Alejandro Meneses
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sión poeticos, no hay duda. Los constantes requerimientos de esa mujer
que está y no está, que a cada momento reafirma su ser pero se aburre de
ser, le dan al personaje una biografia vicaria, ausente, ajena. ¿Cómo reco-
nocer su individualidad en ese espacio donde Fátima ha instalado su reino
mayéutico de preguntas sin respuestas? Ella no necesita respuestas por-
que sabe que toda certeza conduce al infierno de otra pregunta, a otro
problema. De cierto modo, los
Fragmentos...
están escritos desde el «lado
femenino» de la realidad: lugar insondable, si los hay. Sólo una observa-
ción: el resto de las narraciones ejercen un peso que desequilibra la unidad
del libro. Fátima se merecía, en todo caso, el uso pleno de sus páginas.
Con
Pisot. Los dígitos violentos,
Isaí Moreno Roque ganó el pre-
mio Juan Rulfo a primera novela convocado por el Instituto Tlaxcalteca
de la Cultura. Matemático de profesión, Moreno Roque inserta tan in-
quietante disciplina en el ámbito casi olvidado de la Colonia. Curioso:
poco después de leer
Pisot,
leí un par de cuentos de sendos amigos
ubicados en tan rivapalaciesca época, aunque no reconozco ninguna
influencia inmediata en los tres textos del autor de
Martín Garatuza,
o
de Justo Sierra, o de Sigüenza y Góngora, vaya, ni siquiera de Heriberto
Frías o Valle Arizpe. Si se prepara un
revival
colonialista, éste no está
concertado. ¿Entonces? ¿Síntomas de milenarismo? ¿Regresar al pasa-
do como único búnker confiable?
Pisot
nos recuerda, inevitablemente,
El perfume,
aunque los motivos de Moreno son diferentes a los de
Süskind. La narración de los hechos, a veces, se alarga innecesaria-
mente o se vuelve abstrusa por descripciones que no cuajan en el esce-
nario que se ha creado; hay partes en que la prosa trastabilla con la
sintaxis. Sin embargo, la historia se sostiene y, al final, es la mejor carta
de esta novela. La incursión en la literatura desde una óptica aparente-
mente impertinente, puede dar resultados híbridos pero, tal vez por lo
mismo, no faltos de interés.