92 Otoño - Invierno 2011 Oscar D. Soto Badillo Académico en el Departamento de Humanidades de la Universidad Iberoamericana Puebla, candidato a doctor en Ciudad, Territorio y Patrimonio, Universidad de Valladolid. Un nuevo comportamiento urbano Si bien, el crecimiento de las ciudades ha sido una constante a lo largo de la historia moderna, en las décadas recientes, diversos estudios han llamado la atención sobre la confluencia de dos procesos, que por vez primera se presentan de forma simultánea: la mayor parte de la población mundial ya es urbana y, la mayoría de las 36 ciudades de más de diez millones de habitantes del mundo están ubicadas en países pobres. Los escenarios dibujados advierten que la población urbana mundial podría alcanzar los 5 200 millones en torno al año 2025. De ellos, alrededor de 4 000 vivirán en ciudades localizadas en países subdesarrollados. Para el año 2010, en América Latina, poco menos de 469 millones de personas (79.63% aproximadamente de la población total) vivía en áreas urbanas (frente a 393 millones en 2000), lo que convierte al subcontinente en una de las regiones más urbanizadas del mundo.1 Este acelerado proceso de urbanización tiene, además, una característica añadida: casi la mitad de la población urbana vive hacinada en condiciones precarias en asentamientos denominados informales que ocupan, crecientemente, espacios situados en los cada vez más extendidos contornos periféricos de las concentraciones urbanas consolidadas. Llama la atención, sin embargo, que este fenómeno se manifiesta hoy de manera paradójica: a pesar de que las tasas de crecimiento demográfico en las ciudades han venido disminuyendo en los últimos treinta años,2 se observa un incremento en la expansión física de las áreas metropolitanas más importantes, ampliando de este modo la espacialidad de la urbanización y por ende, su comportamiento desagregado y difuso. En México, 65% del desarrollo urbano del país se está produciendo en las periferias de las ciudades grandes y medias, lo que, de acuerdo con diversos estudios, genera desequilibrios territoriales, disparidades socioeconómicas, diversos impactos ambientales y dificultades de integración socioespacial, tanto en el interior de los núcleos urbanos, como en su ámbito territorial más amplio, al tiempo que se observa un creciente despoblamiento de las áreas centrales. Las problemáticas observadas muestran que las ciudades que articulan las áreas metropolitanas, concebidas en las estrategias de planeación territorial, como polos dinamizadores del desarrollo regional, se muestran frecuentemente como campos de fuerza que absorben incansablemente los recursos de su entorno y arrojan sus desechos en territorios periurbanos, sin que por esto mejoren de manera equitativa las condiciones de bienestar de sus habitantes (Arellano y Roca, 2009; Covarrubias y cols., 1995). 1 Para el año 2010, en África el porcentaje de población urbana es de 39.9%, en América del Norte 82.1%; en Asia 42.1%; en Europa 72.7% y en Oceanía 70.2%. En el caso de México se sitúa en el orden de 77.8%. United Nations, 2001, World Urbanization Prospects, The 2000 Revision (para 1925); United Nations, 2002, World Urbanization Prospects. The 2001 Revision; United Nations (2009), World Urbanization Prospects, The Revision 2009 (para 2010). 2 Considerando los quinquenios 1950-1955 y 2005-2010 respectivamente, las tasas fueron: África: 4.64/3.36; Asia: 3.93/2.28; Europa: 2.06/0.40; América Latina y el Caribe: 4.52/1.60; América del Norte: 2.67/1.31; Oceanía: 2.89/1.28. En el caso de México en el primer periodo fue de 4.82 y en el último de 1.38. Fuente: United Nations (2009), World Urbanization Prospects, The 2009 Revision.
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