93 Las tendencias actuales del crecimiento urbano, manifestadas en la emergente morfología dispersa de las ciudades, están ligadas a cambios cualitativos mucho más profundos, que pueden situarse en la esfera de la erosión de los tradicionales vínculos articuladores de la economía, la política y la cultura, sin que sea evidente la emergencia de nuevos arreglos societales e institucionales capaces de reorganizarlos (Harvey, 2008,53; Santos, 1880; Idovina, 2006; Dematteis, 1998). La constatación de tal complejidad, ha derivado en un replanteamiento de los ejes de investigación sobre los procesos de integración social, en particular a partir de la década de los noventa: Por un lado, un eje que se interesa en el estudio de las consecuencias de lo que algunos autores han denominado una nueva economía urbana, expresada en novedosas modalidades de concentración territorial de las actividades económicas y producción de suelo, nuevos dispositivos de articulación local-global, nuevas formas de manifestación de la ciudad como sitio de producción, etc. (Friedman, 1986; Borja y Castells, 2002; Sassen, 1994, 1998; Fainstein, 1996). Por otro, y que nos interesa de manera particular, un eje que sitúa el análisis en torno a las nuevas formas de exclusión social en la ciudad, que algunos autores sugieren como la emergencia de una nueva cuestión social urbana, producto de un cambio cualitativo fundamental en la índole de los problemas sociales urbanos. Tal exclusión, que define las formas contemporáneas de la desigualdad, es entendida como un conjunto de procesos, así como una trayectoria social y personal, que derivan en un empobrecimiento de la capacidad integradora de la sociedad y el ejercicio de la ciudadanía. Entre las mediaciones estructurales consideradas se encuentran: los cambios en el mercado de trabajo, en la familia, en las relaciones sociales y en los niveles de cobertura del Estado de Bienestar.3 Las dos caras de la desigualdad y la exclusión En términos de los procesos urbanos, las manifestaciones sociales de ambas esferas se pueden sintetizar en dos grandes formas: Por una parte, aquella que se expresa, de manera predominante, en un déficit de incorporación urbana en relación a la integración socioeconómica, en el contexto de los arreglos que condicionan la inserción de los habitantes en la estructura del mercado que, en las dinámicas de la economía mexicana, pueden explicarse a partir del eje subordinación/desposesión. 3 Se pueden reconocer siete dimensiones de la exclusión: económica, laboral, formativa, socio/sanitaria, residencial, relacional y de participación, así como cuatro ejes de desigualdad: el género, la edad, la raza/etnia y la clase social, cuyas articulaciones condicionan la situación específica de cada persona y cada grupo social. La diversidad de manifestaciones, que resulta de las específicas relaciones entre tales dimensiones y ejes, da cuenta de las formas concretas en las que se manifiesta la desigualdad y la exclusión como forma extrema (Hernández Pedreño, 2008: 18-21). Al respecto, Milton Santos, en referencia a las sociedades subdesarrolladas, afirma que las fuerzas de la modernización, son en extremo selectivas, tanto en sus formas como en sus efectos. El espacio de los países subdesarrollados está marcado por enormes diferencias de renta en la sociedad, las que se expresan a nivel regional por una tendencia a la jerarquización de las actividades y a escala del lugar, por la coexistencia de actividades de la misma naturaleza, pero de diferente nivel. De ahí que el espacio social producido, resulta en un ámbito inestable, discontinuo y multipolarizado, es decir, sometido y acosado entre una multiplicidad de influencias y polarizaciones que resultan de diferentes niveles de decisión (Santos, 1973: 108). De este modo, el esfuerzo modernizador contribuye a consolidar la constitución de dos grandes campos económico/sociales que se fueron gestando a lo largo de la historia mexicana a partir del siglo xvi; ámbitos distintos, pero imbricados y mutuamente referentes en términos de la organización económico/social de la ciudad. La diversificación industrial, las intervenciones en materia de reestructuración urbana y la configuración diferencial de los espacios de habitabilidad producidos en la segunda mitad del siglo xx actualizan las tendencias que conforman este campo de fuerza del que resulta la organización contemporánea del espacio urbano: Por una parte, el ámbito de la organización formal de la ciudad conforme a la estricta especialización de sus funciones que, de acuerdo con la planeación oficial debían ser desempeñadas por cada área (zonificación): residenciales, producción industrial, servicios, comercio, etcétera; y también conforme al establecimiento de determinados nichos económicos especializados. Esta zonificación respondió a las determinaciones de un circuito económico dominante, resultado directo de la modernización tecnológica.4 Las grandes inversiones infraestructurales se producen en función de las demandas de este circuito y de ese modo, imponen una particular organización del espacio favorable a la acumulación. Combinado con esta primera tendencia, una segunda que obedece al desarrollo de un segundo circuito, formado por actividades de pequeña dimensión, arraigadas a lo local, y en las que los principios ordenadores no responden a los criterios funcionales preestablecidos, sino a las relaciones complejas cuyos hilos remiten a criterios de clase, ingreso, jerarquía laboral e incluso de adscripción étnica; relaciones que impondrían una segunda manera de organizar el espacio, sea en los lugares no intervenidos por el primer circuito (de algún modo marginales respecto de éste) o en sus intersticios (Santos, 1973: 108). Es curioso que cuando se habla de la ciudad, suele nombrársela a partir de los resultados del primer circuito. Del otro, que de múltiples modos es producto y condición del primero, su otra cara, suele decirse lo mismo, que es un freno al crecimiento económico, o que está en la ciudad sin ser parte de ella. 4 Cuya característica es que sus relaciones se efectúan fuera de la ciudad e incluso de la región, pero que subordinan la organización formal de la ciudad a sus necesidades.
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