Rúbricas XVIII Bibliotecas y educación superior en América Latina... 48 49 Rúbricas XVIII La biblioteca de Universidades Jesuítas. Desafíos ante el cambio de época - Una biblioteca para des-aprender Sin embargo, en un contexto en el que cada vez más se apela a la serendipia de las redes digitales, de los buscadores casi antropomorfizados, como figuras digitales a las que, varias veces, se les otorga una confianza casi ciega (como Google), se permite la construcción de certidumbres pasajeras, que oscurecen esa posibilidad de apertura de la incertidumbre, a la vez que entrega estudiantes convencidos de sus resultados, aunque éstos vengan mediados por ordenamientos familiares, pero ajenos; con grandes posibilidades, pero que limitan; que abren el mundo, pero sesgan el panorama; emancipan, pero automatizan al sujeto; recuperan al individuo, pero venden el volumen; son oxímoros, producto de la información y de la manera en que la hemos promulgado como bandera. Sin embargo, es en la biblioteca donde en el acto de visita –más allá del acto lector– la posibilidad de suspender, repensar, replantear, reaprender, es aquello que posibilita una forma distinta de abordar la propia experiencia. Leer no hace mejores estudiantes universitarios; suspender y desaprender, para volver a aprender proporciona nuevas posibilidades cognitivas; además de configurarse como un centro de recursos para el aprendizaje. Una biblioteca también permite explorar la posibilidad de presentar una idea contestataria a la formación unidisciplinaria, la de desaprender una única ruta, una única vía, la de configurar una identidad múltiple en el universo de la lectura. Ser una biblioteca es asumirnos como uno de los más refinados artefactos culturales, mediación entre los seres humanos y el mundo que no simplemente “ocurre”, sino que es en sí misma un arte. La biblioteca ofrece la oportunidad de: propiciar cruces inesperados; encontrarnos con aquello que pudiera ser y no lo sabíamos; repensar eso que creíamos conocer, desde un ángulo diferente; imaginar combinaciones imposibles; potenciar potencialidades dormidas y descubrir nuevos talentos. La curiosidad es el ingrediente que no ha de faltar al entrar a la biblioteca. Con esa sensación se abre esta reflexión desde aquella frase que plantea el psicólogo norteamericano Herbert Gerjuoy, oscurecido por los algoritmos modernos, que se obstinan en atribuir su enunciado a Alvin Toffler, quien lo cita en su icónico libro El Shock del Futuro: La nueva educación debe de enseñar al individuo cómo clasificar y reclasificar información, cómo evaluar la veracidad, cómo cambiar las categorías cuando sea necesario, cómo moverse de lo concreto a lo abstracto y viceversa, cómo ver los problemas desde una nueva dirección, cómo enseñarse a sí mismo. Los iletrados [illiterate, n. del t.] del futuro, los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y re-aprender (Toffler, 1971: 374). Es válido pues, preguntar qué se entiende por ese des-aprendizaje, que normalmente queda relegado a la educación para adultos, pero que, ahora más que nunca, implica pensar en jóvenes que aprendieron desde su infancia a utilizar interfaces de recuperación de información, mediadas por múltiples órdenes contradictorios, muchas veces entre sí. Foto: Publicidad ITESO
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