Página 7 - enero2013

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mosaico
central
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La diversidad sexual existe. Lo que hace falta es la tole-
rancia hacia la misma. Y en una sociedad tan homofóbica como
la nuestra, las personas con
orientaciones sexuales que
difieren con la hegemónica
(homosexuales, bisexuales,
transgénero, travestis) pasan
muy malos ratos.
Aunque es cierto que cada
vez hay mayor respeto hacia
estas manifestaciones diver-
gentes, también lo es que aún
existen actitudes con un tras-
fondo homofóbico, es decir,
con estereotipos, miedos e
ignorancia sobre la situación.
Las más obvias son las
palabras que se utilizan con
fines ofensivos cuando las
personas no actúan como
se supone que deben ha-
cerlo (maricón, nena, etc.).
Otras que pasan más des-
apercibidas son, por ejem-
plo, si alguien nos señalara
como homosexuales porque
de alguna manera nos sali-
mos de los roles que se han
designado a los sexos —ca-
bello corto en las mujeres,
hombres amanerados, por
ejemplo— nos apresuramos
a aclarar nuestra orienta-
ción sexual —en caso de no
ser homosexuales, claro—,
como si el hecho de ser homosexual disminuyera de alguna ma-
nera nuestro valor como persona.
Pero, si lo pensamos en términos estrictos, estas orientacio-
nes sólo deberían afectar a la vida personal de las personas:
las parejas con las que se relacionan emocionalmente y su vida
sexual, sin embargo, sus preferencias perjudican el resto de su
vida. ¿Por qué la homosexualidad —y las otras formas de orien-
tación sexual— causan tanta incomodidad entre la sociedad?
Si bien la homofobia es un tema bastante complejo, creo fir-
memente que está íntimamente relacionado con las relaciones
de género, y de trasfondo tiene un alto grado de misoginia. Así
que, quizá de manera indirecta, la homofobia también nos afecta
a las mujeres en general.
Existen diversas circunstancias que sustentan esta idea y una
de ellas es que, cuando la gente habla de derecho de adop-
ción para homosexuales, generalmente sólo se refiere a relación
hombre-hombre y poca atención se presta a las relaciones en-
tre mujeres. Además, como una de las fantasías sexuales más
comunes entre los varones consiste en estar con dos mujeres al
mismo tiempo, la homosexualidad femenina no sólo es menos
rechazada sino hasta desea-
da por creerse que podrá sa-
tisfacer dicha fantasía.
Otra situación que he per-
cibido es el estereotipo ge-
neralizado de que un hombre
homosexual es afeminado, o
más aún, es una mujer —con
cuerpo de hombre—. Cuando
Ricky Martin aceptó de ma-
nera pública su orientación
sexual, escuché un comen-
tario que decía “¡Ay, pero si
parecía hombre!”, a lo cual
contesté “Es hombre.”, y me
replicaron “¿Qué no acabas
de escuchar que es gay? no
es hombre”. Y he ahí una de
las mayores incomprensiones
sobre la homosexualidad: ser
homosexual no significa ne-
cesariamente que quieras ser
del otro sexo, significa que
eres un hombre o una mujer al
que le gustan otros hombres u
otras mujeres, sin que ello im-
plique que seas menos hom-
bre o mujer. Y si lo fueras...
¿qué habría de malo en ello?
Pienso que la homosexuali-
dad causa incomodidad en la
sociedad porque representan
una puesta en duda de los ro-
les que se nos han asignado
a los sexos. Representan una
crisis para los conceptos de feminidad y masculinidad, conceptos
que nos afectan a todos a un nivel personal muy profundo, con-
ceptos que definen las relaciones entre género.
Así que parte de las revoluciones de género, de esta recons-
trucción de los roles sexuales, encontraremos, justamente, la in-
clusión de estas formas de sexualidad dentro del gran espectro
de lo femenino y lo masculino.
Por Adriana Gorra Valtierra,
alumna de la Lic. en Interacción y Animación Digital
Ilustración: Edith Hernández Durana