46 primavera - Verano 2011 No sólo piden que sean reconocidos sus derechos, sino también un espacio para participar en la vida social como ciudadanas. Encontramos a Clarisa, una madre argentina de unos 40 años. Llegó con su papá a Bolivia, en busca de mejores oportunidades. Más tarde, fue llevada a Cochabamba por medio de engaños, y ahí empezó el trabajo sexual. ¿Al alcalde? El alcalde lo que se ocupa es agarrar, mandar que cobren el impuesto, renta, todo sobre los negocios, pero sobre nosotras nunca he visto que se ocupe, nunca he visto de que diga bueno las chicas, las trabajadoras sexuales, este... necesitan algo vayan a ver, colaboren con que necesitan algo, no nunca. […] Hay mucha gente que nos denigra todavía y que por favor que nos tengan en cuenta, no significa que ser alcalde... no solamente se ocupe del pueblo, también se ocupe de nosotras porque nosotras pertenecemos al pueblo también (Clarisa, Bolivia). Para terminar, una última recomendación fue la atención de salud integral, la cual va más allá de la salud sexual y reproductiva. Rosalía es una mujer en 30 años, de una región rural del Oriente boliviano. Anteriormente trabajó en el comercio sexual, pero ahora es promotora de salud. Aunque ella no ha sido víctima de trata, ha vivido la violencia en este ambiente. Su testimonio nos pareció importante para apoyar nuestra argumentación. ¿Qué, los servicios de salud para nosotras? Me gustaría que aparte no sólo nos revisen la vagina nomás... tenemos hígado, tenemos vesícula, tenemos otros órganos en el cuerpo... me gustaría que nos revisen todo lo que tengamos, revisión de todo, que tengamos ecografía, que si estamos mal de la vesícula... del hígado qué se yo, que no sea de la vagina y nada más (Rosalía, Bolivia). No obstante, se debe reconocer que en formas de trata, una mujer puede sentirse cosificada. Es el caso de Ágata, quien se siente como “un animal”. Ella tiene menos de 20 años y es originaria de la Selva peruana. Ágata parece tener más detalles sobre los procesos, y eso parece influir, en parte, en la percepción que tiene de su situación. A continuación relata su experiencia: [La señora gana] como decir “por cabeza”, dice, como si fuéramos cabezas de ganado digo no. Por cada cabeza le gana 50 soles. Y a veces gana 100. Dependiendo de que o sea de cómo somos, o sea así somos que nunca hemos trabajado así, 100 soles, y si hay chicas que ya han trabajado 50 soles (Ágata, Perú). Ella lo vivió con más dificultad: [Me siento discriminada] como si me hubiera vendido. Me siento como si me hubiese vendido, algo así parecido, es como decir, como si yo fuera un gajo de plátano y me está vendiendo, así me siento (Ágata, Perú). Derechos básicos y seguridad personal Consultar a la sociedad civil para saber cuáles serían los siguientes pasos para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas nos parece esencial para asegurar la adecuación entre las necesidades de las mujeres y las políticas e intervenciones desarrolladas por las autoridades y el Estado. Hemos dado atención particular a esas necesidades y preguntamos a las participantes qué se necesitaría para que exista respeto a sus derechos. En Bolivia, conocimos a Katarina. Ella es colombiana, tiene hijos y cuenta con alrededor de 20 años. Llegó sola, con el propósito de estudiar y escapar de la violencia de su país. Tiene papeles bolivianos que obtuvo clandestinamente a muy altos precios. Fue víctima de extorsión y amenazas por parte de dueños de un local exigiéndole multas de hasta 5 000 BS (≈695 dólares). Sugiere lo siguiente a las autoridades: Mayormente les diría que nos apoyen, que nos den un granito de arena, que nos den una esperanza, para que nosotras podamos progresar para ya no ser más bajoneadas, más pisoteadas por la gente, por la gente ignorante, que nos den aliento, que nos den fuerza para que nosotras podamos ayudar, podamos crecer como bolivianos que son ellos, de mejorar Bolivia, así con travestis, bisexuales, chicas del ambiente, eso es lo que yo diría le diría a cualquier persona apoyarnos ambos (Katarina, Bolivia).
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