75 Vista como nuevo paradigma en la escena política, la gobernanza1 parece arribar a las democracias modernas como un modelo estimable para determinar la conducción de la sociedad y aumentar su bienestar a través de la acción pública. Aunque no es extensa, la literatura al respecto destaca sus múltiples ventajas y su importancia en tanto forma novedosa de gobierno que se separa de una concepción tradicional de la idea de Estado, entendido únicamente como aparato gubernamental.2 En México, hoy es posible constatar prácticas inspiradas en la gobernanza y en las que sin dejar de fungir como actor central, el gobierno abre las puertas a actores no gubernamentales para emprender planes, programas, proyectos y servicios que tiempo atrás eran asunto exclusivo del sector público. En mayor medida, estas experiencias tienen lugar en el contexto municipal como ámbito privilegiado de una acción pública más coordinada y dialogada con los destinatarios de la misma. Lo cierto es que estos casos suelen ser la excepción y deslumbrar, precisamente, por ir en sentido contrario a la praxis ordinaria de la acción pública, la cual tiene un carácter vertical, unilateral y hasta opaco. Al reconocer e incorporar a actores no gubernamentales en la tarea de gobierno, no obstante, se corre el riesgo de que sean solamente los intereses de los involucrados los que prevalezcan sobre una colectividad más amplia. Más específicamente, se podría decir que en sociedades con un alto grado de participación ciudadana, la gobernanza puede representar un esquema efectivo en términos de corresponsabilidad; mientras que en sociedades con escasa construcción de ciudadanía, la gobernanza puede traer consigo estilos poco democráticos e incluso ilegítimos de gobierno. Por lo anterior, es necesario advertir tanto sus limitaciones como sus desperfectos en aras de alertar sobre sus potenciales desviaciones. Bajo este marco analítico, el presente ensayo tiene como propósito situar una aproximación conceptual alrededor de la gobernanza y de las redes de políticas como mecanismo para su efectividad. El trabajo se soporta en una revisión del concepto de gobernanza, distinguiendo la distancia que guarda con el modelo tradicional de gobierno; y en seguida, expone el mecanismo de redes como materialización de la gobernanza. Ambos derroteros con la aspiración de montar un espejo imaginario e identificar si existen condiciones para el impulso de esta cualidad de gobierno en el país. El término gobernanza, como se alude en la nota inicial, es relativamente antiguo. Su primera aparición podría ser bajo la forma francesa gouvernance en el siglo xv y, posteriormente, arriba al mundo anglosajón en el siglo xvii con el vocablo governance.3 Desde entonces y por mucho tiempo, dichas expresiones remitieron a la actividad de gobernar, siendo hasta finales del siglo xx cuando la palabra gobernanza adquirió un nuevo significado, en los organismos internacionales sobre todo, para indicar una forma distinta de acción de gobierno en las sociedades actuales. 1 Para mayor claridad, suele diferenciarse este nuevo paradigma del término gobernanza como simple acción de gobernar con el adjetivo “moderna”, sin embargo, aunque se explicará más adelante dicha distinción, en este trabajo se prescindirá del calificativo. 2 En este ensayo se entiende por Estado aquella interacción de actores que participan en la construcción de lo público, esto es, gobierno y sociedad civil, al estilo gramsciano, pero no únicamente el aparato gubernamental. De este modo, aunque en la literatura sobre el enfoque de la gobernanza se suele referir a los actores como estatales y no estatales, aquí se mencionarán como actores gubernamentales y no gubernamentales. 3 José Vidal-Beneyto, “Gobernabilidad y gobernanza”, El País, 12 de abril de 2002, Madrid. Gobernanza, nuevo estilo de gobierno
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