Página 12 - junio2014

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formando el
mosaico
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Pensando en no hacer nada
Por Guillermo Guadarrama Mendoza, alumno de la Licenciatura en Filosofía y Literatura
N
ada-. Eso dijo cuando le preguntó su madre qué haría
durante las vacaciones. -Nada, mamá-. Su madre hizo
una mueca. Pensó entonces en las dulces dos sema-
nas que tenía para hacer, o más bien no hacer algo en
absoluto. A su padre no le gustaría la idea, desde luego. Se lo
imaginó tocándole a diario la puerta de su cuarto a las ocho de
la mañana, preguntándole qué haría ese día, asignándole tareas
innecesarias, o que cualquier otro podría hacer mejor, sólo para
no dejarle hacer nada. Pensó entonces que su padre y muchos
otros en su casa no sabían estar haciendo nada. “Ardillitis” pen-
só. “Tienen ardillitis; siempre han de estar de un lado a otro, ha-
ciendo algo. Simplemente no saben estar tranquilos, haciendo
nada.”. Recordó entonces que si su padre era así, ni hablar de
su abuela. “Pobre de mi jefe...”. Pero el no hacer nada es una
no-actividad cuyos límites conocía bien. Sabía que leer era hacer
algo, que pensar era hacer algo, pero no para su familia. Para
ellos leer, pensar, escribir, meditar, para pronto todas las actividades
que exigían serenidad eran sinónimo de no hacer nada. Ver pelí-
culas se salvaba por un pelo de entrar en esa categoría tan rara y
autoritaria del “no hacer nada” que tenía su familia. Pensó también
en lo extraño que resultaría entonces explicar a sus papás la idea
taoísta del no-hacer. Pensó cómo le haría; no encontró cómo
hacerle. Pensó entonces que estaba pensando demasiado. A su
madre le había contestado con un sarcasmo, una broma que
sólo él entendía: “Nada, mamá, no haré nada. Sólo voy a leer
todo lo que no he podido por la uni. Veré animes, haré novelas,
escribiré cuentos, me clavaré en los videojuegos, no haré nada
mamá. Nada”. Pero también quería hacer nada, ¿o quizás no
hacer? ...Nada, quiebre de cabeza para los filósofos contempo-
ráneos. Nada, maestría de algunos cuantos sabios anónimos de
las costas mexicanas, que la practican con fervor en sus hama-
cas. No hacer, no meterle mano a lo que nos rodea. No-hacer,
categoría inexistente en la lengua hispana y muy probablemente
en cualquier lengua occidental. Pensó que cuando se habla del
no hacer nada, saber si la nada es o no negación de algo era tan
arduo y que si sí lo era, al decir “no hacer nada” resultaba tan di-
fícil no caer en el pleonasmo. Sintió (ya no pensó) que las ideas le
daban tantas vueltas. Estaba de vacaciones. No quería saber ya
nada, al menos por las próximas semanas. Pensaba, que quizás
era mejor en ese instante no hacer nada.
Ilustración: Fernando Michel Calderón Miranda