Página 15 - noviembre2013

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formando el
mosaico
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Cartón: Guillermo de Uriarte, alumno de la Licenciatura en Diseño Gráfico
Todos hablan de la migración a nuestro vecino del norte, de la
migración por parte de nuestros vecinos del sur hacia México, pero
nadie habla de la migración por parte de nuestros patriotas campe-
sinos a la ciudad. La búsqueda de oportunidades, el cansancio físi-
co y mental, son solo algunas de las muchas razones por las cuales
muchos campesinos comienzan a migrar hacia la zona urbana. Pero
lo más indignante es el trato que reciben por parte de sus mismos
hermanos, personas con quienes comparten la misma sangre, orí-
genes e historia, la historia de México.
Por difícil que parezca, no todos poseemos las mismas opor-
tunidades, lo cual no quiere decir que no seamos capaces o me-
recedores de ellas. Esto se refleja en el creciente abandono del
campo para emigrar a la ciudad. Todos nos enfocamos en los
fenómenos internacionales, pero no nos damos cuenta que cada
vez hay más cultivos fantasmas, hogares abandonados donde
había familias enteras consumiendo el fruto de su propio esfuer-
zo. Esfuerzo que, es pobremente reconocido. Pasar sequías, inun-
daciones, hambre, desesperación, ver en la mirada de tus hijos su
hambre, el desvelo y dormir cada día esperando que el siguiente sea
mejor, solo son parte de la cotidianidad de muchos de los cultivado-
res, lo cual, tarde o temprano, se convertirá en una de las muchas
razones para dejar el campo.
Si bien, también es de valientes dejar tu zona de comodidad e
ir a intentar algo nuevo a la ciudad. Es nuestro trabajo hacer valer
su esfuerzo. Comportarnos como unos hermanos, y si es posible,
como padres adoptivos. Tener la cultura de valorar su trabajo y
comprender sus problemas, alimentar su esperanza y ofrecerles
herramientas para el desarrollo de ellas. Dar y servir.
Ya que México sin agricultura es solo una utopía, debemos lu-
char por ellos así como ellos luchan por nosotros cada día cuando
bajan agua de cerros y pasan de sol a sol cosechando. Debemos
luchar por ellos así como nosotros luchamos por nosotros mismos
levantándonos media hora antes para poder llegar al trabajo, pa-
sando horas atorados en el tráfico y aun así, sedientos de mejores
condiciones. De esta manera, si luchamos todos por todos, no será
necesario implementar medidas de emergencia ante el crecimiento
desmedido de muchas ciudades, la falta de servicios y la inconfor-
midad por ser muchos en poco espacio.
En resumen, pensar en un México sin agricultores, sin cultivos y
quienes los cuidan, es imposible. Gracias a ellos tenemos vegetales
frescos en los mercados, en el súper, en las tiendas de cada esqui-
na. Gracias a ellos, México puede levantarse cada día, las industrias
crecen, los empleos se multiplican. Gracias a ellos comemos cada
día, aunque muchas veces no nos demos cuenta. Y nadie querrá
notar su ausencia cuando ya sea demasiado tarde.
Ser migrante en tu propia patria
Por Lucía Elena Castillo Ortiz, alumna de la
Licenciatura en Relaciones Internacionales