78 Número especial, otoño 2013 y lo que más le preocupaba a ella era que así manejaba su coche y había leído en una red social que el 90% de los accidentes automovilísticos eran ocasionados por el alcohol. Su novio le había comentado que todos sus amigos manejaban ebrios y si él no lo hacía lo sacarían del grupo. La chamarra no pudo saber cómo terminó la pelea de la chica debido a que llegó el profesor; la clase le pareció muy interesante, el maestro hacía reflexionar a sus alumnos, les hizo ver lo afortunados que eran por ser estudiantes universitarios ya que, según algunas estadísticas, de cada 100 niños que ingresan a la Primaria sólo 17 entran a la universidad. Además, el profesor les recordó que su universidad no buscaba crear a los mejores del mundo, sino a los mejores para el mundo. La chamarra se sintió muy orgullosa de poder estar en esa clase, el día transcurrió y ella aprendió todo lo que pudo, no dejaba de poner atención en cada detalle que mencionaban los compañeros de Arturo y sus profesores. El tiempo pasó, el verano llegó, y con él la chamarra ya no era necesaria, pasaron los días y se sintió triste de estar encerrada en un armario. Finalmente, un día Arturo entró con su mamá a la habitación, hablaban respecto a qué ropa donarían para la campaña de acopio que estaba realizando la universidad; el miedo invadió a la chamarra desde el momento en que el joven la descolgó y la empacó. Su miedo no desapareció hasta escuchar voces; se tranquilizó cuando sintió que unas manos más ásperas que las de su antiguo dueño la tomaron, escuchó que el joven de las manos ásperas dio las gracias pues necesitaba una chamarra para ir a trabajar y no había tenido el dinero para comprarla porque era el responsable de la familia desde que su padre se había marchado para buscar un futuro mejor. La chamarra se sintió feliz porque volvería a ser útil, podría abrigar a alguien más y aprendería más cosas. Luego de unos años, la chamarra aprendió que los jóvenes se esfuerzan todos los días por tener un futuro mejor, comparó su primer hogar con el actual y se dio cuenta que, a pesar de las evidentes diferencias, ambos jóvenes pasaban por problemas semejantes, como el alcoholismo, la inseguridad, las relaciones amorosas, el desempleo y la corrupción. Sin embargo, a ellos no sólo les importaba su bienestar y el de su familia, sino también el de la sociedad en la que vivían y trabajaban, porque tenían muy claro qué querían lograr, y no perdían la esperanza de alcanzar un futuro mejor; un futuro donde los sueños sean más reales, los miedos más valientes y la juventud más madura; un futuro que, sabían, estaba a su alcance mientras no perdieran los principios, sus valores y la esperanza. Ese futuro podía ser realidad mientras no se dejaran corromper. Qué lindo es ser una chamarra verde, verde como el color de la esperanza.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTY4MjU3