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Raúl Dorra
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ca, es decir, cómo el proceso de los signos verbales nos lleva a descubrir
y analizar el conjunto de los signos por el que la naturaleza se convierte
en cultura. Desde la antigüedad se conoce la gramática de la lengua,
pero ahora sabemos que también hay una gramática del espacio, una
gramática de las relaciones sociales, de las formas de vestir, de comer, de
conducir el cuerpo, una gramática de las sensaciones y también del temor,
de la felicidad o de los celos. Todo es, o puede ser, lenguaje para una
mirada que nos salva del caos obligándole al mundo a convertirse en libro.
Una breve reflexión para terminar. Acaso resulte paradójico, o
extemporáneo, exhibir este entusiasmo por el libro en un momento en
que el desarrollo —impresionante, en verdad— de las técnicas de la
comunicación convence a tanta gente de que el libro comienza a con-
vertirse en una cosa del pasado. Hoy con facilidad se pronostica la desa-
parición del libro y su consecuente reemplazo por formas derivadas de
la tecnología electrónica. Quizás ese pronóstico, que tiende a hacer pen-
sar que la lectura no es ya una actividad compatible con el hombre
moderno, sea fruto de un apresuramiento. Para empezar, lejos de alejar
el libro de nuestros ojos, la electrónica se dispone a acercarlo más que
nunca haciendo de todas las bibliotecas una sola biblioteca, una bibliote-
ca universal a la que podrá llegarse desde todos los sitios del planeta.
¿Qué soñador soñó ese sueño, qué pantagruélico lector alcanzó tantos
libros? Pero la electrónica ha hecho también otra cosa por el libro: ha
facilitado la tarea editorial en una magnitud que la va haciendo un ejer-
cicio doméstico. Hoy la industria editorial conoce una expansión y en-
cuentra posibilidades que eran imposible explorar hasta hace poco.
Ello no quita, desde luego, que en el futuro comencemos a pensar
en el libro bajo la forma de signos parpadeantes sobre una pantalla,
incluso de ondas sonoras que transforman la escritura en una voz portá-
til. Esas magias no vendrán a nosotros sino porque el libro nos enseñó a