Rúbricas Número Especial

21 Y, frente a las imputaciones de amarillismo hechas contra el blog, agregaba que sus materiales no hacen más que dar cuenta de la realidad: “Son historias que realmente están pasando, no se están inventando; son la muy triste y muy cruda realidad”. Al final de aquella entrevista, la editora del Blog del Narco acusaba al gobierno mexicano de instrumentar una amplia operación de censura en su contra; censura manifestada a través no sólo del ocultamiento de la información y las descalificaciones de los medios convencionales sino también de las restricciones establecidas por las empresas proveedoras de los nuevos servicios de comunicación e información, como Facebook y Youtube; no obstante, lejos estaba de imaginar el recrudecimiento del entorno que deberían enfrentar los usuarios de las redes sociales pocos meses después; de lo cual son muestra las historias ya referidas ocurridas en Veracruz y Nuevo Laredo. El actual estado de cosas en el país ha hecho de los usuarios de las redes sociales uno de los colectivos más vulnerables, tanto o más que los periodistas que al menos se saben integrantes de un gremio. La acción de los blogueros y tuiteros mexicanos se despliega en condiciones que recuerdan el territorio comanche que así definía Arturo Pérez-Reverte en la novela homónima: […]territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos. El suelo de las guerras está siempre cubierto de cristales rotos.Territorio comanche es allí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando. Tiempo extra En la escena mexicana actual, la relación violencia-medios/medios-violencia impone una honda reflexión respecto al papel de las empresas mediáticas en un clima de inseguridad y violencia. La mayoría de los medios están obligados a superar una visión cortoplacista alrededor de una problemática que les exige mirarse críticamente a sí mismos, de tal suerte que les sea posible cuestionarse a quiénes se deben, a quiénes están sirviendo, y por qué las redes sociales, con todo y su vulnerabilidad, gozan de mayor confianza y credibilidad. En medio de esta problemática los medios tienen una gran oportunidad para verse al espejo y replantearse. Su labor original de vigilancia sobre lo público y de contrapeso ante eventuales abusos de poder debe ser encumbrada, toda vez que si, de fondo, no se erradican las raíces que dinamizan y reproducen la violencia, la respuesta seguirá siendo en términos de adaptabilidad en un entorno social que pide el cese de las actividades criminales. En esta ruta, los medios habrán de considerar que el respeto a sus audiencias, con un trabajo serio y profesional, constituye una clave para su propia subsistencia. La mayoría de los medios están obligados a superar una visión cortoplacista alrededor de una problemática que les exige mirarse críticamente a sí mismos, de tal suerte que les sea posible cuestionarse a quiénes se deben, a quiénes están sirviendo, y por qué las redes sociales, con todo y su vulnerabilidad, gozan de mayor confianza y credibilidad.

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