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Armando Rugarcía
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un espacio de libertad. Segundo principio: conviene esquivar el dominio
de los grupos dominantes a fin de proporcionarle cierto respiro a la jus-
ticia. Tercer principio: no parece posible la total realización histórica de
los dos principios anteriores, con lo cual se sostiene la imposibilidad de
casar a la libertad con la justicia. Sólo las utopías fabrican tan necesa-
rios matrimonios. El tercer principio es mordaz, atosigador y casi insul-
tante, pero resulta de una brutal realidad histórica.
La historia se escribe, necesariamente, desde el punto de vista del
presente y es, de manera inevitable, historia no sólo del presente sino
también de aquellos que, en el presente, se juzga como importante.
Los cincuenta años de existencia de la Universidad Iberoamericana
y dentro de ellos los diez de su Plantel Golfo Centro (Puebla) han acuñado
una utopía derivada de los últimos generales de la Compañía de Jesús:
«Formar hombres y mujeres capaces para los demás.» De esta manera la
calidad en la Ibero tiene que ver con acercarse a cumplir esa utopía con-
vertida en misión por procesos libremente escogidos. No nos gusta imitar
ciegamente modelos de calidad ideados por otros países con quién sabe
qué intenciones. Ante la propuesta de formar científicos con científicos,
nosotros respondemos que queremos formar hombres con hombres para
hacer mejores hombres. Es preferible mirar al hombre que a la ciencia.
Nuestra clase social es el hombre. Quisiéramos demostrarle a la Historia
de la Universidad que con nostros se ha equivocado, pues nuestra mi-
sión y con ella los propósitos de la docencia, investigación y difusión
remiten al ámbito de la justicia; y nuestras estrategias, modelos, progra-
mas y proyectos los hemos escogido con libertad responsable.
Es por esto que andamos afanosamente en busca de una universi-
dad educativa, una universidad del hombre y para el hombre, queremos
mostrar que el fracaso de la ciencia-tecnología-economía se debe a que
no se ha abrazado con el hombre.