Rúbricas Número Especial 3

39 estén debidamente capacitadas; que la motivación a solucionarlos sea nula; o, simplemente, que no haya posibilidades de resolverlos. Si la razón fuese esta última, debería hablarse con absoluta franqueza e informar que presentar la queja implicará únicamente dejar un registro del hecho. Los casos potencialmente controversiales y notorios son aquellos a los que se les da prioridad o en los que, efectivamente, trabajan para presentar resultados. Tal es el tema de la corrupción en las cárceles de México. El 5 de enero del año en curso, El Universal publicó una noticia donde explicaba que éstas tenían sobrepoblación extrema en algunos recintos. Ante la denuncia pública, la cndh hizo investigaciones y las publicó para que la población estuviera consciente de lo que ocurría: Los datos recabados por la cndh mencionan que en 2011 se presentaron cincuenta y dos incidentes, lo que originó que ciento setenta y una personas perdieran la vida y seis resultaran heridas, mientras que en 2012 se registraron setenta y tres altercados, con un saldo de ciento cincuenta y cuatro muertes, ciento tres lesionados y doscientos sesenta y un presos fugados. Según los datos de la cndh, entre 2010 y noviembre de 2013, se detectaron trescientos once incidentes, lo que provocó la muerte de seiscientas diecinueve personas, trescientos cincuenta y nueve heridos y seiscientos setenta y ocho fugados (Muedano, 2014). En el caso de la polémica surgida con el tema de las cárceles se demostró que tienen recursos, pueden investigar, y cuando lo ven conveniente pueden presionar a los gobiernos para mejorar la situación de los derechos. Me resulta difícil concluir y decidir terminantemente si la cndh puede defender o promover de manera eficaz o eficiente nuestros derechos, sin omitir aspectos negativos y positivos. La definición de eficaz nos habla del cumplimiento de los resultados esperados en tiempo y forma. A su vez, “eficiente” quiere decir que se aprovechan al máximo los recursos, que sean de preferencia pocos, para cumplir con la tarea asignada. Si tomo como base estas definiciones y apoyándome en la información presentada, entonces, mi respuesta es no. No me queda duda que en algún nivel cumplen con sus labores. Pero no ejercen con la rapidez que pudieran hacerlo, y mucho menos, con la menor cantidad de recursos posible. La misión de la cndh es relevante, bien pensada y puede ser de mucho beneficio para los miles de quejosos. Lamentablemente, como cualquier institución, no es ajena a la corrupción, intereses personales de altos mandos y a la burocracia experta en ralentizar procesos. Como estructuras sociales, siempre ha habido quienes nos representan; a quien acudir en caso de eventualidades: en las escuelas, en las familias, en la sociedad, en cualquier lugar. La cndh es la encargada de velar por nuestros derechos humanos y ha logrado lo que pocas instituciones en este país, en el cual el 44% de la población vive en pobreza (unicef México, 2008): ser conocida en todo estrato social y, en la mayoría de los casos, conocer cuál es su misión. La Comisión está presente en la mente de la ciudadanía mexicana y esto significa un gran éxito. Pero no sólo es necesario saber que existe una Comisión. Para poder aprovechar la existencia de la cndh es necesario que sepamos cuáles son nuestros derechos y exijamos su cumplimiento; que podamos acudir a algún lugar y se nos atienda con prontitud y eficacia si somos víctimas de la violación de un derecho; y que tengamos seguridad de que es posible esperar la reparación de una queja. Personalmente, yo no confiaría en la Comisión si me encontrara en la situación de pedir su apoyo. Y sé que, como yo, muchas personas piensan lo mismo. Como civiles, no podemos hacer justicia con nuestra propia mano. No podemos cuidarnos solos. Necesitamos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Pero ¿qué hacemos para que se cumpla la misión establecida? El objetivo de la Comisión es intachable, sin embargo, no podemos afirmar lo mismo de la conducta de quienes ahí laboran o de los procesos de seguimiento de las quejas. Como dije anteriormente, los salarios y el dinero del que disponen son de tal magnitud que me hace poner en tela de juicio la idoneidad de la Comisión. Sin embargo, no me parece que la disolución de esta organización sea una salida viable a la problemática, porque como sociedad necesitamos de la cndh para recurrir a algún lugar cuando tengamos situaciones que ameriten su intervención. Concluyo que con una reforma interna de la institución sería posible la defensa de los derechos humanos. Sería necesario establecer salarios congruentes y que la mayor parte de los recursos económicos estuvieran destinados a la resolución de casos y capacitación de personal. Asimismo, sería imperativo que se estableciera una auditoría constante a la Comisión, para evitar el desvío de recursos y minimizar las posibilidades de corrupción dentro de la entidad. Por último, deberían contratar personal con un perfil acorde al trabajo que va a ejecutarse, es decir, personas empáticas a las situaciones que se van a presentar y con interés verdadero en ayudar a las personas que llegan a la cndh a presentar su caso. Ciertamente, es difícil concebir que se lleven a cabo dichos cambios en un sistema basado en favores y burocracia de sociedad. Sin embargo, si se lograra el éxito de la cndh sería inminente, puesto que, como mencioné, las personas necesitan una institución en quien confiar y a quien acudir en busca de justicia. Hasta hoy, con todo y sus ineficiencias, la cndh es frecuentada por la ciudadanía mexicana en espera de resolver sus cuestiones de derechos violentados.

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