Página 8 - agosto2013

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mosaico
central
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situaciones de ignorancia, miras cortas, miedo, prisa, ira, ambi-
ción, etc. el resultado es una toma de decisiones por más equivo-
cada. Existen incluso mecanismos de supervivencia tan metidos
en nuestro subconsciente que ni siquiera nos damos cuenta de
que existen. Prueba de ello son los resultados arrojados por expe-
rimentos sobre el comportamiento humano como aquel de John
Darley y Daniel Batson sobre la fábula del Buen Samaritano, y el
llamado Experimento de Milgram sobre sujetos bajo autoridad
infringiendo tortura
1
. Lo más importante de esos experimentos
no es señalar lo mal que se comportaron los sujetos de estudio,
sino reconocer que una parte de nuestra naturaleza humana nos
empuja a que, en situaciones extremas, prescindamos de nues-
tro aparato ético.
Así que sí, es cierto, encontraremos mucho mal en el mundo,
pero sólo porque el mundo es grande, pues hay aún más
bien
en
él. Es como si el bien fuera la regla, mientras que el mal, la excep-
ción. Por eso es que nos hace ruido en el corazón. Por supuesto
las noticias -cuyo contenido está conformado casi en su totalidad
por notas funestas- y el ambiente de pesimismo que a veces nos
ahoga, no nos permite ver esto, orillando a más de una persona a
profundas depresiones y un sentimiento abrumador de impoten-
cia. Pero el bien existe y más aún, nosotros somos sus creadores
y portadores activos.
No es una decisión saludable clavarnos en las injusticias, abu-
sos, y actos deshonestos, pues es una forma de minar nuestra
propia fortaleza, de amargarnos el corazón y de ser cada vez más
incapaces de realizar actos de bondad -principalmente porque de-
sarrollamos sentimientos de impotencia y un gran resentimiento
contra las personas y el mundo-, aunque esto no significa tampo-
co que ignoremos la inmundicia del mundo. Más bien es reconocer
los problemas, y llevar soluciones desde nuestro bienestar. Porque,
¿cómo aspiramos a llevar felicidad -el Bien Supremo, con todas
las necesidades materiales, afectivas, sociales, psicológicas, es-
pirituales, políticas y culturales que conlleva- si nosotros mismos
no nos permitimos vivirla? Ser feliz no nos hace cómplices de la
miseria de otras personas, y más bien nos provee de herramien-
tas para crear felicidad en el mundo.
L
as historias que nos cuentan desde que somos niños
están fundamentadas en una dicotomía: existe el bien y
existe el mal. Caperucita y el lobo, Dios y el demonio, En-
rique Peña Nieto y el “candigato Morris”, Harry Potter y
Voldemort, etc. Es más, los discursos que nos rodean tienen esta
misma carga ambivalente: rico-pobre, obrero-burgués, vieja-joven,
progreso-retraso, revolucionario-reaccionario y un sin fin de otros
casos. Pero lo cierto es que la realidad dista mucho de este mani-
queísmo arcaico. Las cosas, y sobre todo las personas, conforman
complejidades suficientemente vastas como para poder ser enca-
silladas en categorías tan simplistas como buenos o malos.
Claro que existe el mal, y actos horrendos, y situaciones ne-
fastas, y teorías sociales, económicas y culturales grotescas. Y
lo vemos en cada momento. Basta encender la tele y ver las
noticias, o prestar atención a la gente que nos rodea y escanda-
lizarnos ante sus actos chuecos de corrupción, robo, y desho-
nestidad en general. Pero eso no significa que las personas sean
malas, nosotros sólo vemos el resultado de una enorme cantidad
de circunstancias que han llevado a las personas a actuar de tal
o cual manera. Desde traumas de la niñez hasta el resultado de
un discurso interno que justifica el “bien” propio por encima del
de los demás. Es decir, las personas no son malas, sino que
actúan mal. Y aún desde esta perspectiva, hay que reconocer
que lo que para algunos es bueno, para otros malo y viceversa.
Pero en general, podemos afirmar que las personas tienen una
inclinación por el bien. Probablemente comenten “malos” actos en
pos de un bien personal, o quizá “un bien mayor”, e incluso para
evitar un mal mayor, pero las personas no hacen el mal por el mal
mismo -incluso en casos de venganza, las personas persiguen
una satisfacción personal y hasta un castigo (“justo”=”bueno”)
para aquél que los ha violentado de alguna manera-.
Porque si bien las personas tenemos la habilidad de discernir
entre el bien y el mal -y es una de las principales características
que nos diferencian de los animales, quienes no son ni buenos ni
malos-, lo cierto es que la realidad se torna tan compleja por mo-
mentos que sobrepasa nuestra capacidad, y si a eso le sumamos
También se
dice que el
mal es sólo
la ausencia
del bien
Por Adriana Gorra Valtierra, alumna de
la Licenciatura en Interacción y Anima-
ción Digital
Las personas no son malas,
sino que actúan mal. Y aún
desde esta perspectiva, hay que reconocer
que lo que para algunos es bueno, para
otros malo y viceversa.
1
Por falta de espacio no me es posible incluir descripciones de los mismos,
pero pueden encontrarse las mismas en internet. Para el primero se pude ac-
ceder en la siguiente liga http://www.rinconpsicologia.com/2010/05/el-experi-
mento-del-buen-samaritano.html, mientras que para el segundo se encuentra
en Wikipedia bajo el título “Experimento de Milgram”
Ilustración: Ma. Lissette Rojas Tejeda