Página 8 - octubre2013

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mosaico
central
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Ilustración: Edith Hernández Durana
sus máximas expresiones. Ya Hannah Arendt
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había escrito, hace
algunos años, que la violencia instrumental, aquella monopoliza-
da por el Estado, había encontrado en sus acciones una forma
efectiva de control, pues la ficción de la superioridad de armas, el
poder otorgado desde el Estado a las fuerzas públicas y la condi-
ción de miedo de las masas en desventaja, habían provocado un
cierto estado de temor latente, dentro del cual siempre nos vere-
mos suprimidos. La policía y el ejército se utilizan para legitimar
el poder del Estado y protegerlo de la sociedad civil. Los jóvenes
salen a la calle para exigir una mejor calidad de educación y una
seguridad laboral al futuro, y el Estado los suprime. Deseamos
salir de la crisis social y moral en la que, como mundo-local, vivi-
mos y el mundo-global nos regala publicidad y artistas de plás-
tico. Demostramos pensamiento, y se nos implantan angustias y
culpas. Así ha funcionado el poder desde que el humano tuvo a
bien inventarlo.
Entonces, ¿qué es el poder? Control, sumisión y supresión, fic-
ción de la voluntad, inhibición de la razón y eliminación de la inte-
racción. Vivimos en una época en donde el poder se piensa como
un valor, susceptible de monopolización y de no-cuestionamiento.
El poder del poder y por el poder mismo ha dado forma a la so-
ciedad que vivimos y construimos. El poder es, al final, el gran
discurso de él mismo y sus hijos.
1
Canetti, E. (2013)
Masa y poder
. Madrid: Alianza Editorial.
2
http://www.youtube.com/watch?v=mU811OA_T98
3
Arendt, H. (2008)
Sobre la violencia
. Madrid: Alianza Editorial.
L
a sociedad del poder, con todo y sus hijos: la an-
gustia, la ignorancia y el miedo, se han apoderado
de la humanidad. Escenas cotidianas en las que el
poderoso impone su voluntad sobre la de los de-
más, aprovechando la ilusión de una superioridad espuria
y traidora, pisoteando una existencia endeble y frágil. La
voluntad del fuerte aprisiona el futuro del débil. Se vive y
se muere en una sociedad en la que el poder y sus hijos
son los monarcas absolutos, déspotas y poco ilustrados.
El poder, desde siempre, ha sido base y objetivo de mu-
chos análisis sociales, filosóficos, políticos y hasta psi-
cológicos. Cada postura lo mistifica y deifica como valor
supremo de la sociedad global y capital en la que vivimos.
Podemos encontrar desde la visión más simplista del po-
der (es una necesidad propia del humano) hasta posturas
más complejas y sistemáticas (el poder es un sistema,
que se institucionaliza y se estructura) como las que pro-
ponían filósofos y sociólogos como Michel Foucault, Elías
Canetti
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y Alain Touraine.
El título del presente artículo nos permite pensar en
el poder desde una postura compleja: en relación con y
siempre a partir de una estructura. Esto es, que el poder
para ser tal requiere la existencia de ciertas condiciones
y elementos que lo nutren y hacen posible que su ilusión
y efectos sean posibles. Por ejemplo, Eduardo Galeano,
en un difundido video
2
en el que habla sobre el miedo, nos
dice que éste es combustible del poder, porque el miedo
está sustentado en las mentiras institucionalizadas que, en
los últimos años, han servido para justificar acciones bé-
licas, como las de Vietnam e Irak. La institucionalización
del miedo desde el Estado ha funcionado, en términos ge-
nerales, para mantener un cierto control y orden sobre los
individuos y las masas, controlando sus libertades, limitan-
do su pensamiento, haciéndonos creer que se es libre para volar,
pero se nos dan alas de cristal.
¿Por qué digo que el poder tiene hijos, a saber, la ignorancia, el
miedo y la angustia? Porque son todos parte de un discurso que
los utiliza como recurso estilístico y ejecutivo, en pos de una apli-
cación aceptada tanto por quienes ostentan el poder, como por
quienes son receptores del mismo. Para Foucault, en diferentes
obras como
Las palabras y las cosas
,
Vigilar y castigar
y
El naci-
miento de la clínica
, el poder se asume como una construcción
discursiva en la que sus elementos, digamos, obvios, conllevan
una especie de metadiscurso, dentro del cual el manejo de las
palabras y construcción de las oraciones permiten, a quien ejerce
esa acción discursiva, insertar ciertos dispositivos (miedo, angus-
tia, ignorancia) que le otorgan una potestad sobre la voluntad de
los individuos. El discurso del poder, en este sentido, se construye
sobre la base de una sociedad erigida en torno a ideas, quizá fal-
sas, de inferioridad, de incertidumbre, de ausencia de futuro (o la
presencia de uno no muy alentador), de miedo a la vida y miedo
a la muerte, del no-saber, del temor al temor, del sentimiento del
no-poder. La angustia se asume como relleno de la vida vaciada
por el consumo. El miedo se siente hasta en las cosas más inofen-
sivas. La ignorancia sigue siendo un trampolín político, sustento
de posturas y reformas cegadoras. Esto es el poder: dominar los
miedos, las angustias y la ignorancia de los individuos; quitarles
el poder de decisión, vendiéndoles una ficción; llenar las necesi-
dades con temores; darles cuentas de vidrio por piezas de oro.
No es de extrañar que, en pleno siglo XXI, los dispositivos del
miedo, la ignorancia y la angustia sigan siendo explotados hasta
Por Lic. Alejandro Cortés Patiño, académico del área Intercultural de Lenguas
Losmonarcas absolutos