Rúbricas Número Especial 2

53 Jasmin Esmeralda Acevedo Contreras Alumna de la licenciatura en Comunicación de la Ibero Puebla, segundo semestre. j_as_minacevedo@hotmail.com Desde pequeña pensé que viviría por muchos años en mi casa, con mis familiares, y que eso no iba a cambiar hasta el día que decidiera casarme o formar mi propia familia. Pensaba que mis estudios los realizaría en escuelas de la comunidad, hasta que llegara el momento de entrar a la universidad, que tendría que alejarme un poco de casa para experimentar ese nuevo mundo. Pero, conforme iban pasando los años me encontré con muchas personas, en su mayoría de mi edad, que se convirtieron en parte importante en mi vida. Ellos, como todos los jóvenes, estaban llenos de sueños y grandes aspiraciones; siempre decían que querían lograr cambios importantes y favorables para su comunidad y que, si la vida se los permitía, también para su país. Al igual que ellos, yo también tenía anhelos: terminar los estudios básicos y estudiar una carrera que me permitiera desarrollarme en el ámbito profesional haciendo algo que me gustara y que me hiciera crecer como persona y, además, participar en el logro de un cambio significativo en mi sociedad. Pero, cuando eres pequeño miras el mundo de manera muy diferente y los problemas de los adultos para ti son insignificantes; la realidad que nos rodea no es nada más que risas y juegos de niños, hasta que llega el momento de enfrentarte a esa realidad. Y ese día para mí llegó en marzo del año 2011; comencé a ver la vida de otra manera y a cuestionarme sobre la realidad que nos rodea, sobre cómo hay jóvenes que no tienen una meta importante, que a su corta edad han echado su vida a perder; jóvenes a quienes les preguntas qué esperan para su futuro y qué harían para lograr sus objetivos y la única respuesta que recibes de ellos es: “seguir intimidando a los demás”, “convertirme en el jefe de una pandilla”, “ser temido y respetado por todos”. Ninguno mostró una visión positiva, todo eso me hizo pensar en qué clase de sociedad me encuentro, que muchos jóvenes que podrían alcanzar logros para su sociedad no piensan en nada más que sobresalir de manera negativa ante todos. La realidad que se vivía en mi país me empujó a migrar a México; al llegar aquí me encontré con un mundo muy diferente al que había visto hasta hoy, y conocí personas que me hicieron ver que siempre hay mucho más allá de un pasado triste y que siempre puedo cambiar mi propia realidad. Esas personas me motivaron y animaron a aplicar por una beca en la Universidad Iberoamericana Puebla, y después de realizar los trámites correspondientes, obtuve la Beca Arrupe, la cual cubre el 100% de mi colegiatura y todos las gestiones y gastos correspondientes a la inscripción. Una nueva etapa de mi vida comenzaba y dentro de la universidad. Me emocionaba mucho estudiar en una de las mejores universidades de México, con un nivel académico superior al de mi país. Conocí a varios jóvenes que, al igual que yo, se benefician con la Beca Arrupe. Ellos son para mí un claro ejemplo de que, cuando queremos lograr un sueño, somos capaces de hacer grandes sacrificios y esfuerzos. Todos estos chicos son personas con metas claras, grandes visiones para su futuro y dispuestos a ayudar a sus comunidades a crecer e implementar nuevos proyectos que les favorezcan de manera significativa. Cada uno tiene su propia historia, pero lo más importante es el valor que muestran al alejarse de todo para aprovechar la oportunidad que se les está dando de estudiar. Estos jóvenes tienen una perspectiva de la realidad muy diferente a la de otros que he conocido; valoran al máximo hasta la más mínima oportunidad que se les presenta y todos tienen el mismo fin: brindar a sus comunidades un poco de lo que ellos han recibido. De cada joven que he conocido he aprendido algo. Por ejemplo: tengo que afrontar la vida con más coraje y aprovechar todo lo bueno que ésta me ofrece; plantearme grandes metas y luchar por ellas hasta conseguirlas. La vida en este país y dentro de la universidad me ha ayudado a ampliar mis panoramas de la realidad, encontrar jóvenes que aun sin terminar su carreras, están muy seguros de lo que harán y las estrategias que utilizarán para seguir cumpliendo sus propósitos. Me entusiasma escuchar a mis amigas decir que las tres formaremos un gran equipo de trabajo; nada mejor que una política, una abogada y una comunicóloga para implementar grandes y nuevos proyectos que motiven a los demás a ser más críticos de su entorno, de su medio y que actúen para obtener un futuro mejor, juntas lograremos grandes cosas para nosotras y para nuestra sociedad. Nosotros, los jóvenes, tenemos el futuro en nuestras manos: podemos mejorar o desmejorar nuestra realidad. En este momento, en muchas partes del país y del mundo, hay quienes están tratando de superarse, de ser profesionales de provecho y, aunque la falta de empleo sea un factor desmotivador, siguen preparándose, porque confían profundamente en sus esfuerzos y aprendizajes. Jóvenes así necesitamos hoy, con grandes ambiciones y visiones de futuro, dispuestos a enfrentar el mundo y demostrar que son capaces de cambiar su sociedad. Sé que tal vez pueda ver a todos mis compañeros becarios lograr sus metas, pero sé que la vida es incierta y que hoy estoy aquí, pero si el día de mañana se presenta una nueva oportunidad en otro lado, para seguir creciendo profesionalmente y como persona, voy a aprovecharla, porque las oportunidades llegan una sola vez y si no arriesgamos, no podemos ganar o perder, y nos quedaremos con la duda de qué hubiera podido pasar, y el hubiera no existe. “NOSOTROS, LOS JÓVENES, tenemos el futuro en nuestras manos”

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