Página 5 - ingenium3

Versión de HTML Básico

4
La calidad de la ciencia de un país debe ser decidida por sus ciudadanos y, naturalmente, en una
democracia equivale a decir por aquellos que los representan, es decir por nuestros políticos. Aquí
conviene recordar que, aunque hoy tan denostados en muchas ocasiones, en su ausencia solo está
el abismo. Un país debe decidir que ciencia quiere pero, además, sabiendo que una ciencia de
calidad es cara. Pero no basta con tomar la decisión y poner el dinero encima de la mesa, además,
se precisa que la gestión de esos recursos se haga de manera ejemplar y eficaz. En este sentido los
profesionales de la gestión y de la ciencia son los que deben de marcar el camino a seguir. No es
tan difícil y hay ejemplos de países que realizan una buena gestión de su ciencia, sin dificultar el
camino del científico con burocracias excesivas, con logros que los sitúan en la élite mundial de los
países más avanzados.
Es probable que ya muchos lectores hayan identificado a algunos de estos países de nuestro
entorno próximo, como Alemania (29 premios Nobel en química y 21 en física), Reino Unido (26 y
16), Francia (7 y 10), Suiza (6 y 3), Italia (1, y 4) etc. Sorprende positivamente que un país
relativamente pequeño como Holanda haya conseguido 3 y 7 premios Nobel, respectivamente. Y
¿cuantos en España? Pues ninguno, habiendo solo dos en ciencia y, más concretamente en
fisiología y medicina con Ramón y Cajal (1906) y Severo Ochoa (Universidad de Nueva York, 1959).
Entonces ¿qué es lo que nos diferencia de nuestro entorno? Pues sencillamente se puede decir
que “tradición”, si, tradición científica, que es mucho y que equivale a decir confianza en la ciencia
“a toda costa”, especialmente en los momentos difíciles y de crisis. Fue Albert Einstein quien dijo
que “en los momentos de crisis la imaginación es más importante que el conocimiento”. En este
sentido, la ciencia tiene mucho de conocimiento, pero me atrevería a decir que tiene mucho más
de imaginación.
Las crisis se resuelven no solo con viejas recetas que sumen a la ciudadanía en la oscuridad más
absoluta que representan el paro y la escasez como motivos deshumanizantes que anulan la
personalidad. La ciencia se ve en los países de nuestro entorno como origen de riqueza y empleo
y, por tanto, en los momentos de crisis se hace una apuesta decidida hacia adelante como un
motor más de la economía… Esta falta de tradición, de concepto y de visión son las que nos
diferencian de nuestro entorno y son las que nos llevan a esta situación de falta de consolidación
de un sistema español de ciencia a la altura de las circunstancias y homologable con nuestro
entorno, en donde los premios Nobel son solo la punta del iceberg del sistema.
Los científicos tenemos la gran responsabilidad en estos momentos de crisis de hacer una gestión
impecable de los fondos que recibimos de la sociedad y también de otras fuentes de distinta
naturaleza (fondos europeos, empresas privadas, etcétera). Esto supone hacer también una
ciencia de calidad que suponga un esfuerzo cotidiano por alcanzar metas a las que otros si llegan.
Pero, además, tenemos la obligación de mostrar esta ciencia y su interés a nuestros
conciudadanos. Sin embargo, es la sociedad a través de sus gobiernos e instituciones la que debe
decidir que ciencia quiere. Pero sin olvidar que la ciencia no sabe de atajos y que un parón como el
producido con esta crisis nos pasará una factura muy elevada que nos llevará años pagar en
términos económicos y humanos. Los responsables de los ciudadanos deben de saber a qué