Rúbricas XVIII Nuestros orígenes 112 113 Rúbricas XVIII La biblioteca de Universidades Jesuítas. Desafíos ante el cambio de época uno de los clérigos y laicos que han contribuido a fortalecer la Compañía de Jesús. En la búsqueda de la consolidación de todo proyecto es importante echar un vistazo a la historia, para no perder el rumbo del trayecto que nos hemos trazado. Esta perspectiva nos servirá para conocer el origen, mismo que nos ha acompañado a través del tiempo hasta nuestros días. De esta manera nos será más fácil entender y explicar lo importante que resulta la educación para los jesuitas desde sus inicios. Desde la fundación de la Compañía de Jesús, la relación que existe con la educación, específicamente con los libros, no se limita a la unilateralidad de la lectura; abarca también el intercambio de conocimiento, que va desde la recepción, difusión y reproducción. En primera instancia priorizaban la misión evangelizadora, aunque, paulatinamente, abarcaron ideas más humanistas propias de la época, las cuales solamente fueron interrumpidas en el periodo de persecución del que fueron víctimas. Una prueba de la herencia en la producción escrita jesuita, hoy la encontramos en el Archivo Histórico Loyola, lugar donde se encuentra material de tipo eclesiástico y filosófico que, a lo largo de su historia, ha reunido fondos que suman aproximadamente quince mil volúmenes, que incluyen: libros antiguos, escritos por los propios jesuitas entre los siglos XVI y XVIII; la biblioteca Ignaciana que está especializada en la vida y obra de san Ignacio de Loyola, así como una biblioteca moderna con publicaciones de los siglos XIX y XX (Santuario Loyola, s.f.). Desde su fundación, el desarrollo jesuita es llamativo al igual que sus instituciones educativas; es tan llamativo como la relación que se creó entre el libro y el lector, gracias al progreso de la imprenta. Aquellas colecciones privadas o archivos fueron creciendo de a poco hasta desembocar en bibliotecas cada vez mayores, las cuales contenían amplias colecciones de distintos temas, no sólo de teología o filosofía. Artes, humanidades, lógica o hasta metafísica eran textos que se desarrollaban impulsados por la propia Constitución Jesuita (Loyola, 1556), así como en la época del Barroco e Ilustración que se vivía a mediados del siglo XVI. A la par del crecimiento de los colegios, la ideología humanista y la producción de libros, destacan las bibliotecas jesuitas, las cuales significan un modelo de reproducción y establecimiento de políticas que regulan su funcionamiento, gracias a la Regulae Praefecti Bibliothecae (Reglamento del Gobernador de la Biblioteca); documento que consta de doce puntos, en donde el legislador señala las obligaciones del encargado de la biblioteca y las normas de uso para todo aquel que quiera acceder a la colección de libros. En este punto, el espíritu del reglamento es claramente restrictivo en cuanto a la facilidad de ingreso al fondo, ya que el pensamiento de la Compañía de Jesús fue, desde su fundación, que el acceso a la información debía estar mediatizado por la autoridad eclesiástica, para salvaguarda de la ortodoxia católica (Miguel Alonso, 2022). Con este tipo de regulaciones se inicia un proceso de estandarización en relación con las políticas de funcionamiento de las bibliotecas pertenecientes a los colegios jesuitas. Resulta imperativo identificar que la orientación educativa con la que nace la Compañía de Jesús está determinada por su fundador con la creación de las Constituciones Jesuitas, con lo cual se establecen documentos oficiales que rigen el rumbo de esta Orden, creando un precedente sobre la formalidad documental que tienen como ejes rectores. Foto: Archivo José Ma. Basagoiti Rúbricas XVIII Nuestros orígenes Rúbricas XVIII La biblioteca de Universidades Jesuítas. Desafíos ante el cambio de época
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