Rúbricas 1

72 primavera - Verano 2011 Un país de fosas comunes, de donde surgen, como en estos días, los restos de 72 migrantes indocumentados centroamericanos ejecutados por los cárteles de la economía criminal. Todo esto es trágico y no exagero. Forma parte de la realidad. En el marco de un Estado de tipo delincuencial y mafioso, cleptocrático, es decir, gobernado por ladrones, nos han “acostumbrado” a una violencia, que ahora, quienes la ejecutan, buscan “normalizar”. Desde arriba, se quiere instalar un tiempo de guerra y de barbarie. Vivimos sumidos en una presunta guerra entre buenos y malos, que ha resultado muy letal. Que según cifras oficiales ha generado la muerte de 28 mil mexicanos en sólo tres años y medio. Pero las víctimas de esa violencia reguladora son más. Muchas más. Producto de esa violencia, muchos niños quedaron huérfanos de padre y con sentimiento de pérdida y venganza. Deben saber, también, que vivimos en un México donde 7.5 millones de jóvenes de entre 12 y 29 años no estudian ni trabajan. Son los llamados ninis. Seres sin sitio social, a los que el Estado no les ha dado futuro. Han quedado excluidos de las oportunidades de estudio y de trabajo. La mayoría de ellos viven en la pobreza extrema. Vivimos, también, en una sociedad de niños depredados sexualmente. En un México, donde incluso líderes religiosos lanzan invectivas difamatorias y ofensivas, que son también intolerantes, discriminatorias y violatorias del principio de laicidad del Estado consagrado en la Constitución Política mexicana. * * * Si me atrevo a comentarles todo esto, aquí, en este recinto que lleva el nombre de Ignacio Ellacuría, es porque su práctica de vida fue liberadora y porque el lema de esta Universidad Iberoamericana reza: “La verdad nos hará libres”. Pero no crean mi verdad. Duden. Duden de todo. Analicen. Critiquen todo. Ustedes tienen en sus manos la posibilidad de construir un mundo diferente. Otro mundo es posible, sí. También otro México. * * * Les he hablado del horror. Sé que la mirada sobre el horror paraliza, espanta. El mensaje del poder busca imponer la idea de que es mejor callar; el silencio como forma de sobrevivencia. De esa forma, el silencio se hace aliado o es cómplice del terror. Pero la peor solución, además de cruel, inhumana, es ser cómplice del silencio. Llevar la mirada hacia el costado y vivir como diciendo “aquí no pasa nada”. La resistencia a saber, individual y colectivamente, y el asco y el miedo que despiertan situaciones como las que les he descrito, además de la cárcel, la tortura, las desapariciones forzosas, los genocidios, las ejecuciones sumarias como la de Ignacio Ellacuría y sus cinco compañeros jesuitas en El Salvador, nos invitan a huir de esos temas. En sentido contrario, la palabra engendra esclarecimiento. Para quienes lo han padecido, la memoria del terror es imborrable. La fuga en el olvido, en el borramiento de la experiencia, es impracticable. La memoria del horror no caduca ni tiene punto final. Por eso, a partir del testimonio de las víctimas, del esclarecimiento de la verdad y la recuperación de la memoria histórica, colectiva, es necesario comprender qué ocurrió y cómo ocurrió. * * * Nos acercamos a septiembre, mes patrio. De entre los fuegos de artificio de la hora deben ustedes distinguir el país formal del país real. Y por paradójico que parezca, en la llamada sociedad del conocimiento priva un desconocimiento producto de políticas deliberadas de ocultamiento de la información y la verdad. Como tantas veces antes en la historia reciente se nos pretende pasar “gato por liebre”. Decía hace poco Pablo González Casanova, que los antihéroes de antaño son los héroes de ahora y se les rinde culto. ¿Qué vamos a festejar? ¿La Revolución? ¿La Independencia? Si algo no les gusta a los que mandan en México es la Revolución. La Revolución fue un gran movimiento de masas y al Partido Acción Nacional y sus patrocinadores, los verdaderos amos de México, no les gustan las masas. ¿Vamos a festejar acaso la Independencia en el marco de un gobierno que ha abdicado en la defensa de la soberanía nacional? En lo que va del sexenio, de manera reiterada, el jefe del Ejecutivo ha invocado el mantra de la “unidad nacional” para enfrentar el fantasma de un país profundamente dividido en clases, empobrecido, agraviado. A punto de estallar. En estos días de celebraciones centenarias y bicentenarias, asistimos a una waldtdisneylandización de la historia. Echando mano de la cultura del espectáculo, una cultura alienación, consumista, mediática, amansadora, encubridora de la ideología dominante, desde los círculos gubernamentales se intenta ocultar esa realidad de horror y muerte en muchos espacios de la geografía nacional, para legitimar los monólogos de un poder presidencialista conservador, decadente, fatuo. Pero la historia no se puede silenciar. La memoria del horror está presente, aunque las grandes mayorías no saben que todo es posible. Por eso, debemos reintegrar a la memoria colectiva lo que, de olvidarse, retornaría. Debemos oponernos a la inercia del consenso, del “borrón y cuenta nueva” y el “no te metas” del discurso dominante que quisiera un pasado sepultado para siempre, y un presente de gente callada, pasiva. No participativa. Si intento llamarles la atención sobre estos temas, es porque con gran profusión, algunos hechos del pasado

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