68 Otoño - Invierno 2011 acceso a un celular dialogan cada vez más en sus localidades, dentro de los países y a través de las fronteras nacionales y se preguntan: “¿Y yo, en qué me beneficio de la globalización y del libre mercado?” La globalización es, en buena medida, la razón del resurgimiento de las identidades culturales locales en diferentes partes del mundo, afirmaba Giddens a fines del siglo pasado. Esto es cierto en particular en los países en desarrollo, donde se sienten más los efectos problemáticos de un libre mercado internacional sin riendas que corrijan sus fallas. Reforma a los principios, programas y estructuras de gobierno en la esfera mundial para promover la equidad y la cohesión social La entrada al nuevo milenio debió constituir un incentivo para un salto hacia adelante en la búsqueda de una verdadera comunidad internacional. La creación de la onu y la firma de la Declaración de los derechos humanos 60 años atrás significó un gran paso en esa dirección, pero no ha sido suficiente para lograr paz y desarrollo para todos con equidad y cohesión social. No ha sido posible acordar una nueva agenda para el desarrollo en medio de la globalización, ni cumplir con los retos de las cumbres de Río y Kyoto sobre medio ambiente y cambio climático y la Cumbre Social de Copenhague; sólo se pudo replantear horizontes para alcanzar algunas metas sociales que hoy tienen posibilidades de lograrse en un grupo seleccionado de países en desarrollo, gracias a sus propios esfuerzos y a la demanda creciente y las acciones de cooperación de países emergentes, no por la “ayuda al desarrollo” de países ricos que –salvo honrosas excepciones de países escandinavos y Holanda– han desplomado su cooperación internacional para atender sus propias necesidades. Tampoco ha sido posible acordar reformas efectivas para democratizar la onu o hacerla más eficaz. El mundo necesita pactar un nuevo código de conducta universal, una ética global, definida como una ética de corresponsabilidad planetaria que busque un mínimo de valores que podamos compartir todas las sociedades, sin imposiciones en la diversidad y multiculturalidad y con sus correspondientes responsabilidades traducibles en normas exigibles. En años recientes se han realizado estudios y encuentros muy diversos en esa dirección, que no logran cristalizar en acuerdos internacionales. Jacques Chirac, presidente de Francia, esbozó desde 1998 una serie de principios universales que debían regir la vida internacional, que aún son válidos: 1. Principio de corresponsabilidad: el multilateralismo frente a las decisiones unilaterales en asuntos globales 2. Principio de igualdad entre las personas y los países 3. Principio de solidaridad entre los hombres y las sociedades, en particular de los más ricos hacia los pobres y vulnerables 4. Respeto a los derechos individuales 5. Respeto a la diversidad de lenguas, culturas y valores 6. Principio de equidad intergeneracional: las generaciones presentes son responsables de los recursos naturales y culturales para las generaciones futuras 7. Principio de complementariedad o subsidiariedad: las decisiones deben adoptarse en el nivel local, nacional, regional o global según su naturaleza y nivel de eficacia. Estos principios se recogieron de manera general en la Declaración de los jefes de estado y de gobierno en la Cumbre del Milenio. Transcurrida una década, con avances y retrocesos en el mundo y en Latinoamérica, sigue haciendo falta las condiciones y negociaciones para llevarlos a la práctica en la onu y en otros organismos internacionales. Se ve difícil, pero hay que mantener vivas estas aspiraciones. Una de las demandas más amplias e inclusivas para la gobernabilidad global es, como sugirieron la Comisión Stiglitz en 2009 y la cepal en 2010, la articulación de una nueva agenda global de desarrollo. Una opción en esa dirección es potenciar el papel que hoy tiene el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, imprimiéndole a dicho órgano una jerarquía análoga a la que tiene la Asamblea General o el Consejo de Seguridad. Esto permitiría lograr un mayor diálogo entre los encargados de formular políticas, el mundo académico y los organismos internacionales y asegurar un sistema de representatividad amplio que incluya a todos los continentes, y no sólo la representatividad restringida que hoy tiene el G-20. (Comisión Stiglitz (2009): Report of the Commission of Experts of the President of the United Nations General Assembly on Reforms of the International Monetary and Financial System, onu. ny) Llegó el momento de la recuperación del crecimiento, la igualdad y la inclusión social en América Latina La caída del muro de Berlín y el colapso soviético anunciaron el fin de la Guerra Fría y el nacimiento de un mundo unipolar bajo la hegemonía de Estados Unidos. Algunos se atrevieron a hablar de “el fin de las ideologías”. Dicho cambio histórico rediseñó el conjunto de la arquitectura política y económica del planeta. Ocurrió, además, en el marco de la consolidación de un nuevo paradigma productivo, en cuya
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