Carlos Escandón D.
SJ
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Sed de Dios, hambre de Trascendencia. ¿Habremos tocado fondo? Los
desafíos para mí son no creer en la magia, en el esoterismo, en el ocul-
tismo, en los fundamentalismos que suponen un Dios que es igual a
energía que creo poder dominar y hacerle servidor de mis carencias, de
mis deseos y de mis caprichos, sino creer en el Dios que siempre será
mayor que mis deseos, temores y fantasías, por eso todo lo anterior no
es Dios trascendente sino un ídolo más que no puede llenar la sed de
Infinito que tiene el hombre como pregunta abierta: ¿Quién soy? ¿Para
qué o para quién existo?
Así concluyo, para ese alguien para quien he escrito estas notas
del corazón, pensando que todavía no he aprovechando ni 5% del regalo
de Jesucristo concedido a mi Iglesia y a mi conciencia a través del Con-
cilio Vaticano
II
cuya clausura tuve la fortuna de vivir en la plaza de San
Pedro en diciembre de 1965.