Rúbricas 3

55 Señoras, señores: ESto no es un manifiesto. No es una ponencia. ¡Maldito el que crea que esto es un poema! (Perdóname a mí también Jaime Sabines) Les pregunto, me pregunto: ¿amo este odioso lugar?, ¿lo amo con todo el odio que corre por dentro?, ¿a golpes o con baños de amor lo voy a arreglar? Amo odiar existe, pero amo no odiar también. Tal vez eso permita hallar un cabo de la gran madeja del humanismo. Y en todo caso debemos preguntarnos ¿de qué sirve lo que hacemos?, o mejor, si el arte y la cultura sirven para lo que innumerables sabios han declarado: alimentar el espíritu, hacernos mejores. ¿podríamos pensar en un gran proyecto en que los productores culturales y artísticos del país desempeñen su papel: escuchar y ser escuchados?, o ¿leídos o vistos? (qué bailarín no necesita ser visto o qué científico no necesita hacer público su descubrimiento). Que quien haga algo lo pueda mostrar, pero que también pueda mostrar cómo lo hace y por eso le paguen justamente y le merezca seguridad para su salud o su vivienda, o su trabajo e inventiva. Autonomía para la libertad, pero la otra libertad: la exigida para amar-no-odiar. No la libertad para morir de hambre, o para escoger entre los Zetas o Sinaloa, o la frágil peligrosidad del instrumento de contacto entre gobierno y sociedad, que son los cuerpos armados de toda índole, cuando de impartir justicia se trata. Así que hacen falta otra televisión, otra radio, otros periódicos, otra estructura educativa que nos ayude a saber cómo estábamos, cómo estamos y cómo queremos estar. Que ayude a reestructurar el tejido social, a ganar confianza en el prójimo. Que ayude a despojarnos de la incoherencia entre lo que se siente y piensa y lo que se dice y hace. Pero cómo en medio del capitalismo avasallante y sus diversas formas de dominio; en medio del fraude electoral, de la perversión de los políticos, del clero, de los medios; de la indolencia de una parte grande de la sociedad; de la lucha de clases que se expresa por boca y obra de un enorme coro de adversarios que no escuchan porque no buscan acuerdo, no pueden encontrarlo, su propia naturaleza contradictoria los enfrenta. Odio amar que eso es verdad y que el estado de esa confrontación dirige los destinos del planeta hoy, por desgracia, más hacia el desahucio que hacia la paz o el alto desarrollo del arte y la cultura. La cultura, es cierto, se compone de muchas cosas que se heredan, pero también de otras que se buscan, se desean, se imaginan. En eso pienso: en el reino de la imaginación para que México sea más justo, más respetuoso, para que tenga memoria, escuela, trabajo, información veraz, salud y techo. Por eso era fundamental que los legisladores y el Estado hubieran cumplido los llamados Acuerdos de San Andrés, que no satisfacían a cabalidad las necesidades de los pueblos indios, pero que eran un buen principio. Los pueblos sublevados ya ni los mencionan y más bien realizan su propio experimento autonómico. El gobierno no cumplió su palabra y no tiene por qué cumplirla, su estructura histórica se basa en la mentira y en la traición; que lo digan Hidalgo, Morelos, Villa y Zapata. Por eso dudo de las elecciones, dudo del ife, del trife y del semefo. Cómo hacemos para que en todo el sistema escolar público primario y secundario sean los artistas y educadores calificados con profundidad y justicia los que restauren las clases de música, literatura, pintura, danza y teatro. Enseñanza artística de calidad para todos, no como apéndice de lo útil o necesario, sino como sustancia fundamental para avivar la pasión y el espíritu transformador; sensibilización del pueblo, acercamiento a expresiones culturales y artísticas diversas. Un proyecto cultural que abarque las formas ancestrales, las recientes y las futuras. Respeto a los no dotados para algunas tareas. Respeto a las vocaciones tardías. Proyección nacional e internacional a nuestra obra intelectual y artística del estado multicultural que es este país, y no desde la cartera promocional de los monopolios acaparadores de medios de producción y también de ignorancias y servilismos. Un amor republicano con dimensión humanística es lo que hace falta, yo tengo uno y con ella un hijo que, o le damos otra república o se va a alzar en armas para conseguírsela y no lo vamos a poder parar ni con toda la fuerza del amor, porque sé que muchos y yo estamos con él. Vendrá una república con amor propio México vivirá, Zapata también El amor es de quien lo trabaja.

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