Rúbricas 18

Rúbricas XVIII Bibliotecas y educación superior en América Latina... 38 39 Rúbricas XVIII La biblioteca de Universidades Jesuítas. Desafíos ante el cambio de época Es innegable que, en torno de las instituciones educativas: 1) “La biblioteca es el corazón de la universidad; ningún otro elemento está tan estrechamente relacionado con la calidad de la educación superior” (Cartter, 1966) 2) Es casi imposible aspirar a una biblioteca “universal” que reúna todo el conocimiento humano o pensar la forma de los libros como acumuladores del saber humano (Chartier, 1996) 3) Las bibliotecas, al igual que el libro, son un testimonio vivo cultural excepcional que trasciende a su propia época y ofrece un aporte sustancial a la educación (González Sánchez-Molero, 2015). En este sentido, ¿qué puede aportar un espacio articulado con colecciones de materiales, que se define como central en el papel de la educación dentro de la universidad –particularmente en nuestras latitudes–, pero que no mantiene una declaración explícita o, bien, última, en torno de su objeto o propósito amplio?, ¿cuál ha sido el sentido de abstenerse de otorgar una definición final sobre sus servicios o acervos, espacios o comunidades –siempre en transformación– y de las múltiples comunidades que atiende? Eliseo Verón (1999) menciona la dificultad de entender las relaciones de los usuarios con los espacios, cuando éstos se enfrentan a una colección en una biblioteca (pública, en este caso). Pero el autor argentino no parte del espacio como clave de análisis, sino de los deseos y aspiraciones de los lectores (entendidos como programas). Es decir, la mera observación de la relación de los espacios con los usuarios no basta para adivinar las rutas particulares de construcción de la experiencia dentro de una biblioteca, sino que se requiere capturar el sentido: Un programa comporta a la vez motivación y el o los objetivos de la visita; define lo esencial de las expectativas del usuario, es decir, los documentos que busca; las zonas de la biblioteca que visitará y los documentos que, eventualmente, pedirá en préstamo […] En el caso de una biblioteca el espacio es un simple marco que permanece siempre igual y que no es soporte de un mensaje a la vez global y específico pertinente en el momento en el que el usuario se apropia del lugar. De esto se sigue que una exposición posee la unidad de un objeto cultural, una coherencia global que comprende a la vez los elementos que la componen y el espacio en el que éstos se despliegan. Una biblioteca sólo tiene la unidad de un depósito. Como veremos, su sentido es enteramente construido por el usuario: depende del tipo de documento que ha venido a buscar, según lo define su programa de lectura (Verón, 1999: 60-74). Verón aclara que el sentido de “depósito” no debe tomarse de manera peyorativa en una nota al final del texto, sino enarbolado como una condición distinta, dentro de un universo de posibilidad lectora: En este contexto no se debe de atribuir a la expresión “depósito de libros” ningún sentido peyorativo, a diferencia de lo que parece ser el punto de vista del director de la Biblioteca Nacional argentina en una nota publicada recientemente donde afirma que la gente (¿quiénes serán?) está preocupada por saber si “la Biblioteca Nacional será un auténtico centro cultural o un mero depósito de libros”. Conseguir que una biblioteca sea un buen depósito, es decir, que el usuario encuentre el libro que busca, sería ya un satisfactorio resultado de la política cultural, como lo subraya en su réplica Guillermo Piro, redactor especial de Cultura de ese mismo diario (Verón, 1999: 77). Aunque el propósito de la frase de Lankes o la reflexión de Verón se orientan a discutir el enfoque de las bibliotecas, sin denostar las distintas posibilidades que éstas manifiestan a quienes las visitan, creemos que es pertinente aclarar, desde la visión local, algunas precisiones al respecto de su invitación a pensar estos espacios, depósitos, servicios y lectores. - La biblioteca como depósito de sentido No podríamos pensar en que una mala biblioteca (particularmente dentro de una universidad) se configure a partir del único deseo de desarrollar una colección y, seguramente, Lankes no lo dice en este sentido. Las mejores bibliotecas parten desde esta aspiración y de la capacidad de integrar para sus comunidades un acervo potente a partir de objetos del conocimiento que mantienen una unidad cultural, es decir, un depósito especial (en tanto condición de posibilidad para sus proyectos de lectura), accesible (por su recuperación y visibilidad) de su historicidad y de su conservación de documentos particulares (en su adecuada calidad, físicos o digitales), integrarlos y agruparlos (con clasificaciones y catálogos), en muchas ocasiones procurando reintegrar objetos culturales marginados desde sus propias comunidades, para darles un nuevo sentido (tanto para las bibliotecas que preservan libros antiguos, como para aquellas que tienen una sección de cómics). El depósito que refiere Verón, la colección o el acervo, es la base de operación, el proyecto fundamental que establece el universo de relaciones que permite a las comunidades conectarse con un propósito que va más allá de las interacciones universitarias cotidianas.

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