costa, 2004). Según estudios realizados, para reemplazar en 2007 todo el combustible de transporte consumido en Estados Unidos con biodiesel serían necesarios 0.53 mil millones m3 de biodiesel anual. Si el biodiesel se obtuviera a partir de palma de aceite, abastecer el 50% de ese consumo requeriría una superficie de cultivo equivalente a 47% de la superficie agrícola de Estados Unidos, y 140% con jatropha, por lo que los cultivos de oleaginosas convencionales no representan una opción para cubrir la demanda; en cambio, con microalgas se ocuparía una superficie equivalente al 2% (Chisti, 2007), sin que ésta tuviera que ser tierra fértil. Para México, con base en el estudio de Wijffels (2008), se estima que la sustitución total de los combustibles del transporte con biodiesel de microalgas podría abastecerse utilizando una superficie equivalente al 0.68% del territorio nacional. La idea de tomar un organismo que se alimenta de CO2 y utilizarlo para crear combustible parecía difícil de entender hace algunos años, sin embargo, hoy, muchas organizaciones nacionales e internacionales están invirtiendo para hacer realidad esta idea. Gracias a una mejor comprensión de las posibilidades técnicas de esta alternativa han surgido proyectos en el país patrocinados por sagarpa, Fundación Produce Puebla A.C. y conacyt, que buscan apoyar la investigación aplicada para un beneficio futuro, con el propósito de que la producción de biocombustibles, por medio de microalgas, sea sustentable social, ambiental y económicamente. Hace aproximadamente tres años, un equipo de investigadores de la Universidad Iberoamericana Puebla (uia Puebla), la Universidad Autónoma Metropolitana (uam-Iztapalapa) y el Centro de Investigaciones Científicas del Noroeste (cibnor), iniciamos un proyecto interdisciplinario e interinstitucional con el apoyo económico de
RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3