Página 7 - agosto2014

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mosaico
central
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Cuando pensamos lo difícil que en realidad es el entrar en
acción, como potestad y facultad propia de la condición hu-
mana, no podemos evitar evocar todas aquellas veces que he-
mos hablado sin actuar, y hemos actuado sin pensar. Ambas
situaciones muy graves y demasiado complejas como para
tomarlas a la ligera: es pensar en el aire sin reparar en que éste
genera tormentas. Así, decir y hacer adquieren un perfil binó-
mico en donde es necesario pasar por uno antes de ejecutar el
otro para asegurar que el resultado de la acción sea verdade-
ramente positivo y propositivo. No se trata de hacer por hacer,
ni de decir por decir: se deben hacer pensando en un beneficio
común, encaminado a dirimir los problemas sociales, ya sea a
gran o pequeña escala.
La acción social se ha manifestado, según la época de la
que se hable, de diferentes maneras, y los actores que han
tenido la facultad para ejercerla (sí, no siempre la acción social
se ha ostentado como una posesión, valga la redundancia,
social), lo han hecho bajo distintas circunstancias, lo cual dota
de un espectro casi infinito de posibilidades de entenderla y
comprenderla. Definir la acción social requiere definir al actor
social y, así mismo, determinar cuáles son las circunstancias
que envuelven dicha acción, así como sus efectos, alcances,
beneficiarios y negociaciones. No es sencillo comprenderla;
por el contrario, pone a prueba muchos de nuestros avances
como sociedad (si es que podemos contar con su existencia),
así como pone en marcha mecanismos de masificación,
individualización y colectivización.
Por un lado, debemos contemplar desde dónde y hasta dónde
abarca el concepto de acción social. En estos tiempos, la acción
social muchas veces se confunde con la manifestación, a veces
catártica, de una sociedad convulsionada y constantemente
golpeada por la desigualdad y la intransigencia. La acción de ma-
nifestar un desacuerdo o un completo rechazo no necesariamente
se vuelve acción. Si regresamos el tiempo a la época de la
Revolución Francesa, podemos notar que el concepto de
lo común
,
como especie de epistemología cotidiana del sujeto trabajador,
hambriento y pisoteado por el despilfarro de la monarquía, superó,
en lo social, el mero hecho de manifestarse en contra de una
injusticia; en realidad se volvió todo un asunto de organización y
acción que, bajo la custodia peculiar de los Ilustrados –filósofos del
cambio para muchos– decidieron tomar un rumbo que culminaría
con la caída de una muy rancia monarquía, que había empobrecido
a más no poder a aquellos que, se supone, debería proteger. En o-
tras palabras, la acción social sí empezó como una manifestación
de inconformidad y rechazo, pero tuvo el poder de convocatoria y,
hasta cierto punto (hasta donde la burguesía lo permitió), el poder
de organizarse y permanecer en la escena política y social de la
nación que empezaba a gestarse.
DECIR Y HACER.
Acción social sin
efectos secundarios
De otro lado, comprender que la acción social no es, desde
mi perspectiva, necesariamente física o de desplazamiento:
una de tantas maneras de ejercer la acción puede ser desde
el aula, frente a un grupo de trabajadores, en el servicio social,
escribiendo y creando, desde el arte. El ejercicio de la acción
social tiene muchas aristas que nos permiten situarnos dentro de
un marco de ejecución, pero todas dependen, principalmente,
de una actitud acción, de la voluntad hacia el bien común
desde el ejercicio personal, de volcarse al otro aceptándolo
y estrechándolo hacia nosotros, en señal de una voluntad
colectiva, en donde, en palabras de García Canclini
1
, se acepte
la diferencia, se combata la desigualdad y se conecten las voces.
Esa es y debe ser siempre la meta de la acción social: dejar a un
lado la grilla, la catarsis y la desesperación, para transformarlas
en organización, sistematización y planificación de un bien
colectivo que puede ser mejorado con el paso del tiempo y, sobre
todo, que tenga la capacidad de adaptarse a las condiciones
sociales y culturales dentro de las cuales la acción social tendrá
lugar. Vienen tiempos, si no han llegado ya, en donde la acción
social deberá tener un papel fundamental en la construcción de
una realidad mucho más equitativa, desde la educación hasta
lo político, en donde ya no se asuma que ésta es un resultado o
una reacción ante una problemática determinada, sino como un
modo de vida, una actitud de servicio
por
y
para
los demás.
1
Diferentes, desiguales y desconectados.
Mapas de la interculturalidad, de Nés-
tor García Canclini. Gedisa, 2004.
Por Lic. Alejandro Cortés Patiño, académico del
Área Intercultural de Lenguas
Ilustración: Ma. Lissette Rojas Tejeda