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26 primavera - Verano 2010 lo político y lo económico a la física de la atmósfera. Esto es algo que, supongo, está surgiendo en México. cgg: En México se está iniciando, pero existen países, digamos Estados Unidos u Holanda, que se lo han tomado más en serio. Digamos que en el Centro de Ciencias de la Atmósfera pretendemos construir modelos integrados de investigación. Modelos a través de las matemáticas o estadísticas, de la física. A su vez intentamos integrar la economía. La idea del modelo integrado es copiar un sistema como en su funcionamiento. Pero un fenómeno tan complejo como el cambio climático requiere incorporar la agricultura, las emisiones de gases, y las emisiones dependen del desarrollo tecnológico, y éste depende de cuánta inversión haya en ciencia y tecnología. Todo esto lo pretendemos meter en un modelo que vaya desde la sociedad, la economía, la tecnología, las emisiones, los modelos de clima y los impactos en algún sector o varios sectores. Lo que pretendemos con estos modelos integrados es establecer escenarios de cambio, modificando ciertas variables. Esta es una ilusión académica mía que espero ver en función; ya estamos haciendo algunas actividades al respecto. boe: Doctor, el Informe Stern marca posibles nuevas pautas de acciones políticas, relacionadas con dos conceptos muy importantes: adaptación y mitigación frente al cambio climático, ¿qué nos podría comentar? cgg: En realidad, esto tiene como base un grave problema de comunicación con los tomadores de decisiones, con los políticos; y el problema consiste en saber cómo “saltar” de los estudios, estos que hemos construido de impacto de cambio climático sobre diferentes sectores y actividades. Cómo hacemos para convencer a los tomadores de decisiones de que estamos hablando de algo serio. De que es un asunto importante. Muchas veces esto lo digo medio en broma, medio en serio; esto lo he dicho a los diputados, lo he hablando con políticos: en México la administración de agua se va a complicar muchísimo. A mitad de este siglo las zonas áridas van a aumentar en el país; es posible que llueva menos en el norte, en el centro norte del país; no sabemos muy bien qué va a pasar en las zonas donde llueve mucho ahora. Entonces, la agricultura temporalera se va a perjudicar mucho. Que cincuenta por ciento de la cobertura vegetal va a cambiar de características, que bosques de confieras van a desaparecer, que los encinos van a ser sustituidos por matorrales, todo esto se lo he dicho a los políticos y se me quedan mirando y me dicen algo así como: “¡oooh!, ¡aaah!” Lo toman con sorpresa como si les estuviera hablando de Marte, ¡pero les estoy hablando de lo que puede pasar en México! Sin embargo, creo que esto no es exclusivo de este país. En general, los políticos no saben cómo reaccionar ante un estudio que les dice que la mitad de la cubierta vegetal del país va a cambiar. Ha habido una especie de estrategia interesante y un esfuerzo importante en tratar de convertir los daños por el cambio climático a pesos y centavos, o dólares, o lo que sea. Es decir, saber cuánto va a costar a los gobiernos esos daños. Así, el gobierno británico encargó a Nicolas Stern un estudio de este tipo, y él se lanzó a hacerlo en grande, lo hizo para todo el planeta. Y sus conclusiones se han estado difundiendo, una y otra vez; aunque realmente uno esperaría más respuestas. Stern dice que nos podríamos estar gastando ahora mismo el uno por ciento del producto interno bruto mundial en reducir emisiones para, de alguna forma, tratar de evitar que los costos del cambio climático en el futuro representen entre el cinco y el veintitantos por ciento del pib mundial. Y él habla de la conveniencia de reducir las causas del cambio climático, como las emisiones de gases de efecto invernadero –de aquí se desprenden las propuestas de estabilizar la temperatura del planeta (se habla, en el ámbito internacional, de dos grados)–, o de concentración de gases de efecto invernadero, de concentraciones atmosféricas (habla de 450 partes por millón o de 550 partes por millón). Mi opinión es que, de acuerdo con lo que se ha dicho en el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, a México dos grados centígrados no le convienen. Los estudios que hemos realizado en México nos están refiriendo que temperaturas globales de ese nivel ya nos están haciendo daño; entonces, el punto es que al mundo, en términos generales, le conviene más destinar dinero a la mitigación, a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. El punto es que cuando hablamos de México lo tenemos que transferir, lo tenemos que bajar de escala, es decir, lo tenemos que llevar al tamaño de México. ¿Cómo traducimos esto que dice el informe Stern de dedicarle dinero a la mitigación para evitar daños mayores para el futuro? Hay un estudio Stern a la mexicana impulsado por la Semarnat que se puede consultar en su página electrónica, pero yo creo que la conclusión del estudio no está muy bien para México. Porque –si interpreté mal me disculpo, y si lo interpreté bien, pues espero que esto se arregle– el informe señala que a México le convendría gastar en mitigación para evitar costos mayores que pudieran estar entre el seis y el veintitantos o el treinta por ciento del pib mexicano. Pero, en realidad, el argumento está incompleto, porque yo puedo dedicar el uno por ciento del pib mexicano a la reducción de emisiones en el país, pero México en el contexto global emite el uno y medio por ciento de las emisiones globales. Esto quiere decir que si los que más contaminan no reducen sus emisiones, México va a padecer fuertes efectos del cambio climático. Está bien gastar dinero en reducir emisiones, pero yo recomendaría, más bien, gastar dinero en la adaptación del cambio climático. Necesitamos conocer mucho más sobre la adaptación de nuestros sistemas de producción, necesitamos invertir en sistemas de alerta temprana y en sistemas de respuesta y de interacción entre unos y otros para intentar que los impactos de cambio climático se aminoren.

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