Página 8 - septiembre2014

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formando el
mosaico
[ 8 ]
Ilustración: Edith Hernández Durana
los Soldados Desconocidos”
1
, pues las identidades, sea cual sea
su magnitud social o política, se fundamentan siempre en torno
a la idea de un líder que dio su vida, pública o anónimamente, por la
continuidad del grupo. El líder, o héroe, o soldado desconocido, es
fundamental en la concepción de una identidad nacional.
Sin embargo, hay en estos tiempos de la modernidad —o
posmodernidad, según nuestra filiación ideológica—un conflicto muy
interesante: no quedan claros los criterios de apropiación o asunción
de un liderazgo. De aquí se desprende que, por una parte, seamos
testigos de cómo los medios de comunicación, especialmente, son
capaces de crear líderes de opinión, estereotipos de belleza e ideales
físicos y de posesión, fundamentados más en la superficialidad que
en una verdadera virtud, ya sea social o humana. No es extraño
conocer jóvenes que han depositado sus anhelos de supervivencia
social en deportistas cuyas vidas personales no son precisamente
un modelo a seguir, o del artista plástico y efímero que cumple con
las necesidades estéticas de una mayoría dominada por lo visual: el
sudor, la sangre y la dignidad han sido suplantadas por el escándalo,
el maquillaje y la plasticidad.
¿Acaso hemos llegado realmente a un tiempo en donde el
liderazgo y el heroísmo son simples productos publicitarios?
Sin duda nos topamos con la realidad de lo efímero. La política-
show generando líderes que controlan a su beneficio la opinión
pública; lo deportivo, y en general lo lúdico, ensayando una ficción
nacionalista (recordemos lo que sucede cada cuatro años en el
mundo futbolístico), en donde los líderes dan demostraciones poco
profesionales y denigrantes socialmente y, sin embargo, una gran
mayoría de personas aún depositan sus esperanzas en ellos. Quizá
hemos llegado a un momento en donde deberíamos revalorar el
concepto de líder, pero pensando en una cuestión fundamental:
si los líderes, como mencioné al principio, son depositarios y
representantes de los ideales y valores de una sociedad, ¿será
acaso que nos encontramos en tal crisis social que hacemos del
liderazgo, más que una virtud, una acción desesperada?
1
Anderson, B. (2013)
Comunidades imaginadas
. Fondo de cultura
económica: México.
S
e supone que mucho de lo que se ha hecho en el mundo a lo
largo de la historia, ha sido moldeado por la visión y acción
de un selecto grupo de líderes que han tenido el tino de dirigir
a las masas en la búsqueda del ideal o meta que se hayan
planteado. Sabemos de grandes hazañas históricas o artificiosas, re-
presentadas en formas de alegorías, cantos, novelas, cuentos, que
han sido abanderadas por grandes personajes, ficticios o no, en el
que se depositan los valores más altos del grupo dirigido, siempre
un demiurgo o cuasi-demiurgo, quien ha de sufrir las consecuencias
de levantarse y dominar las voluntades de sus allegados, sufriendo
los más variados tormentos, haciendo de su vida un trágico pasar de
hojas que finalmente culminan con la muerte apoteósica del héroe.
Durante siglos, si no milenios, la idea del líder ha sido fundamental
en la comprensión del juego de masas entre masas, de la portación
de ideologías salvadoras de grupos de interés, de la representa-
ción del ideal y los valores colectivos, culturalmente instaurados, de los
conceptos de heroísmo y liderazgo. El líder representa al grupo porque
éste deposita en él un sinfín de anhelos e ideales, de formas físicas y
fondos religiosos o ideológicos, la transfiguración del poder colectivo en
poder representativo, la sublimación de la acción colectiva. Pensemos
en los grandes líderes políticos de la historia; en los grandes héroes de
las novelas, cuentos, cómics: son seres casi supernaturales, cuya vida
es siempre sinónimo de lucha y desencuentro con una realidad que los
persigue y estigmatiza, ya sea por su rebeldía y coraje, o por anteponer
sus ideales a los política o socialmente sancionados.
Así, pues, la imagen del líder es omnipresente y asegura una especie
de continuidad del grupo. Si algo tienen en común personajes como
el Che, Stalin, Alejandro Magno, Napoleón, Gandhi y Martin Luther
King, es que han sido depositarios de una realidad que los hacía
perpetuar no sólo una figura humana, sino la constante afirmación de
una identidad que requería de ellos para ser validados socialmente.
La continuidad del grupo va más allá de lo físico, para insertarse en
los terrenos de lo metafísico y regresar al mundo en forma de poesía,
himno, souvenir o cantar de gesta, en donde la continuidad adquiere,
por fin, una validez incuestionable con la que sus miembros afirman
y reafirman su pertenencia a un grupo. No es de extrañar, como diría
Benedict Anderson, que “no hay emblemas de la cultura moderna del
nacionalismo más imponentes que los cenotafios y las tumbas de
Por Lic. Alejandro Cortés Patiño, académico del Área Intercultural de Lenguas
¿En busca de una acción desesperada?