72 Primavera-verano 2013 años entre Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, la emergencia de los países asiáticos y sobre todo el fin de la Guerra Fría son el contexto en el que se fueron dando estas modificaciones. De la Guerra Fría se pasó a las crisis militares y humanitarias, y a nuevas formas de violencia global, como el terrorismo y la lucha contra el terrorismo, que además encubren la disputa por recursos como la energía y el agua, y la disputa por la información. Se agudizó la violencia generada por las redes de crimen organizado, y se reforzó el combate contra ellas, avalando de paso la criminalización de la protesta social. Nuevas violencias relacionadas con el renacer de los racismos y la xenofobia, e incluso como formas de sentido existencial, han hecho su aparición en diversos escenarios. A las grandes desigualdades de clase, se añadió el inédito fenómeno de la exclusión masiva (Paugam, 1996) que expulsa de la sociedad a amplios sectores de la población. A las inequidades que separan a los de arriba y a los de abajo, se añaden las mayores desigualdades entre los de “adentro”, protegidos, y los de “afuera” (Wieviorka, 2007). Se trata, por decirlo de una manera brutal con Zygmunt Bauman (2005), de la producción de “residuos humanos” y de poblaciones “superfluas”. Exclusión que se hace especialmente visible en la construcción de nuevos “muros” como el del Río Bravo o el de la Unión Europea. Por su parte, Appadurai (2007) analiza cómo la violencia (relacionada con la hegemonía trasnacional del capital financiero especulativo, vinculado a la revolución de la información y en un contexto de ausencia de protocolos de regulación) está configurando la vida cotidiana en casi todo el mundo. Posiblemente Wallerstein (2005) tiene razón al afirmar que la humanidad se encuentra ante el quebrantamiento del sistema-mundo que se había ido construyendo a partir del siglo xvi, y que está en el inicio de un periodo de caos. La acumulación indefinida de capital, con su proyecto cultural hegemónico –léanse estilos de vida y de desarrollo–1 se está enfrentando a los límites ambientales y sociales. Históricamente, el llamado “desarrollo” se ha construido, haciéndole pagar los costos a la naturaleza y a grupos humanos vulnerables, situación cada vez más inviable. La crisis sistémica está relacionada con la problemática ambiental que nos lanza señales de alarma ante el riesgo de la destrucción del hábitat de la especie humana. El resquebrajamiento de referentes culturales En este movimiento societal, se resquebrajaron referentes culturales e identidades, ampliamente generalizados que aseguraban algún sentido a la vida individual y social. 1 El alto consumo de energía de agua y la producción de desechos supone una “huella ecológica”, lo cual significa que se necesitarían varios planetas Tierra si todos sus habitantes vivieran como una persona de clase media de países “desarrollados”. Referentes culturales contenidos en instituciones como la familia y el Estado-nación, por ejemplo, y que se están reconfigurando de maneras inéditas e inmersas en fuertes conflictos sociales. No hay más que observar las tensiones relacionadas con las demandas del matrimonio entre homosexuales, o las rupturas al interior y entre los Estados y las naciones latinoamericanos. Por otra parte, los llamados metarrelatos (grandes ideologías religiosas o políticas) perdieron su credibilidad, incluidas las instituciones que los sostenían, llámense Iglesias, partidos políticos, gobiernos o universidades, desembocando en un sentimiento de vacío existencial muy extendido. En suma, las mediaciones institucionales y simbólicas del pasado han dejado de funcionar (Bartra, 1994) y los vínculos interpersonales y sociales se desorganizan. La psicología y la hechura de la realidad Según Pablo Fernández Christlieb (2004: 84), la psicología se relaciona con la hechura de la realidad. La psique, mente y comportamiento si se quiere, puede estudiarse a través de ocho fenómenos: motivación y emoción, atención y percepción, pensamiento y lenguaje, aprendizaje y memoria. ¿Cómo profundizar en estos fenómenos frente al escenario arriba descrito? Nos interesa enfocarlos desde una mirada “parcial” o, más bien, desde una mirada desde “las ausencias” y desde las “emergencias”, parafraseando a Boaventura de Sousa Santos (2009). ¿Por qué no aproximarse a entender estos pares de fenómenos abordándolos latinoamericanamente: motivación y emoción para la desalienación; atención y percepción para la concientización; pensamiento y lenguaje para la comunicación; y aprendizaje y memoria para la esperanza? Tal vez este enfoque de la psicología ayudaría a entender mejor el actual capitalismo especulativo y su lógica de guerra, así como el andamiaje civilizatorio en el que subyace y, por lo mismo, las nuevas formas de luchar por los derechos humanos y de afirmarnos como sujetos; de desarrollar nuevas categorías y de repensar la socialización. La psicología como “ciencia” nace en el contexto “occidental” de la utopía revolucionaria liberal que produce la burguesía; en la modernidad de libertades restringidas, de desigualdades y de olvido de la fraternidad. Surge en el aburguesamiento del mundo colonialista y por lo mismo racista, elitista y por esto clasista, opresor y discriminatorio. El texto de Bauman (2006) sobre comunidad describe muy bien el dilema de libertad-seguridad en el Primer Mundo, pero no puede captar en todo su dramatismo la inseguridad de los globalizados desprotegidos, ni la falta de libertad de los muchos, la terrible combinación de inseguridad y dominación (Castro Caycedo, 2008). Todo lo anterior lleva a la propuesta de una psicología comprometida, al esfuerzo de crear, a partir de una resistencia
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