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El proyecto educativo de la
UIA-GC
de funciones que deben dirigirse a un fin o a un objetivo. Es por esto que
en la filosofía universitaria jesuita la excelencia académica no puede
entenderse si no es en el ámbito más amplio de la excelencia humana,
del perfeccionamiento del hombre y con ello el de su sociedad. En cierto
sentido, la calidad académica está supeditada a la calidad en el cumpli-
miento de los propósitos a los que se dirige, la docencia a educar, la
investigación a mejorar la sociedad y la palabra o difusión a transformar
al receptor. Al final de cuentas todo parece apuntar, otra vez, al perfec-
cionamiento del hombre. Podemos no estar de acuerdo en qué quiere
decir perfeccionar al hombre, pero estamos irremediablemente determi-
nados a perfeccionamos durante la vida. El agente principal de este
perfeccionamiento es la educación. Parece una cuestión de perogrullo,
pero el hombre o se educa o no puede llegar a serlo. Una marmota
como nace muere, pero el hombre aunque no lo quiera tiene que irse
haciendo de una u otra manera durante la vida.
Esto hace de la especie humana una especie zoológica inesquiva-
blemente desgraciada. Por esto, la gente aguarda sin reposo a los mesías,
sean políticos, pedagogos, religiosos, tecnológicos... o vegetarianos.
La institución escolar, y con ella la universidad, acusa irremedia-
blemente la calamidad de nuestro grupo biológico, y hacen de la síntesis
de fuerzas que promueven a la universidad un verdadero dilema. La
búsqueda y aplicación de la verdad reclama por libertad y la nación
demanda por un lado, mayor justicia y por otro, mayor sometimiento. En
tan tremenda encrucijada ¿qué hacer? O falta de libertad o injusticia.
Disyuntiva casi masoquista, ¿cómo es posible arreglárselas puesto que
no es posible situarse en un
dolce far niente
? Tres principios operativos
permiten lanzar cierta luz tenue sobre este aspecto del incómodo sino
humano.
Primer principio: conviene burlar el dominio político para alcanzar