Página 13 - septiembre2013

Versión de HTML Básico

formando el
mosaico
[ 13 ]
Los seres humanos nacemos siendo libres, son las cadenas que nos vamos
colocando en el trayecto de la vida las que coartan nuestra libertad.
La familia y la sociedad son de gran influencia en nuestra forma de actuar y de vivir,
no nos permiten ser nosotros mismos, sobre todo en los primeros años de tránsito por
este mundo. Las niñas de rosa, los niños de azul; nos eligen el vestuario, la escuela, las
amistades, el comportamiento, la comida y un sinfín de situaciones sobreentendidas.
A cierta edad, cuando comenzamos a sentirnos “grandes” inicia nuestra elección: las
amistades, los noviazgos, la moda, etc., pero ni así logramos liberarnos de la influencia
de agentes externos, incluyendo los medios de comunicación y las nuevas tecnologías
que invaden la vida cotidiana convirtiéndose en el pan nuestro de cada día.
Finalmente, cuando por fin llegamos a la adultez, nuestra vida se encuentra encade-
nada a una serie de tabúes, frustraciones y represiones; nuestra mente, alma y cuerpo
piden a gritos ¡LIBERTAD!
Y es ahí, justo en ese preciso momento que debemos desprendernos de todo lo adqui-
rido que nunca fue nuestro y comenzar realmente a SER, dejar atrás las grandes banali-
dades y simplemente hacer lo que quiero hacer y lo que debo hacer solo para mí. Para
dar este gran paso, debemos amarnos entrañablemente, disfrutar nuestro cuerpo y su
sexualidad, cuidar la mente, valorar las grandezas que la vida nos ha brindado y que du-
rante largos años hemos visto como pequeñeces; agradecer a la creación el permitirnos
ser y estar, recrearnos en el aquí y el ahora. Lograr dar ese paso, es el sendero que nos
conducirá al camino hacia la verdadera LIBERTAD.
Por Frida Proskawer Espinosa, alumna de la
Maestría en Lectoescritura
¡Por fin libre!
La sexualidad es un tema que durante muchísimos años
ha sido tabú, hablo en presente pues aún con todo y la revolución
sexual, los movimientos feministas y demás quemas de sostenes
y cosas parecidas, continúa viéndose bajo el lente moral como un
asunto que pudiera juzgarse y debiera normarse.
Al igual que en varios de los textos que he publicado anterior-
mente en este medio, debo hacer hincapié en el asunto social y
político que rodea a la sexualidad. Sí, de nuevo la política; pro-
bablemente uno pensaría que en la recámara ya no hay leyes ni
mucho menos pero entonces ¿por qué necesariamente
en
la recá-
mara
?, según el filósofo Michel Foucault la sexualidad y su expre-
sión son las primeras en restringirse en el marco legal de cualquier
sociedad (piensen en los 10 mandamientos, el “No cometerás ac-
tos impuros” está junto a “No matarás”) puesto que el deseo es
un desbordamiento total de los sentidos, la gratuidad absoluta, ¡el
momento imposible!, y eso significa que también es el momento
de creación (dejando de lado el sentido biológico, al menos por
ahora) y en este momento de
poiesis
tememos que puede ocurrir
lo que no se creía, el momento revolucionario, la politización del
individuo al saberse que no es
único e irrepetible
como se lo han
hecho creer, sino que puede encontrarse con un
otro
y hacer para
ellos un espacio en el que pueden haber muchos
otros más
.
¿Qué hay más peligroso que un orgasmo?
Por Ixchel Pacheco Ortiz,
alumna de la Licenciatura en Literatura y Filosofía
Por otro lado, el aspecto social del asunto está en las construc-
ciones sociales que hacen de las personas ser mujeres y hom-
bres, con esto quiero decir que ser hombre o ser mujer no es un
asunto de si se tiene pene o vagina, sino de los constructos so-
ciales y las estructuras de significantes que hacen a unos y otros
adoptar como naturales las costumbres de tal o cuál género (de
ahí que les escandalice verse frente a un homosexual que pone en
crisis su propia identidad).
Ahora bien, a las mujeres nos han dicho que la sexualidad es
peligrosa: “eres bonita mijita, cuídate mucho,
eso
no es para cual-
quiera” y poderosa: “tú ponte guapa y ya con eso libras la mitad
de los problemas”, pero no se nos permite entrar en ella; a los
hombres no se les permite, en cambio, entrar al mundo femeni-
no si no es como mero espectador y lo primero que se logra con
ello es la ruptura de cada ser y la individualización de unos y otros,
y por lo mismo (insisto) la despolitización de la población.
Pero éstas que parecen ideas un tanto sueltas, terminan en lo
mismo: la sexualidad es peligrosa para una sociedad que se sien-
te cómoda en el entramado de una moralina sin argumento, y es
que no hay nada más peligroso que un orgasmo, ese momento
donde la creación y la destrucción del ser está en una delgada
línea de placer.