Rúbricas XIX Educación superior jesuita: fundamentación y experiencias impulsadas... 50 51 Rúbricas XIX Modelo de educación integral en el actual contexto Por su parte, Ignacio Ellacuría formuló la vida plena en clave del ejercicio de los derechos humanos como motor transformador de nuestras sociedades, que liberan a los pueblos del mal común y los hacen llegar al bien común (Schulz, 2020). En este proceso progresivo, las universidades hoy son un aliado indispensable. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco) considera que sin ellas será prácticamente imposible lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Parr, et al., 2023). En este artículo se comunica una fundamentación filosófica de la educación integral impulsada por la Compañía de Jesús en el nivel superior. También se explica, de manera breve, el modo en que la Compañía discurre para abordar esta propuesta formativa global, en particular en sus universidades latinoamericanas, a partir de las acciones sustantivas impulsadas por la Asociación de Universidades confiadas a ella en la región (ausjal). Fundamento antropológico-filosófico para la educación jesuita ¿Tiene fundamento la apuesta educativa de la Compañía de Jesús?, ¿se sostiene en lo que somos o podemos ser, las y los humanos? En tanto formación de humanos, la educación superior jesuita es formación de unidades psico-orgánicas, es decir, sistemas solidarios de cuerpo y psique, orientadas a la autoapropiación individual y sociohistórica. Cada persona se procura, en tanto viviente, la salud psíquica y corporal, en la medida de sus posibilidades, en un medio determinado (Zubiri, 1984 y 1986). Con la base filosófica que se explica en este apartado, Ignacio Ellacuría concibió la realización humana como una necesidad física de cada persona y de todas. Destacó la necesidad de recursos materiales esenciales para satisfacer esta necesidad física, como el agua, la comida, la casa y el trabajo, que no son optativos y se nos imponen con fuerza propia (Schulz, 2020). Hoy, como cuando Ellacuría escribió, la salud humana está crecientemente puesta en riesgo, dada la falta de sustentabilidad de la acción humana sobre el planeta (Parr, 2023) Los humanos somos, además, relativamente inteligentes y libres; no podemos sino tomar decisiones en el margen que nos otorgan nuestras condiciones y contextos. Nuestras decisiones afectan a otros, mientras que las de ellos también inciden en nosotros, incluso desde antes de haber nacido. Así, la acción de cada persona repercute en las demás y determina nuevas acciones, que contribuyen o frustran nuestra realización humana, y pueden modificarse social y libremente, según las posibilidades que nos ofrecemos mutuamente. Somos, entonces, irrenunciablemente responsables y sociales, es decir, solidarios (Ferrer, 2010; Ellacuría, 1978). Si se profundiza en cómo aprendemos los humanos, se puede encontrar nuestra inteligencia como parte de aprehender realidades, experiencias que nos afectan con tal fuerza que quedamos absortos en estas, y nos abrimos a la intelección ulterior de lo que ellas podrían ser, y a lo que nosotros podríamos ser en ellas. Esta inteligencia tiene como punto de llegada nuestra búsqueda de este “podríamos ser”, en la insondable riqueza y problematismo de la realidad, en nuestros límites y provisionalidad, en una razón de cada cual y, finalmente, de las realidades que dan y quitan la razón (Zubiri, 1984, 1986). Se trata de una búsqueda que se realiza al crear, de manera individual y colectiva, esbozos de posibilidades, que probamos al procurar insertarlas en la realidad. Este proceso nos configura personalmente, según las posibilidades esbozadas y probadas. Configurarnos personalmente, es decir: estructurar nuestra realidad conforme a lo “inteligido”, es saber. Así, vamos, a lo largo de la vida, proyectando formas humanas viables en las cuales sentirnos bien, en tanto responsables de nuestra propia felicidad. El grado de saber,
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