Página 6 - abril2013

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central
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La vista en el detalle
La mujer de los macacos
, de Alejandro
Badillo
Por: Dr. José Adalberto Sánchez Carbó, coordinador de
las Licenciaturas en Literatura y Filosofía, y Ciencias
Humanas, y de la Maestría en Letras Iberoamericanas
O
mar Calabrese en su libro
La era neobarroca
al hablar
del “fragmento” y el “detalle”, sugiere que estas dos
formas de expresión son parte de una estética y una
tendencia cultural predominante en el siglo XX y XXI,
esto es lo que denomina como “era neobarroca”. Más que el
fragmento, me interesa, en este caso, comentar la perspectiva
de Calabrese sobre el “detalle”, puesto que una de las notas
características en
La mujer de los macacos,
novela de Alejandro
Badillo, es la atención que pone en ciertos aspectos que en el
ejercicio de narrar resultan en apariencia contingentes, acceso-
rios o anacrónicos.
Alejandro Badillo (1977) es un cuentista prolífico, con un estilo
tan característico que lo ha permitido destacar en el ámbito de la
literatura en Puebla. Es un ávido lector y un dedicado promotor de
la lectura. En la Ibero Puebla desde hace unos años coordina los
talleres de creación literaria. Ha publicado cuentos y reseñas en
diferentes medios impresos y digitales. En dos ocasiones ha sido
becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (2007 y 2010).
Ha recibido menciones en dos emisiones del Premio Nacional de
Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción y el segundo lugar en el
VII Premio de Narrativa Breve Tirant lo Blanc. Hasta el momento
ha publicado tres libros de cuentos:
Ella sigue dormida
(2009),
Tolvaneras
(2009) y
Vidas volátiles
(2010), y la novela que reseño:
La mujer de los macacos
(2012), publicada por Libros Magenta.
De acuerdo con Calabrese el “detalle” no es un sinónimo de
fragmento, como suponen muchos diccionarios, es la parte ex-
traída o más precisamente cortada de un todo: “por tanto, su
configuración depende del punto de vista del ‘detallante’ que
normalmente explica la razón del detalle y clarifica su causa sub-
jetiva y su función” (87). Agrega, esto es importante, que al “de-
talle nos acercamos por medio de un precedente acercamiento
a su entero” (87). La manifestación del “detalle” depende de una
operación de selección. En cambio en el “fragmento” este entero
lo suponemos hipotético, puede existir aunque no lo conozca-
mos. El “detalle” requiere necesariamente del acercamiento por
parte del “detallante”, llámese artista, escritor o realizador.
El gusto actual por la producción y recepción del “detalle” se
ha incrementado conforme se han desarrollado las tecnologías
de la información y la comunicación, las estrategias narrativas
o de exposición en medios audiovisuales como el cine y la te-
levisión, y con la aparición de inéditas propuestas en las artes
plásticas. Son comunes los encuadres a través del zoom, el
clo-
se up
, el uso de la cámara lenta, y en la pintura las obras de cita
que encuadran o extraen aspectos de otros cuadros. El zoom
y la cámara lenta, la alta definición y las cámaras
Phantom
, le
permiten al espectador reconocer y sorprenderse con texturas,
formas, movimientos o gestos cuando, por ejemplo, observa
alguna película o transmisión deportiva. La fascinación por el
“detalle” ha generado estrategias como el llamado
Bullet Time
,
efecto de híper cámara lenta, propio de
Matrix
, el cual ha ge-
nerado múltiples parodias u homenajes, con trasuntos de Neos
esquivando balas o los objetos más inverosímiles. Asimismo, los
adelantos tecnológicos han favorecido la producción de progra-
mas dedicados exclusivamente a revisar en híper cámara lenta
el comportamiento de deportistas, animales u objetos cuando
están en acción, son sometidos a presiones extremas o chocan
entre sí: la deformación de una pelota de tenis al hacer contacto
con la raqueta, la bala que atraviesa objetos sólidos, el caer de
una gota de agua o el aletear del colibrí.
Respecto a la literatura, Calabrese no menciona ningún caso. Nombra
múltiples ejemplos de los medios audiovisuales y las artes plásticas. No
obstante la novela de Alejandro Badillo es un buen motivo para hablar
del “detalle” en la literatura. Esta distinción no es novedosa en ningún
sentido. Ya Gabriel Bernal Granados en la contraportada nos anticipa
con acierto que en la novela “los detalles ocupan la mirada del voyeur en
un afán inerte de captar la realidad en sus diferentes vueltas y matices”.
La trama de la novela es sencilla. Su desarrollo es lineal, con algunas
analepsis o retrocesos. Relata unos cuantos días en la vida de un jubi-
lado, un solitario hombre de avanzada edad. El protagonista sufre terri-
bles dolores de cabeza y se distrae mirando transeúntes a través de la
ventana de su departamento. Un día observa cómo un joven le entrega
a una mujer unos papeles que ella rompe. Su rutinario mundo colapsa
cuando la pareja se da cuenta que es observada por él. Este hecho de-
tona una “paranoia” que lo hace sentirse perseguido por el joven. Esto
es contado en una novela de 123 páginas; alcanza tal extensión porque
entre sucintos momentos de acción intercala amplias descripciones.
Mucho se ha escrito respecto a que las formas de narrar en la li-
teratura se transformaron con la irrupción del cine. Ante la imagen y,
por tanto, ante la presencia de múltiples detalles, las estrategias de la
narrativa decimonónica empezaron a tambalearse, entre ellas la des-
cripción. Sin embargo, más allá de empobrecer la narrativa literaria, el
cine ayudó u obligó a la literatura a explorar otras formas para relatar.
Así que en este punto es aventurado afirmar, o una necedad seguir repi-
tiendo, que el cine eliminó la descripción pormenorizada de la narrativa.
Ilustración: Edith Hernández Durana