Rúbricas Número Especial 2

La chamarra verde Mara González González Alumna de la licenciatura en Derecho de la Ibero Puebla, octavo semestre. Ésta no es una historia sobre héroes o princesas, no es la clase de relato que encontrarías en un estante dentro de una biblioteca, eso ya lo conocemos. Ahora relataré algo distinto… Nuestra historia comienza en una tienda de ropa promedio, con un joven universitario promedio, quien estaba buscando una chamarra para poder soportar el frío durante las clases que aún no lograba comprender por qué eran a las 7:00 de la mañana. En un espacio de esta tienda había una chamarra verde que esperaba ansiosa conocer el mundo; desde el comienzo de la temporada de invierno había llegado a esos aparadores anhelando que alguien la comprara, al igual que había sucedido con el resto de sus compañeras; el tiempo había pasado, y ya comenzaba la temporada de verano, lo sabía porque las jóvenes que entraban al negocio comentaban cuánto tendrían que adelgazar en unas semanas para ponerse el traje de baño. La chamarra verde estaba impaciente, pues si no la compraban pronto, sería enviada a la bodega y nadie estaba seguro de qué ocurría en aquel lugar. Tal vez suene extraño, pero si lo pensamos un poco, la ropa es muy parecida a los seres humanos, viene en distintos modelos, tallas y colores. Y al igual que la mayoría de nosotros tienen un sueño; la ropa quiere cumplir su propósito: abrigar. Claro que hay alguna que es vanidosa, que sólo le importa lucirse, pero no hablaremos de esa clase de ropa “hueca”, que si bien es hermosa, puede llegar a contaminar las mentes de la juventud y, en algunas ocasiones, causar frustración; pero esa es otra historia. El joven recorrió la tienda rápidamente y fue entonces cuando la vio con su especial color verde; después de probársela se formó para pagarla. De poder hacerlo, la chamarra hubiera gritado de felicidad. Mientras esperaba en la fila, detrás de una joven que comentaba con una amiga su indignación respecto a las políticas ambientales, él recordó que cuando asistía a la Primaria el clima no era tan extremo; quizá su madre tenía razón cuando, preocupada, le dijo que había leído un estudio, realizado por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la onu, que decía que el cambio climático sería más rápido y destructivo de lo que se pensaba. La principal inquietud de su madre era, por supuesto, el futuro de su hijo y nietos; el joven sonrió al imaginarse con hijos, primero debería graduarse, quizá hacer una maestría, conseguir un empleo bien remunerado (algo complicado con la crisis económica mundial) y, por último, pensaría en una familia. Pero esta historia no es acerca del joven, esta historia es sobre la chamarra que él compró. La chamarra estaba entusiasmada por su primer día fuera de la tienda. Camino a la universidad, el joven prendió la radio, la locutora mencionó, entre las noticias de varios periódicos, una que particularmente preocupó a la chamarra: “Mexicanos perciben 80% la inseguridad a la alza”, y siguió anunciando que, según una asociación civil, “los delitos de alto impacto pasaron de 736 mil a 937 mil”. La chamarra no sabía bien qué eran los delitos de alto impacto, pero alguna vez escuchó hablar a las empleadas de su antigua tienda quejarse de la inseguridad, ya que una de ellas había sufrido un asalto. Por tanto, sintió miedo, pues mientras estuvo colgada nunca tuvo ningún problema. ¿Qué pasaría si este nuevo mundo no le gustaba? Tal vez debió esconderse entre la demás ropa, quizá la bodega hubiera sido mejor. Estos pensamientos desaparecieron una vez que entró al salón de clases y escuchó más voces. Una joven se acercó para hablar con Arturo (la chamarra supo el nombre de su portador gracias a la madre de éste) sobre la pelea que había tenido con su novio la noche anterior, ya que últimamente él salía con sus amigos, regresaba a su casa en estado de ebriedad 77

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