Rúbricas XVIII Las bibliotecas en las Universidades Jesuitas... 58 59 Rúbricas XVIII La biblioteca de Universidades Jesuítas. Desafíos ante el cambio de época Luego de la restauración de 1814, el mundo ya había cambiado, a tal grado que, a pesar de los esfuerzos por lograrla, una nueva Ratio de aplicación general ya no fue la mejor manera de cumplir la misión educativa jesuita. Paulatinamente y cuidando, en lo general, los principios de la formación humanista que caracterizaba a la formación ignaciana, cada escuela debió adaptarse al entorno histórico en que surgía y se desenvolvía. A lo largo de esta historia de casi 500 años, las bibliotecas de colegios y universidades jesuitas hemos sido parte fundamental de estas obras. En la medida de las posibilidades de la institución a la que pertenecemos y las particularidades de su entorno, seguimos brindando acceso a las fuentes que permitan a estudiantes y docentes conocer y comprender el mundo que se busca transformar. Es nuestra misión, por supuesto, proveer a nuestras comunidades con materiales en diversos formatos –ya no sólo libros, sino también revistas, audiovisuales, fuentes electrónicas– que les permitan formarse profesionalmente. Sin embargo, nuestra impronta humanista y nuestra aspiración a formar integralmente a nuestros y nuestras estudiantes nos orilla a acercarles materiales que les faciliten tener contacto con otros conocimientos, así como explorar dimensiones de lo humano que rebasan lo estrictamente profesional; por ejemplo, los alcances de la ciencia, la experiencia estética, la apertura a la trascendencia, el pensamiento crítico, entre otras que caracterizan a la educación de inspiración ignaciana. Las condiciones del actual ecosistema de la información, así como los avances en la práctica bibliotecaria, nos llaman a tomar un rol más activo en la formación de nuestras y nuestros estudiantes desde las bibliotecas pertenecientes a las obras educativas de la Compañía. Vivimos en un mundo en donde la abundancia de la información nos hace pensar que todo lo que podríamos querer o necesitar saber está a nuestro alcance desde una pantalla. No es así, por supuesto. Pero se suele pensar que sí y, en algunos casos, se llegaría hasta el punto de poner en duda la viabilidad de las bibliotecas dentro de este ecosistema. Sin llegar a esos extremos, debemos advertir que la facilidad para acceder a la información no resulta suficiente si las personas carecen de habilidades para discernir respecto a la calidad y confiabilidad de las fuentes, así como para gestionarlas y usarlas en favor de sus objetivos. Estas destrezas, que en el ámbito de las bibliotecas solemos llamar “habilidades de información” o “habilidades informacionales”, resultan indispensables para vivir en el océano de datos en el que estamos sumergidos de manera constante. En años recientes hemos constatado los peligros de consumir vorazmente en línea y de manera acrítica datos e informaciones, de aceptar como verdaderos los bulos o fake news. El mayor de estos peligros es que las personas resulten ser objeto de manipulación por parte de poderosos intereses políticos, mediáticos o económicos. ¿Cómo es posible –por dar un ejemplo– que una sociedad de larga tradición democrática y que cuenta recursos económicos, educativos y tecnológicos entre los más avanzados pueda ponerse –y ponernos– en riesgo a partir de teorías de la conspiración como Q-anon? El riesgo de vivir desinformados en medio de tanta información es real, y sus consecuencias pueden ser catastróficas para nuestras sociedades y hasta para la humanidad entera. En América Latina estamos viendo también cómo actúan estas estrategias de manipulación a través de la información que se disemina en redes sociales, por ejemplo, con el objetivo de exacerbar los miedos y los prejuicios raciales o de clase, de alentar el encono político en nuestras sociedades y, en consecuencia, dificultar la construcción de acuerdos. ¿Qué papel nos corresponde a las bibliotecas de las obras educativas jesuitas de la región ante este panorama? Podemos actuar en varias direcciones. Una es, por supuesto, cuidar la formación Foto: Isotock
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