70 Otoño - Invierno 2011 No obstante, cabe mencionar cuatro nuevas tendencias y desafíos: • La primera es el cambio climático, que se relaciona estrechamente con una larga historia de industrialización, con patrones productivos con gran emisión de carbono y consumo de energías fósiles y, más aún, con un modo específico de relación que entabla el ser humano con la naturaleza para procurar su reproducción colectiva. Los efectos son profundos, sistémicos y, de no mediar cambios decisivos y acuerdos globales al respecto, catastróficos. El cambio climático impone límites, obliga a reorientar el paradigma productivo y los patrones de consumo, coloca a la solidaridad intergeneracional en el centro de la agenda de la igualdad e, incluso, cuestiona nuestra relación con el mundo. Dicho de otro modo, bajo la amenaza del cambio climático, el futuro de cada persona está indisolublemente amarrado al futuro de todos. Lamentablemente, no todos los países están realizando esfuerzos proporcionales a su impacto. eua, el mayor generador de bióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero no han querido reconocer su responsabilidad, ni actúan en consecuencia. Europa occidental, en cambio, ha iniciado un proceso deliberado para abatir los niveles actuales de contaminación y retornar a niveles equivalentes a los de 1990. Otros grandes contaminadores, como China y la India, después de resistirse inicialmente al cambio comienzan a reaccionar, pero están condicionando la dimensión de su esfuerzo a la respuesta estadounidense. Para América Latina y el Caribe el cambio climático puede convertirse en una nueva restricción al crecimiento económico o, si se aborda de manera oportuna e integrada, en una oportunidad para la renovación y mejora de las infraestructuras, el avance de los procesos productivos, la creación de modos de transporte más eficientes y con menos emisiones, y la promoción del cambio paulatino hacia un patrón de desarrollo con menor contenido de carbono. • La segunda tendencia es el cambio tecnológico y la llamada sociedad red de la información o del conocimiento. • Una tercera tendencia es la transición demográfica por la que el peso relativo de distintos grupos de edad de la población cambiará en el correr de las próximas décadas. Al respecto, se ha dicho que en América Latina y el Caribe, con diferencias importantes de un país a otro, existe un fenómeno de bono demográfico, dado que la disminución de la población infantil y el envejecimiento todavía incipiente de la población adulta se traduce en una proporción mayor de población en edad de trabajar con relación a la población en edad de dependencia. El beneficio que significa el bono debe aprovecharse en las próximas décadas. La transición demográfica lleva, por último, a replantearse el equilibrio en la ecuación Estado-mercado-familia para resolver las necesidades de bienestar y desarrollo de capacidades. A medida que cambia el peso de las edades, hay que reevaluar la manera en que intervienen estos tres agentes para la provisión de servicios, desembolsos monetarios y redes de apoyo. • La cuarta tendencia es el cambio cultural. El mayor intercambio global crea mayor conciencia de la diversidad de gustos, valores y creencias, pero también genera profundas intolerancias culturales y religiosas, algunas de las cuales cristalizan en formas virulentas que constituyen nuevas amenazas para la seguridad global. Tras la caída del muro de Berlín crece el imaginario de la democracia como parte del patrimonio cultural global, pero los conflictos interétnicos reviven los fantasmas de la violencia colectiva. El cambio cultural cuestiona las formas de organizar la sociedad. Por ejemplo, no se puede hacer políticas para jóvenes sin pensar en la radicalidad de los cambios culturales que experimenta la juventud. El componente de género y de cultura es cada vez más transversal a la hora de proponer políticas a favor de la igualdad y reclama un difícil equilibrio entre igualdad de oportunidades y respeto de las diferencias. La igualdad de derechos, que hemos hecho nuestro valor central, constituye la piedra angular de la política, pues le da una vocación universalista que le permite absorber y conciliar estos veloces cambios culturales que vive el mundo. De cara al futuro es preciso que el nuevo paradigma del desarrollo dé lo mejor de sí en aras de una globalización que propicie una mayor conciencia colectiva sobre los bienes públicos globales; que permita a grupos muy diversos tener voz en el concierto abierto de la gobernabilidad global, dando así más vida a la democracia en el planeta; que haga llegar a los sectores excluidos las herramientas necesarias –incluyendo las de la economía digital– para reducir las brechas en materia de capacidad, derechos ciudadanos y acceso al bienestar; y que se anticipe con políticas de largo plazo, pero de urgente implementación, a los escenarios que proyectan las tendencias, tanto en materia climática como demográfica, tecnológica y cultural. La situación actual de América Latina en las esferas política, económica, social, educativa y tecnológica y su inserción en el mundo exige plantear nuevos escenarios para nuestras acciones futuras Hace una década, al comienzo del nuevo milenio, los escenarios esperados en América Latina eran poco optimistas o cuando menos mixtos. La década de los noventa había traído avances en términos democráticos en el continente, pero había dejado mucho que desear en las esferas económica y social; una década de luces y sombras –como decía José Antonio Ocampo, entonces secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (cepal)– que llevaba a desconfiar de manera casi generalizada en la democracia como sistema para garantizar resultados económicos y sociales.
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