Página 8 - enero2014

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mosaico
central
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mos encargado de darle un valor monetario que, de no cumplirse,
nos arroja directamente en el infierno de la
no-riqueza
y
el retra-
so o sub-desarrollo
. Pero ¿por qué vale tanto el tiempo? Porque
sabemos que, aunque infinito en su esencia, es finito en nuestra
experiencia y como tal se le debe sacar el mayor provecho posible,
porque perderlo o gastarlo es sinónimo de ruina. El tiempo vale
porque nos sabemos tan efímeros y líquidos que una vida humana
no alcanza para conocerlo y lo desconocido es también una fuente
inefable de poder y dominio y quien controla el (su) tiempo, contro-
la todo. La condición temporal
de nuestra existencia humana
hace, paradójicamente, que el
tiempo sea aún más valioso.
Termino esta breve reflexión
sobre el tiempo comentando un
relato de Borges,
El otro
, publicado en
El libro de arena
. En él, el
autor tiene un encuentro con sí mismo en Boston. Las condiciones
contextuales de ambos seres son muy similares: están sentados
en una banca, a orillas de un río, pero uno se encuentra en Boston
y el otro en Ginebra. Deciden probar que son el original
ser
, po-
niéndose a prueba en su conocimiento sobre
mismos y sobre
la realidad. Un Borges joven encarando a un Borges viejo en una
batalla contra el tiempo y, paradójicamente, junto con el
Tiempo
,
en dos planos que también se sospechan infinitos que finaliza con
la posibilidad de haber sido un sueño en el cual convergen recuer-
dos del pasado y del futuro. La memoria, el recuerdo, la imagina-
ción, en este sentido, son también medidores porque nos permi-
ten situarnos en planos temporales, mucho más que espaciales,
y movernos entre encuentros e imágenes de lo que quizá no ha
sucedido pero no por eso se le resta realidad. El tiempo es un ser,
una materia, una sustancia y nada porque lo es todo. El encuentro
con el otro de Borges es el encuentro del ser con el
tiempo
y con
el
Tiempo
.
N
o hace mucho creímos que el tiempo era sólo una forma
de medición de nuestra existencia, relacionada con nues-
tras acciones y mediadas por nuestro entorno natural y
cultural. La observación de los astros, de las eternas ba-
tallas del sol contra la nada y de la luna con los ciclos del agua, de
venus con la llegada de algún mensajero deificado o simplemente
de la eterna necesidad de medir y mediar
algo
tan complejo a par-
tir de
algo
tan simple, como lo es la vida contada con gotas de
agua o granos de arena. Nunca hemos sabido cómo o qué es el
tiempo, pero nos hemos dado a la tarea de medirlo y aprisionarlo.
¿Aprisionarlo? Suena demasiado pretencioso tratar de aprisionarlo
cuando es evidente que somos nosotros los atados a él inexora-
blemente: las manecillas del reloj nos parten en dos mitades eter-
nas e infinitas como laberintos bajo un cosmos vigilante, castiga-
dor pero benevolente. ¿Es el tiempo una creación nuestra o somos
nosotros una creación del tiempo?
Si pensamos en las múltiples caras que tiene el
Tiempo
(o eso
que creemos es el
Tiempo
) para exhibirse ante los ojos incré-
dulos de quienes lo miden, es probable que nos topemos con
muros tanto científicos como de fe, culturales como tecnoló-
gicos, sociales como naturales y lo más probable es que aun
así no sepamos de qué forma se nos hará presente. Y es que
el
Tiempo
es resultado de una correlación del
tiempo-acción
,
el
tiempo-cultura y el tiempo-natural
, y viceversa, que nos permiten
concebir al
Tiempo
. No es simplemente la medición del despla-
zamiento de un objeto en el espacio en relación con otro, sino la
medición de la existencia misma de las acciones del sujeto en
relación con otros sujetos y otras acciones.
Entrada ya la época industrial, tomando como ejemplo nues-
tro país, los trabajadores, antes campesinos, notaron un drástico
cambio
en
y
de
vida, puesto que sus tiempos vitales habían sido
alterados a partir de la lógica del trabajo colectivo e industrializa-
do. Antes se era dueño del tiempo, puesto que el campo y sus
ciclos son, de una forma u otra, demasiado serenos y estables;
no importa cuánto tiempo se pase sobre la tierra, sólo ella decide
cuándo nace la planta. Es bien sabido que mucho tiempo antes
de la llegada de los españoles, las mediciones temporales se ha-
cían en función de los ciclos agrícolas y que de éstas dependía
todo el status de la comunidad en tanto que se organizan todas las
demás actividades (guerra, rituales de petición, sacrificios) en tor-
no a estos ciclos. Ahora ha llegado el monstruo de acero y fuego,
en el que la vida en contacto con la naturaleza se ve interrumpida
por horarios de trabajo y de encierro, bajo la promesa de un sa-
lario y la esclavitud dentro de un tiempo desconocido. El tiempo
ya no se mide en comunión con la naturaleza, sino en función de
cantidades, materiales, producciones.
“Tiempo es dinero”, dice una gran parte de los ciudadanos capi-
talistas en el mundo. Ahora este fenómeno incomprendido no sólo
ordena y condiciona nuestras acciones humanas, sino que nos he-
Por Lic. Alejandro Cortés Patiño, académico del
Área Intercultural de Lenguas
La sabia virtud
¿Es el tiempo una creación
nuestra o somos nosotros una
creación del tiempo?
Juan Manuel López Martínez, alumno de la Licenciatura en Mercadotecnia