78 Primavera-verano 2013 ¿De qué manera la comunidad hoy es o puede ser una dimensión espacio-temporal de “ciudadanía”, de “autonomía” en el caos globalizador?, ¿Un espacio relacional de objetivación de una figura social democrática, plural e igualitaria? Ya Wundt (1904) llamaba comunidad a la interacción colectiva. Para Freud vivir en comunidad era, adelantándose a Bauman, asegurar seguridad aunque a expensas de felicidad. En los años cincuenta, la cepal apoyó experiencias de desarrollo comunitario como un medio de ligar pueblo y gobierno para integrar a las poblaciones en los procesos de modernización (Sawaia, 2002). Sabemos cómo hoy se desarrollan diversos procesos perversos de integración como, por ejemplo, las llamadas “ciudades rurales”. Lewin, Goffman, Moffat y Bléger vieron a la comunidad como el mejor proceso de integración social, pero ¿de qué tipo de integración se trata en tiempos de resistencia y búsqueda de otras formas societales? Según Agnes Heller (1987), la comunidad es el sistema de relaciones que remite al más alto grado de generatividad. En este sistema es posible el desarrollo de individualidades que resignifican la vida social por medio de procesos dialógico-democráticos. La comunidad incluye además de la dimensión político-económica (derechos sociales y supervivencia digna), una dimensión estético-ética del “buen vivir”. La comunidad es un concepto sociopolítico-ético, es una categoría orientadora de acción y reflexión (Sawaia, 2002: 35-51). La revitalización del concepto dependerá de su funcionalidad histórica para la perturbación y debilitamiento de la depredación capitalista, de lograr conciliar suficientemente seguridad y libertad, de favorecer la gestión del conflicto y los procesos de subjetivación y de ofrecer un campo propicio para las socializaciones que respondan al proceso humanizador. Para Bader Burihan Sawaia el trabajo de la psicología comunitaria es crear espacios relacionales que vinculen individuos a lugares y temporalidades compartidas en busca del sentido más profundo de la dignidad humana. Nuestra experiencia en un proceso comunitario de largo aliento (Sánchez y Almeida, 2005) nos ha llevado a pensar que la comunidad es una forma de relación grupal sustentada en: una interacción dinámica pero relativamente estable, con mecanismos de gestión del conflicto y niveles variables de compartición de utopías. Las estrategias para una supervivencia digna de todos y para la creación de una viable interculturalidad han sido (Sánchez y Almeida, 2005) el esfuerzo por lograr alta confianza mutua, desarrollar subjetividades afirmadas y compartir poderes. Esfuerzo continuado que se reconfigura constantemente ante fuerzas internas y externas de disolución que hay que enfrentar permanentemente. La comunidad emerge como lazos sociales, como un tejido de individuos que se construyen como sujetos al compartir y cuidarse mutuamente. El compartir como compasión (sentir con) y convivencia. El cuidar como proteger e impulsar. Como conjunto, red, comunicación, conversación que integra diversidades culturales y asimetrías leves inevitables; que va generando interculturalidad y horizontalidad a pesar de jerarquías inevitables constantemente acotadas. 6. Conclusiones La gran tarea frente a la dinámica de un colapso civilizatorio supone tomar conciencia de que los recursos intelectuales, emocionales y espirituales con los que, en lo individual y en lo colectivo, hemos enfrentado la realidad, ya no nos funcionan. Estamos frente al desafío de una mayor capacidad analítica y reflexiva, dirigiendo la mirada hacia realidades inéditas y poco visibles; de mayor entereza emocional frente a las diferentes formas de violencia y a la vez, mayor compasión y sensibilidad ante pequeñas y sólidas bondades emergentes; y de mayor hondura humana que acreciente el humus interior capaz de evitar el fundamentalismo y el pragmatismo. En este tenor, consideramos que la psicología comunitaria podría abocarse a: 1. Aportar a la construcción de sujetos. Ser sujeto es luchar porque todo individuo pueda serlo, es favorecer que los otros lo sean: conscientes, emancipados, expresivos, audaces. Ser sujeto es buscar seguridad y libertad más allá de lo individual. Ser sujeto es confiar y abrirse hacia los otros. Ser sujeto es buscar la fraternidad, es compartir y cuidar, ser sujeto es trabajar en que aparezcan las comunidades de las subjetividades afirmadas. 2. Orientarse hacia la psicología de la fraternidad en tiempos de confusión e incertidumbre (Trigo, 2011). Pasar de la discordia y la mezquindad que son lazos sociales de discriminación, incomunicación, indiferencia y violencia, a la fraternidad y la concordia que son lazos sociales de interculturalidad, comunicación, solidaridad y paz (Zibechi, 2011b). Sabemos que esto suena utópico y muy lejano de la realidad. Pero si los riesgos son tan grandes, ¿por qué las estrategias no pueden ser tan audaces? Referencias Almeida, E. y M. E. Sánchez (1985). “Cultural interaction in social change dynamics”. In R. Díaz-Guerrero, Cross-cultural and national studies in Social Psychology (411-420). Amsterdam: North Holland. Almeida, E. y M. E. Sánchez (2007, 18 de mayo). 12 tesis para la interculturalidad. Conferencia en Mochicahui, Sinaloa. Universidad Autónoma Indígena de México. Almeida, E., G. Hinojosa, O. Soto, G. Inguanzo, M. E. Sánchez, y C. Cuétara (eds.). International Community Psychology: Community Approaches to Contemporary Social Problems. Volume I. Puebla, Pue.: uia Puebla. Bauman, Z. (2006). Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil, 2ª. Ed. Madrid: Siglo xxi Editores.
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