formando el
mosaico
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Hace cinco años me encontré. No estaba perdida, simple-
mente no me había buscado. En ese momento no lo sabía, pero
no puedes encontrar algo que no has buscado. Ahora no dejo
de hacerlo y constantemente me estoy encontrando. Siempre
me sorprendo, a veces cuando pienso que ya me conozco me
doy cuenta de que en realidad sólo conocía una muy pequeña
parte de mí, y con cada pieza que encuentro me construyo de
nuevo. Sé que nunca terminaré de hacerlo, pero es mejor así.
Al igual que yo, el mundo y el tiempo cambian, y si no cambiara
con ellos, entonces sí me perdería.
Les voy a contar la historia de mi encuentro. Nací hace
veinticinco años en Puebla, en una familia muy unida. Desde
pequeña fui comprometida y apasionada, aunque siempre
cautelosa. De mi mamá aprendí el compromiso, y de mi
papá a observar el mundo. De ambos aprendí la pasión por
formar parte de él. Estudié con jesuitas en el Instituto Oriente
y en el 2008 entré a estudiar diseño gráfico en la IBERO de
Puebla, donde comencé mi educación profesional y continué
mi educación jesuita. Mis dos primeros semestres los pasé sin
problemas, descubriendo el mundo del diseño gráfico. Fue en
el verano del 2009 cuando las cosas cambiaron drásticamente.
Después de un pesado verano en la Universidad empecé a
ver una mancha en mi ojo derecho. Tras una serie de estudios
finalmente me diagnosticaron con un tumor en el cerebelo,
el cual tuvieron que quitarme por medio de una complicada
cirugía. Siento que he contado esta historia tantas veces que ya
no sé si todavía tiene impacto, pero todavía tiene impacto para
mí. Porque, con el riesgo de que suene trillado, esa experiencia
me cambió la vida: he podido aprender cosas sobre mí misma,
pero también cosas sobre la vida y el mundo. Me gusta
compartir estos aprendizajes porque espero que inspiren a
otros a ver a la vida y al mundo de maneras diferentes también.
La cirugía y la estancia en el hospital son la parte menos
importante de esta historia. Los verdaderos aprendizajes
vinieron después, durante el proceso de rehabilitación. Después
de estancia de varias semanas en el hospital, fui internada en
un centro de neurorehabilitación en el cual pasé varias semanas
más. Ahí empecé un camino largo hacia mi recuperación: tuve
que aprender algunas cosas y reaprender otras. Reaprendí a
sentarme, a respirar, a caminar y a usar mis manos… y aprendí
una manera diferente de ser yo. Lo que no sabía era que el
camino no iba a ser solamente hacia mi recuperación física,
sino a mi autodescubrimiento, el descubrimiento de mi lugar en
la vida y en el mundo. Este camino, como se podrán imaginar,
aún lo sigo recorriendo.
Recuerdo la primera vez que tuve conciencia del cambio que
había en mí: fue un día en que mi tía fue a visitarme. Después
de pasar un tiempo conmigo platicó (no recuerdo si conmigo,
o alguien me lo dijo después) que la experiencia de verme fue
muy impresionante porque veía en mis ojos que había crecido.
Fue entonces cuando supe: esa experiencia de vida me hizo
más grande. En ese momento sentí que podía lograr cualquier
cosa que me propusiera y decidí que todos mis pasos en la
Por Mariana López Sánchez, alumna de la Licenciatura en Diseño Gráfico
vida iban a ser grandes… como yo. Los pasos ese día eran
metafóricos porque todavía no podía caminar, pero así, sentada
desde el sillón en mi cuarto, débil físicamente a causa de todo
el peso que pedí, me sentí más fuerte que nunca.
Después de ese día las cosas no cambiaron mucho, seguí
con mi rutina normal de terapias. Pero el fuego que se encendió
dentro de mí no se apagó. Conforme pasa el tiempo me voy
dando cuenta de muchas cosas que en el momento no pude ver.
Hoy sé, por ejemplo, que ese fuego fue el símbolo de haberme
encontrado. En el centro de neuro y después de la operación
dejé de ser la “yo” que era, todas mis piezas se reacomodaron.
Haber perdido (aunque fuera momentáneamente) la vida que
tenía fue una experiencia muy fuerte. Para animarme y sentirme
mejor todos los días que trabajaba con mis terapeutas lo hacía
con el objetivo de recuperar mi vida de antes; de recuperar a
la “yo” de antes. Pero poco a poco y conforme fue pasando el
tiempo me di cuenta de que eso no iba a ser posible. Ya no era
la misma, había, como dijo mi tía, crecido.
En el momento en el que reconocí y acepté que iba a trabajar
por construir algo nuevo en lugar de recuperar lo que ya tenía,
las piezas de mi vida empezaron a ajustarse en su lugar: conocí
personas que se han vuelto una gran parte de mí, y de quienes
he aprendido muchísimo, viví experiencias completamente
nuevas y participé en proyectos en los que no hubiera
participado antes, con los que he aportado pequeños cambios
al mundo. Hoy sigo conociendo, viviendo y descubriendo
cosas nuevas. Hoy puedo decir que he subido montañas.
Metafórica y literalmente. Abrir los ojos y despertar de la crisis
me ha convertido en una persona entera y fuerte que conoce
su propósito, con un proyecto de vida emocionante y lleno de
caminos por descubrir. Todo esto porque dejé ir a la persona
que una vez fui y le di a bienvenida a la persona en la que me
estaba convirtiendo. Gracias a que me busqué y me encontré, a
que me sigo buscando y encontrando. Alguna vez dije que nací
dos veces: el día en que nací hace veinticinco años y el día en
que desperté después de la cirugía. Pero ahora me doy cuenta
de que no es así. En realidad nazco, nacemos, todos los días.
Quisiera terminar el texto llevando esta reflexión sobre mi
vida un poco más allá, aplicándola a la situación actual que
se vive en México. Todos vemos las noticias, consultamos los
periódicos, vemos lo que pasa en las redes sociales. Estamos
viviendo un momento de crisis severa que parece no tener fin,
pero esta crisis puede llevarnos a mejores cosas si decidimos
despertar de ella. Creo que la clave está en aceptar que no
podemos ser el país que hemos sido y buscar el país que
podemos llegar a ser, plantear soluciones y alternativas nuevas
para construir un país nuevo. Las piezas de México se están
reacomodando, es nuestro trabajo ponerlas en su lugar. No es
mi objetivo en este texto plantear cuáles son las soluciones (que
no puede ser solo una) ni decir cómo debemos acomodar las
piezas. Lo que sé es que si decidimos despertar de esta crisis
juntos podemos como comunidad, buscarnos y encontrarnos.
Sé que podemos crecer… y ser grandes. Entonces seámoslo.