Rúbricas 3

58 Primavera - Verano 2012 El resultado histórico ha sido un imaginario colectivo que al naturalizar las diferencias de todo tipo [étnicas, de género, religiosas, etc.] legitima las reales desigualdades e injusticias sociales. Desde esta noción problematizadora, se propone una pregunta central: si la identidad supone, entre otras cosas, reconocimiento recíproco, ¿qué significa nuestra identidad colectiva y qué tipo de reconocimientos contiene, ante datos tan contundentes de desigualdad en la distribución del ingreso, y la discriminación entre los mexicanos? Nuestros autores lo sintetizan de este modo: El deseo de imaginar la nación en términos biológicos, de purificar la reproducción de la población para ajustar formas hereditarias, de regular el flujo de personas a través de las fronteras nacionales, de definir con nuevos términos quién podía pertenecer a la nación y quién no, se convirtieron en cuestiones de género y de raza, y produjeron propuestas o prescripciones intrusivas para nuevas políticas estatales para los individuos. A través de las ideas eugenésicas, el color, el género y la raza fueron atados a las políticas de identidad nacional… Así puede entenderse cómo el violento y desigual choque de dos matrices civilizatorias, la mesoamericana y la occidental; la derrota, desestructuración y estigmatización de aquella, que tuvo lugar a partir de la conquista europea, pudo resolverse ya a fines del siglo xviii, en la idea fuerza del encuentro y fusión de culturas, y la invención del mestizo como su síntesis biológica, política y cultural. Como afirma Carlos Montemayor, […] a partir de entonces creemos descender de españoles e indios, nos creemos herederos de una gran cultura prehispánica y la aceptamos sin compromiso con los pueblos que descienden de esas viejas culturas […] Como en una especie de esquizofrenia social, abrimos un gran abismo entre la población indígena actual y la prehispánica […] exaltamos la memoria prehispánica como mestizaje, pero nuestro racismo se pone al descubierto frente al indio real […] De este modo, la identidad nacional, necesaria como dispositivo cognitivo y emocional para la unificación del país, para la legitimación simbólica del Estado-nación, supuso hacer del mestizo, la piedra de toque para la construcción del Estado-nación y al mestizaje, la condición de pertenencia. Esta construcción ideológica, esta ideología mestizante, como condición racial de la mexicanidad, ha descansado en una intención, a veces proclamada, otras, encubierta: homogeneizar la composición social a partir del blanqueamiento de la población de piel oscura y rasgos indo-africanos, perpetuando las tendencias mentales del mestizaje colonial (como el normal asentimiento de la propia inferioridad). El pretendido proyecto civilizatorio tiene expresión clara en los discursos de sus intelectuales orgánicos. Discursos que facilitaron la creación de una nueva percepción del mestizaje como mito de origen de la nación y como solución eugenésica al problema de la heterogeneidad étnica, resaltando el generoso espíritu del conquistador por regalar una nueva raza a la humanidad. Cuestión que estaría en la base del esfuerzo educador del Estado, para la conformación de una conciencia nacional. Basta traer a cuento algunos pasajes, citados en el libro, que revelan esta elaboración: La causa fundamental y fatal de la decadencia indígena es el choque de la civilización europea y americana, cuyo resultado no fue más que el desarrollo y cumplimiento de una ley natural: el triunfo de los más aptos (José López Portillo y Rojas). Comienza a advertirse este mandato de la Historia en esa abundancia de amor que permitió a los españoles crear una raza nueva con el indio y con el negro, “una raza definitiva, raza integral, hecha con el genio y la sangre de todos los pueblos, y por lo mismo, más capaz de verdadera fraternidad y de visión realmente universal; prodigando la estirpe blanca a través del soldado que engendraba familia indígena y la cultura de Occidente por medio de la doctrina y el ejemplo de los misioneros que pusieron al indio en condiciones de penetrar en la nueva etapa: la etapa del mundo. La colonización española creó mestizaje; esto señala su carácter, fija su responsabilidad y define su porvenir (José Vasconcelos, 1923: 14). El indio se incorpora, quiéralo o no, para sobrevivir, y de esta manera tiñe con su colorido todas las expresiones de la vida nacional. Tiene que asimilar la técnica occidental y su suerte será la de la nación misma. La mestización del indígena […] ha sido la mejor de las respuestas al estímulo occidental que se hizo patente desde la conquista […] La cultura mestiza que ahora se empieza a perfilar es occidental, ni que negarlo, pero a pesar de ello, distinta, inconfundible […] la formación del mestizo y la incorporación del indígena, son respuestas al estímulo occidental (Leopoldo Zea, 1955: 99). No se trata de indianizar a México, sino de mexicanizar al indio (Lázaro Cárdenas). III. A partir, sobre todo, de la Revolución mexicana, los antropólogos cercanos a la esfera del poder promovieron una política indigenista de unidad racial, sustentada en la occidentalización del indio, que fue asumida y promovida por el

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