Página 10 - noviembre2014

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formando el
mosaico
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M
e parece importante hacer notar algo: uno de los valo-
res más grandes que poseemos es el de la gratitud. No
sólo porque vivimos bajo circunstancias que nos de-
ben hacer valorar más eso que somos y tenemos, sino
porque la gratitud es un elemento fundamental de la humildad y
ésta, a su vez, es un valor que se ha perdido en el espacio de la
materialidad y la excesiva posesión y acumulación. Dejamos de
ser agradecidos y renunciamos a la humildad en pos de un status
de vida que muchas veces es sinónimo de falsedad y fachada.
Dejamos de ser agradecidos y nos volvemos exigentes, más de
lo que deberíamos, con la vida y, si nuestras exigencias no son
cubiertas entonces generamos reproches y resentimientos.
El tema de los normalistas desaparecidos, del Politécnico, de la
inseguridad de nuestro país, de la pobreza, y de otras situaciones,
me estrujan el corazón fuertemente. Me pone triste pensar en el su-
frimiento, en la desesperación de miles de personas en el mundo.
Me pone triste darme cuenta que vivimos dormidos, que permitimos,
que nos hacemos ajenos, que nos volvemos indiferentes. Y en estas
palabras me incluyo, porque la realidad es tan fuerte, tan agobiado-
ra, que da miedo, que hace que me quede en mi burbuja ideando y
planeado la “futura” movida, mientras cada día que pasa aplazo mi
fecha de ejecución.
Hace unos minutos, antes de escribir esto, en la esquina de mi
casa fui testigo de un asalto a un joven. El asaltante podría haber
tenido uno o dos años más que yo, y estoy suponiendo, quizás pudo
haber sido de mi edad o más joven; la víctima no era muy diferen-
te; eran jóvenes como yo. La víctima se encontraba acorralada por el
asaltante mientras apuntaba hacia él un arma blanca. Desconozco si
le pedía su dinero, o su celular, pero sentí tanto miedo que no puede
acercarme a ayudarlo. No sé si me vio, o si no supo que estaba ates-
tiguando el evento. Lo más que pude hacer fue tomar mi celular y
marcar al 066, narrar lo que vi y dejar el testimonio a nombre de un
tal “Julio Fernández”.
Durante el cierre del XI Foro de Derechos Humanos en la IBERO
Puebla, gritos de madres desesperadas llenaban una de las áreas
más transitadas de la Universidad, gritos que reclamaban justicia por
la desaparición de sus hijos, llantos llenos de tristeza, cansancio e
incertidumbre, personas como nuestras propias madres que están
haciendo hasta lo imposible por tener alguna respuesta, señal o lo
que sea de sus hijos. Duele ver que solo unos cuantos de las muchas
personas que se encontraban en ese lugar se detenían a escuchar lo
que estas mujeres decían; duele ver la indiferencia y que la gente ya
no se conmueve o indigna por el dolor de un hermano.
Si bien no todo está perdido ni no todo está ganado. Considero
que lo mínimo que podemos hacer como miembros de esta socie-
dad es estar agradecidos. Dar gracias porque esos gritos, porque
ese joven, porque la injusticia no nos ha llevado a esos grados
de desesperación. Dar gracias porque somos jóvenes universita-
rios con muchas capacidades para cambiar el mundo, para mejo-
rar nuestra realidad, y con esto no descalifico el cambiar nuestra
realidad económica, laboral o de sociedad, al contrario, considero
que también debemos estar agradecidos del poder hacer eso.
Tenemos que darle un valor a esto que a algunos se les hace
cosa de todos los días, dar gracias por un desayuno, tomar tu ce-
lular y llamar a casa es algo tan normal que hasta a veces la falta
de esto nos ofende. Ser agradecidos es ser conscientes que sin ser
nuestra culpa hay gente que no vive en estas condiciones, que hay
gente que vive agradecida por haber comido un día más, por haber
conseguido chamba en un país que no es el suyo, por lo menos du-
rante un día (y mañana quién sabe); gente que da gracias porque su
hijo sobrevive un día más, porque su madre no los olvida, por tener
un techo donde vivir con su familia; mujeres que viven agradecidas
porque un hombre no abusó de ellas, porque un hombre no las gol-
peó, porque les pagaron el día.
Es frustrante, en lo personal, pedir en oraciones por todos estos
crucificados, orar para que Dios venga y los baje de esa cruz; es frus-
trante pedir y solo escuchar el silencio de Dios. Ese silencio que nos
dice muchas cosas, que nos responsabiliza, que nos lleva a creer que
la solución no es mágica, sino que es algo que día a día y con el tra-
bajo de todos y todas con sus facultades y sus limitaciones aportan a
la construcción de un mundo mejor.
Vivir agradecido, no sólo es dar gracias, es saber que hay gente
que te necesita, gente diferente a ti, gente que puede estar bajo tu
mismo techo, en tu mismo fraccionamiento, en tu misma ciudad;
vivir agradecido es saber que tu realidad como hombre es limitada
e imperfecta, pero que así puedes lograr grandes cambios.
Por Mario Roldán de Luna, alumno de la licenciatura en Psicología
Vivir. Imperfecto, agradecido y así vivir
Fernando Michel Calderón Miranda