Sergio Cházaro Flores
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ca con exactitud el número de las personas damnificadas, de las perso-
nas desaparecidas o muertas; tampoco se describen con claridad los
destrozos no sólo de casas sino de cultivos, de tierra, de ganado, de
fauna y flora que se alteró el día que se vinieron los cerros sobre Pijijiapan
yValdivia.
Mientras algunas señoras le piden a sus maridos camionetas gran-
des y celulares, muchas señoras temen a las enfermedades, a la sed, al
hambre, a la pobreza extrema conseguida en horas. Mientras algunos
señores en el golf hablan de sus conquistas materiales y sexuales, otros
señores arañan la tierra, el lodo, la arena intentando sacar una camisa,
un clavo, una foto, un recuerdo.
Los daños provocados por las lluvias en Chiapas, tanto en la sierra
como en la costa, son reales y mayúsculos. La gente necesita todo tipo
de apoyo, pero sobre todo acompañamiento para este duelo, para esta
circunstancia compleja, sorpresiva y absurda.
Lo que hacemos como personas organizadas hacia los damnifica-
das es importante, es clave. No es la solución, pero es una aportación.
Los cargamentos de víveres, ropa y agua están llegando a las per-
sonas que más lo necesitan y otras personas, ya pobres
per se
piden
algo de lo nunca visto, sobre la pobreza, más pobreza.
En gran parte las catástrofes son producto de la naturaleza, lo sa-
bemos, pero estas se agudizan a través de la inadecuada visión de mun-
do. Mientras empujemos a los campesinos para que siembren en los
montes y arrasemos con las maderas finas, los soportes de los cerros
cederán y sepultarán sin aviso a cualquier grupo, a cualquier pueblo.
En caso de catástrofes no anunciadas o previstas, en el asunto del
volcán, es importante aprender de todas estas experiencias.
Quedarse en silencio, quedarse en el no se puede, es perder la
perspectiva y reducir el problema a lo imposible.