Página 9 - marzo2014

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mosaico
central
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Por Mtra. Betzabé Vancini Romero, directora de
Comunicación Institucional
Perspectivas
Antes de que se importara oficialmente a México la pa-
labreja
bullying
y que lo
tropicalizáramos
con términos caste-
llanizados como “bulear” “buleador” “buleado”, entre otros, es
importante saber que el fenómeno de hostigamiento en las es-
cuelas ha existido, prácticamente, desde que existen las escue-
las. Seguramente la gente de mayor edad, recordará perfecta-
mente a aquel abusador que le quitaba su refrigerio o su dinero
en el recreo, o bien, todavía recuerdan al “pollo”, a “dumbo”, a
“pinky” o a la “gordis”, fieles compañeros escolares que fueron
blanco de las mofas y burlas del grupo por alguna desafortuna-
da característica física.
El asunto es que ahora con el boom del
bullying
como tema
central en las escuelas, de investigación y hasta criminalización,
se ha pasado por alto que existen diferentes perspectivas. No es
sólo el “buleado” la víctima que sufre, ni el “buleador” es ningún
ente sin conciencia poseído por el diablo para destruir emocio-
nalmente a los compañeros. El fenómeno cosifica a los partici-
pantes y se olvida que estamos hablando de relaciones huma-
nas. Podríamos analizar desde la perspectiva evolutiva, aquello
que Darwin llamaba “la supervivencia del más fuerte”, es decir,
del más apto para sobrevivir al contexto y a las circunstancias; y
podríamos llegar también a la perspectiva familiar de niños que
crecen sin límites y por eso abusan ilimitadamente o permiten el
abuso ilimitadamente.
Me gustaría hablar primero de la perspectiva de la supervi-
vencia darwiniana: el abusador (buleador) cumple tal rol porque
en primer lugar, cuenta con las características físicas –estatura,
fuerza, desarrollo- que le permiten intimidar a otros, así tam-
bién como con las características psicológicas –nivel alto de
agresividad, poder, algún grupo de apoyo- propicias para ello.
Instintivamente hablando, el buleador, hace una exhibición de
su fuerza y su gama de posibilidades porque “puede” y enton-
ces se convierte en el alpha del grupo escolar, el respetado, el
temido. En cambio, el “buleado” tiene características opuestas:
no cuenta con la fuerza física para defenderse o bien no tiene
los recursos psicológicos para establecer límites claros y con-
tundentes al abusador. Es probable que la víctima de bullying
tenga poco apoyo o atención en casa y que ni siquiera aborde
el tema con sus padres, o bien, haya sido también “buleado”
por sus padres o hermanos –sí, aunque usted no lo crea-, esto
genera un individuo inseguro, arrojado a un ambiente hostil –la
escuela- que le brinda pocas garantías y que en el más amplio
sentido de la palabra, se somete para sobrevivir.
Desde la perspectiva familiar, como ya lo mencioné, existen
diversos factores que generan un abusador: usualmente el “bu-
leador” también fue abusado psicológicamente por alguno de
sus padres o hermanos y tuvo que aprender que someter es
la única forma de ‘sobrevivir’. Es muy probable que haya poco
apego emocional propiciado por continuas decepciones de las
personas en las que confiaba, es decir, su crianza le fue gene-
rando una profunda misantropía: lastimo a los otros ‘porque se
lo merecen’. Si lo vemos desde esa perspectiva, el abusador es
víctima también de sus circunstancias, lo cual no justifica sus ac-
tos, pero sí les da una explicación lógica, no es un ente malvado.
Por favor no confundamos al “buleador” con alguien que lle-
ga a actos homicidas en escuelas o a lesionar gravemente a
sus compañeros de clase, en ese caso, estamos hablando de
padecimientos mentales y trastornos graves de la personalidad:
esquizofrenia, psicosis, psicopatía, trastorno antisocial, tras-
torno límite de personalidad, entre algunos otros, esto NO es
bullying
sino conducta criminal. Tomemos al “buleador” como
ese personaje que se dedica a fastidiar emocionalmente a sus
compañeros y ejercer algún tipo de intimidación para lograr su
cometido: desde quitarte tu lunch hasta obligarte a pasarle las
respuestas del examen, o simplemente, mantener cierto estado
de tensión psicológica que en algunos individuos puede llegar
al terror. Sería indicado diferenciar el hostigamiento escolar de
las conductas criminales.
Con respecto a lo que mencioné previamente sobre la caren-
cia de límites, actualmente nos encontramos en una crisis de
valores familiares. No hay disciplina porque los padres tienen
flojera del esfuerzo que implica poner límites claros a sus hijos o
bien, no quieren que sus hijos los rechacen por ser los malvados
que dijeron que no. Basta ir a cualquier restaurante para en-
contrarse niños de seis años rompiendo, pegando, insultando,
y los padres siguen consumiendo sus alimentos como si nada
pasara. Así también, cada vez que me entero de un caso grave
de un niño que fue violentado física o psicológicamente en la
escuela me pregunto ¿dónde estaban sus papás? ¿Qué pasa
en casa que el niño no tuvo la confianza de platicarles lo que su-
cedía antes de que llegara a estos extremos? ¿En qué estaban
ocupados sus padres que no notaron las señales de alerta: con-
ducta retraída, llanto frecuente, pesadillas? ¿A qué le estaban
poniendo atención que no estaban viendo a su hijo? ¿Por qué
no lo acompañaron a la escuela a averiguar qué estaba pasan-
do? ¿Hablaron con los maestros? ¿Por qué no le enseñaron a
defenderse y a que no tiene por qué someterse?
Muchas preguntas sin respuesta. Al final, me quedo con aquel
dicho popular que me repetía mi madre frecuentemente cuando
me quejaba de algún tipo de abuso en la escuela: “el valiente
vive, hasta que el cobarde quiere”.