Rúbricas 1

88 primavera - Verano 2011 ciado ante la vida, pero no determinado para vivirla de tal o cual manera. Por la identidad uno puede reconocer filias y fobias, sin saber a ciencia cierta los orígenes de unas ni de otras. La identidad es patrimonio y el patrimonio es herencia… perpetuidad….el narcisismo humano que se resiste a reconocer la naturaleza finita de la vida y pretende, con no poco éxito, permanecer en las generaciones que le suceden: monumentos, estatuas, museos, edificaciones y obeliscos conmemorativos de nuestro paso por la Tierra. El patrimonio es también, transferencia intergeneracional de códigos inmateriales para descifrar signos materiales; lo intangible indisolublemente ligado a lo tangible: materia y espíritu, cuerpo y alma, estructura y superestructura, continente y contenido que sólo la sin razón institucional divide en patrimonio tangible e intangible. La palabra patrimonio viene de “padre”, “legado”. En su novela El caso Neruda, Roberto Ampuero pone en voz de uno de sus personajes principales, las siguientes palabras: He tenido todo en la vida, Cayetano, amigos, amantes, fama, dinero, prestigio, hasta el premio Nobel me han dado, pero no he tenido un hijo. Beatriz es mi última esperanza, una que yo había sepultado. Daría toda mi poesía a cambio de esa hija... La inmortalidad te la otorgan los hijos, Cayetano, no los libros; la sangre, no la tinta; la piel, no las páginas impresas (Ampuero, 2008, p. 129). Por esto el patrimonio es nombre, apellido, valores, principios, tradición y arsenal de opciones para afrontar la vida de cierta manera. En su expresión más primitiva, la identidad es tótem, bandera, nacionalismo “más si osare un extraño enemigo” y frontera; ahora la identidad se debate entre la viabilidad de la humanidad como especie planetaria o su propia destrucción. La identidad se crea y no se destruye, sólo se transforma; puede haber identidades sólidas, firmes, arraigadas y creativas, o identidades en transición, en crisis o en franca disolución, en el proceso de desintegración se generan nuevas identidades; existen los humanos que no se hallan conformes con lo que son: la imagen que ven en el espejo no es la que esperan ver reflejada: consumistas, individualistas, narcisistas, hedonistas, racistas y arribistas se revuelcan de ira e impotencia por ser lo que son y hacen de su ser una incansable lucha por tratar de dejar de ser lo que son, y que nunca dejarán de ser, sean lo que sean, o por procurar la desaparición de los que no son como ellos quieren que sean. La frustración los hace menos e incompletos: la rubia se asolea hasta tostarse, la morena se tiñe de rubia, la lacia se enchina mientras la china se alacia, la gorda se vuelve bulímica y la flaca se vuelve insomne por el temor de engordar al otro día; al dictadorinquisidor se le ocurrió que los negros, judíos, homosexuales, deformes, comunistas, indios o emos deberían desaparecer y desaparece a los que puede, porque no puede soportar la diferencia y la diversidad…la historia de la humanidad en constante desarrollo y autodestrucción. Lo mejor y lo peor de la humanidad a lo largo de su historia, llena de optimismo y depredación. Nadie pronuncia su palabra para nadie; siempre se hace con otro, con una alteridad que confronta al yo con el que, en común, construye su nosotros que, a su vez, transforma y redefine permanentemente a cada uno por su parte. El proceso de nosotrificación profunda del ser humano. El individuo libre, indivisible, irrepetible y único no tiene sentido en sí mismo sino en la pertenencia con otros, con los que construye el nosotros diferenciado de aquellos llamados otros; pero la colectividad del nosotros tampoco tiene sentido si no es a partir de cada individuo que con su obediencia, fidelidad o audaz rebeldía innovadora y creativa, da al colectivo su sello propio y razón de ser, conflictiva por naturaleza. Cada individuo se construye en múltiples colectividades (territoriales, familiares, afectivas, profesionales, ideológicas o religiosas) y, por ende, vive siempre cargado de múltiples identidades que lo transforman y orientan permanentemente para dar sentido a su vida. De este modo, los hombres nucleados en identidades moldeadas por las culturas, crean símbolos y más símbolos que se entrecruzan, ordenan y desordenan de manera sistémica para salir eventualmente del caos cotidiano y darse momentos de estabilidad: mitos, ritos y fiestas, magia y sacrificio; cultura estructurada, prohibitiva y restrictiva; cultura abierta, compleja y liberadora: es decir, la cultura como inmensa posibilidad de constructo utópico y creativo, o la cultura como opresora que asfixia al individuo en el autoritarismo normativo... o ambas, vividas de manera simultánea o alterna. La identidad convoca, reúne, traduce, regula, aglutina alrededor del fuego para escuchar la palabra del chamán, del abuelo, del padre, del que requiera decir algo al colectivo: me caso, tendré un hijo, seré abuelo, me reconcilié con mi vecino, mi hija concluyó la carrera, celebremos al santo patrón…la palabra eufórica que dice lo trascendente… y lo trascendente hay que festejarlo: celebración pública y familiar, nuevo compartir lo más importante de la vida de uno… que es lo más importante en la vida desde que los hombres y mujeres son hombres y mujeres. Y entre las más importantes necesidades que los hombres y mujeres, célebres y sencillos, famosos y anónimos han tenido siempre, está la creación: nombrar, inventar, recrear, soñar y sentir para saber que la vida sigue, que vale la pena vivirla, que existen otras oportunidades de ser, aparte del ser biológico-animal. Cuando el humano realizó las primeras esculturas, luego las pinturas rupestres, después sus cantos y danzas y posteriormente la representación teatral, pudo al fin verse desde fuera de sí mismo, abstraer su condición para ad-mirar y convertirse en creador de símbolos y mensajes para inundar los nuevos mundos así construidos. Mundos donde los humanos se crean y recrean en el diálogo, la voluntad y la capacidad de compartir sensibilidades entretejidas en torno al arte. Pero uno sí escoge, llegado el momento, donde vivir, con quien, cómo; cuando el lenguaje, el fuego y el arte ya nos han permitido crear nuestra red de relaciones humanas y hemos decidido comprometernos con nuestra propia vida y nuestro propio destino; arrastrando lastres, costumbres, quereres, emociones y conocimientos, uno llega condicionado y prejui-

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