Alejandro Meneses
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mes Editores, 1999) y
La piel del vacío
(cuentos, Col. Libros Goliardos,
BUAP, IPN, UAT
, Instituto de Cultura de la Ciudad de México, ¡ufff!,
2000). Fidel Jiménez, de quien hace algunos años apareció un libro de
poesía en la
BUAP,
publica
En el país de las cosas cotidianas
(cuen-
tos, Secretaría de Cultura Municipal, 1999); el Gobierno del Estado y la
BUAP
publicaron
Los falsos rumores
(1999) de Gastón García Cantú; a
finales del 2000 aparece
Recuerdos de la
posmodernidad,
libro de
relatos de Humberto Sotelo. Mireya Villadeval, en
Susurros y demo-
nios de una ciudad
(IIIer Milenio,
BUAP
, 1999) conjuga con eficacia la
ficción y la crónica para capturar, en estas narraciones breves, ciertas
imágenes de la ciudad de Puebla que poco a poco se desvanecen hasta
convertirse en el aire de la nostalgia. Y, por fin, otro novísimo entre los
nuevos, Diego Pedro Minero Arredondo (de diez años, hijo del escritor
Efrén Minero) publica
Los cuentos del´atón
también en el 2000.
Los editores
Sin lugar a dudas, la editorial más activa fue la de la
BUAP
que, para
mayor eficiencia, debería uniformar sus colecciones literarias... para no
hablar de la distribución. Le han funcionado coediciones con otras edito-
riales (
FCE
, Daga, Plaza y Valdés, Verdehalago), ya que se apoyan en
una distribución probada y, en funciones, comercial. Las ferias del libro
han sido exitosas, pero los libros de la
BUAP,
por lo menos los de litera-
tura, siguen sin venderse. Absurdo que una universidad no tenga libre-
rías ni un sistema de acercamiento a los lectores para promover sus
ediciones. Una idea que también tuvo buenos resultados llevada a cabo
por Ricardo Escárcega fue la de vender libros por kilo: sus bodegas
adelgazaron considerablemente. Algunos gramos eran de literatura.
La Universidad Iberoamericana ha incrementado su producción
editorial, pero poco hacia la literatura, salvo en coediciones con la mis-