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77 gobernantes a buscar en las raíces de México un elemento común a todos los pueblos y entidades políticas que conformaban la recién nacida república. Esta búsqueda por la identidad nacional llevó a una revalorización del mundo indígena, a un acercamiento entre la recién nacida clase gobernante y los fantasmas del pasado. Sin embargo, el principal problema fue que las raíces indígenas “puras” ya no existían como tal, sino que el mestizaje había sido tan fuerte, que no se podía entender a las comunidades indígenas sin el componente español. La sociedad nacional se mantiene escindida y la división fundamental establece la existencia de los indios. En medio de una contradicción irresoluble, el mestizo, el nacional, se distingue y se separa de lo indio: lo rechaza y lo niega. Su propia identidad, que comenzó, como en el Inca Garcilazo, proclamando encarnar en sí la fusión armónica de mejor de dos razas y civilizaciones, termina expresándose como una identidad negativa: ser mestizo es no ser indio.1 La construcción de la identidad nacional mexicana como algo “opuesto” al régimen colonial español, involucró la labor intelectual de múltiples pensadores. Como ya había dicho, Fernández de Lizardi contribuyó en mucho a construir la noción de patria mexicana, haciendo una crítica brutal al régimen colonial español, aún en vigencia formal. En el periódico El Pensador Mexicano, Fernández de Lizardi empezó la labor intelectual de crear un sentimiento de patria y apego al suelo mexicano, en oposición a la metrópoli. En un pasaje de estos periódicos, escribe un diálogo imaginario entre un francés y un italiano. En este diálogo, salta a la vista una de las principales preocupaciones para una identidad en formación, que es el menosprecio por parte de los habitantes por su propia capacidad de ingenio. (Italiano)-Y ¿en qué estará que prefieran los americanos las obras extranjeras a las de su suelo? (Francés)- En muchas cosas. Una de ellas es aquel genio inconstante y novelero que se les ha pegado de la Francia como por reflexión: basta que se diga que una cosa es extranjera para que se aprecie sobre cuantas hagan sus paisanos; con esto consi1 Guillermo Bonfil Batalla. “Sobre la ideología del mestizaje” en Decadencia y auge de las identidades de José Manuel Valenzuela Arce. El Colegio de la Frontera Norte, México, 1992, p. 44. guen dos cosas: les chupamos el dinero fácilmente, y falta en América la aplicación al trabajo, como que falta el estímulo del premio. 2 Mientras más se avanzó en la construcción de la identidad nacional mexicana, más esta identidad se fue haciendo patrimonio exclusivo de la clase gobernante, que decidía qué es ser mexicano y qué es no serlo. Este maniqueísmo, originó una separación muy fuerte entre norte y sur. El norte, influido por la cultura “angloprotestante”, tiene diferentes esquemas y formas de trabajar. Hay que recordar que en el norte de México no existían grandes civilizaciones, por lo que este proceso de mestizaje se vivió muy poco, dando origen a mexicanos con características culturales y físicas muy diferentes a los del sur. La afinidad que guardamos con los pueblos del sur de América es muy fuerte. La afinidad es aún mayor cuando las concentraciones de mestizaje son mayores. De ahí que los países andinos y México tengan características similares en cuanto a la estructura social, y las tradiciones populares. […]existe una historia más o menos común en América Latina, que nos habilita para hablar de un “espacio cultural latinoamericano” en el que coexisten muchas identidades. No necesitamos ejercer ningún reduccionismo sobre ellas ni obligarlas a tener rasgos comunes. Lo indígena, lo afroamericano, lo europeo, la latinidad, la tropicalidad a veces convergen y en otros casos se distancian. Es mejor admitir que cada uno de estos aspectos designa parcialidades.3 No cabe duda que el gran impulsor de la idea de un mismo origen supranacional entre los pueblos del sur fue el libertador Simón Bolívar. En uno de sus múltiples escritos, hecho a propósito del Congreso Anfictiónico de Panamá, en el que se analizaba la unión política de toda América Hispana, Bolívar apunta lo siguiente: “Yo deseo más que otro alguno ver formarse en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria […] es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación, con un solo vínculo que ligue sus partes con el todo […] ya que tienen un origen, una lengua, unas costumbres, una religión”.4 2 José Joaquín Fernández de Lizardi. El Pensador Mexicano. México, unam, 1992, p. 11. 3 Néstor García Canclini. La globalización imaginada, Editorial Paidós, México, 2000, p. 103. 4 Varios autores. Historia y perspectiva de la integración latinoamericana. Asociación por la Unidad de Nuestra América y Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, 2000, p. 267.

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